El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En nuestro mundo la razón se establece por el número de personas que se adhieren a una idea, sea justa o no.
No es algo teórico, sino, desgraciadamente, más común de lo que fuera deseable, existiendo diversas maneras en que tal degradación ocurre, cuando el justo renuncia o traiciona a la justicia.
A estas alturas de la vida poco espero de la justicia de este mundo, pero me doy cuenta de que la fuerza del prejuicio es tal, que de nada sirven los argumentos.
Esta historia futurista nos muestra una sociedad cada vez más cercana, donde el hombre parece condenado a su destrucción.
¿Quién puede darnos razón de la desenfrenada sinrazón en la que el mundo está sumido?
Al dejar la ley se constituye otra ley, la que los impíos representan y promueven.
El ser humano casi nunca acepta la justicia divina. Se niega a reconocer su propia maldad y rechaza las consecuencias de ésta.
Todas las películas son espejos, aunque no nos guste lo que veamos en ellos. Una de las que más me ha sorprendido este año es Joker de Todd Phillips.
“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”.
No todo aquello que nos hace sonreír o incluso tener cierta sensación de disfrute y felicidad es bueno sin más.
Dios no elimina el mal porque para hacerlo debería primero anularnos como personas. Tendría que quitarnos el libre albedrío con el que fuimos creados.
Es lógico que el ser humano se haya venido preguntando desde siempre acerca de la paradoja que supone la creencia en un Dios bondadoso y poderoso, frente a la cruel realidad del mal que evidencia la naturaleza.
Es posible que Dios creara el mundo con la posibilidad de que pudiera existir el mal, pero que fuera la equivocada elección del ser humano, al decantarse hacia lo malo, la que lo hizo realidad.
Nada mejor que hacer en el día de hoy que ayudar a aquellos que están llorando y consolar a aquellos a quienes casi todos menosprecian.
Nos parece bien buscar la justicia, cuando se trata de algo general, pero cuando lo que revela es la maldad de nuestro propio corazón, todo son excusas.
No podemos negar que más de una vez y más de dos, con el corazón al borde del colapso, nos cruzamos de brazos y ese tiempo se nos hace eterno esperando ver como el amor de Dios viene hacia nosotros.
El siglo veinte comenzó con optimismo. La suposición que prevalecía era que somos fundamentalmente buenos y el avance de la civilización haría que el amor fuera una realidad universal. ¿A dónde han ido las flores? La utopía ha fracasado.
Uno descubre que la persecución de esa ballena blanca no es sino un símbolo y espejo de esa fatiga universal que asola el espíritu del hombre.
Hay un Acán dentro de cada uno de nosotros, cuya codicia no duda, para satisfacer sus deseos, en transgredir las claras normas que han sido dadas.
Caminar con alguien supone andar en la misma senda y la senda en la que Noé caminó fue la senda de Dios.
Todos llevamos máscaras, bien para ocultarse o para mostrarse, fabricarse una identidad o combatir las pesadillas que te atormentan dentro del espejo de ti mismo.
Lo que hace del mundo de Gotham algo tan parecido al nuestro, es la realidad oscura de sombra y corrupción, que hace que nadie esté libre de pecado.
Nos hacemos más cercanos a las bestias conforme pasa el tiempo, más inmediatistas, más ajenos a todo lo que no sean nuestros propios impulsos.
Los cristianos no son personas mejores que los demás, ni más morales, o religiosas. Son seres rescatados por Dios, que nos arrebata del poder de la oscuridad.
La expresión de Keats que ha escogido Faithfull para hablar de la “capacidad negativa” recuerda al lenguaje del apóstol Pablo en Romanos 7, cuando reconoce que “no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere”.
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