El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Nadie admite el “probablemente” en su día a día, pero muchos sí lo hacen en cuanto a su vida espiritual.
Vivimos fortaleciendo continuamente nuestro cuerpo y nuestro exterior y debilitando la parte espiritual de nuestra vida; y de esa manera morimos un poco cada día.
Es el momento de tomar la decisión más importante en nuestra vida: comprometernos a vivir cara a cara con Dios, desnudar nuestro corazón delante de Él en todo momento, y buscar su presencia cada día.
Vivimos gran parte de nuestra vida tratando de evitar el dolor para acabar dándonos cuenta que puede ser una bendición para nosotros.
Cuando vivimos en la gracia de Dios, aprendemos a dar, a compartir, a pensar en los demás; de esa manera llegamos a parecernos a nuestro Padre.
Algunos que se creen muy inteligentes cuando rechazan a su Creador no lo son tanto cuando nada puede satisfacer sus vidas.
Hemos caído en el absurdo más absoluto, porque creímos que podríamos renunciar al único que puede llenar de significado nuestra vida.
Dios está al lado de los que muchos consideran derrotados, porque para él no hay perdedores.
Jesús no sólo es absolutamente competente para transformar nuestra existencia, sino que nos regala una vida que jamás se termina.
Hay algo que no cambia: Dios nos ayuda en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo en los que nos parecen más complicados.
Al llegar arriba nos damos cuenta que no hay nada. «Siéntate en el suelo [...] pues ya no hay trono».
Quiero ejercer mi derecho a escuchar a todos y no ir más allá de lo que me dicen de una manera sencilla y sincera.
Lo mejor que recibimos de Dios es su presencia: estar con él, vivir con él, saber que nos cuida, que es nuestro Padre.
Pero la historia siempre tendrá un lugar trascendental para aquellos que han aprendido a ayudar.
Es fácil saber cuándo se va por buen camino, casi siempre suele ser hacia arriba.
Era una de esas personas extraordinarias que piensan siempre en los demás y en el reino de Dios, y casi nunca en sí mismos.
Hay personas que mueren cada día, que no encuentran ilusión en nada, que viven sólo para “cubrir el expediente”.
Los celos son tan crueles que te enseñan lo que no existe y te hacen ver lo que nunca ha ocurrido. Lo único que existe es lo que tú crees que existe: mejor dicho, lo que tu envidia te dicta que existe.
Este es el momento de dejar muchas cosas a un lado y ocupar nuestra vida con aquellos a quienes amamos.
Somos capaces de renunciar a lo más trascendental para nosotros en un gesto de heroicidad si sabemos que podemos ayudar a alguien; pero las pequeñas frustraciones nos hunden.
Dios nos enseña que pocas cosas hay más espirituales que ayudar a los que lo necesitan; que el ayuno que él espera de nosotros es que demos de comer al hambriento. Así de sencillo.
La integridad es asunto muy difícil porque no estamos hablando solo de nuestra vida financiera, social o familiar, sino que también incluye todo lo espiritual.
Dios quiere ver a sus hijos jugando, escuchar cómo sale de ellos una voz de alegría porque se están divirtiendo.
Sólo el que arriesga su vida la gana. El que no, la está perdiendo en cada momento.
De vez en cuando deberíamos comprender que Dios usa a personas sencillas que saben que todo depende de Él, y viven dependiendo de Él en todas las circunstancias y en todas las ocasiones.
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