El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿Cuáles son los retos y las oportunidades que nos saldrán al paso cuando lleguemos al final de nuestras vidas, y qué podemos aprender de los incontables cristianos que nos han precedido?
Las Jornadas de Bioética concluyeron abriendo preguntas, al observar cómo los adelantos tecnológicos traen bienestar y peligros, apelando a las cuestiones más básicas del ser humano.
En las Jornadas de Bioética se exploró la responsabilidad humana del cuidado de la creación, un asunto altamente politizado en el debate social, pero que “debe ir en paralelo” al cuidado del ser humano, mantuvo John Wyatt.
La mayoría de las preguntas sobre la vida y la muerte están rodeadas de experiencias personales y emociones heridas. Wyatt aboga por una defensa de los principios cristianos anclada en la compasión, “al estilo de Jesús”.
El conferenciante invitado a las IV Jornadas de Bioética presenta una primera reflexión sobre la importancia de luchar por la dignidad del ser humano ante la deshumanización que avanza con la tecnología.
Pertenece a ese grupo de teólogos y pensadores que, durante el siglo XVI, alcanzó notoriedad, aun cuando no consiguieron los reflectores de los reformadores más visibles.
John Wyatt, el conferenciante principal del las próximas Jornadas de Bioética, explora en esta entrevista la respuesta cristiana a diversos temas candentes, como aborto, eutanasia, inteligenca artificial y cuidado de la creación.
Sus escultores franceses (Henri Bouchard y Paul Landowsky) intentaron reflejar el gran conocimiento bíblico de tales teólogos mediante la posición de sus dedos.
Sin verdad no hay confianza, ni comunicación genuina, ni comunidad real, ni democracia verdadera. Solo manipulación.
“Miles de personas influyentes en la misión global de todas las naciones del mundo” se reunirán en Corea del Sur cincuenta años después del primer congreso sobre evangelización mundial (Lausana 1974).
El ministerio de capacitación en predicación expositiva organiza para octubre su primer gran encuentro en España, con el lema “Predicadores de Cristo en un mundo escéptico”.
El momento más difícil de su vida fue cuando cayó en el mundo de las drogas. Sólo Dios pudo sacarle de aquel “infierno”.
Al llegar al final de esta serie –la más larga que recuerdo haber hecho nunca–, me doy cuenta de que se ha vuelto algo tan personal, que Stott es parte de mi vida.
Al hablar con otras personas, Stott buscaba lo que les unía a ellas, pero también aclarar las diferencias.
Su nombre aparece siempre el primero en los listados de teólogos evangélicos que hubieran cuestionado la doctrina tradicional del infierno. ¿Cómo es esto posible?
Como dice Samuel Escobar, Stott nos ha dejado el ejemplo de su vida, pero también el legado de una teología “evangélica”.
Para Stott, “no hay explicaciones alternativas a la Cruz, como si tuviéramos una amplia gama en la que elegir, sino imágenes complementarias, una de la otra”.
Los rasgos principales de la predicación de Stott, decían, son: su base bíblica, el equilibrio con el que trata los temas, la forma intelectual en que lo hace y la manera cómo evita toda teatralidad.
Cuando pensamos en el silencio de hombres como Stott o Lloyd-Jones cuando se legalizó el aborto en Gran Bretaña en 1967, al considerarlo un “mal menor”, nos damos cuenta de cómo ha cambiado el movimiento evangélico desde los años 80.
El mundo evangélico sería otro si tuviéramos la misma generosidad con aquellos con los que diferimos doctrinalmente.
Si se suele fechar el nacimiento del pentecostalismo histórico en la calle Azusa de Los Ángeles en 1906, el movimiento carismático se dice que nace en 1960 en la Iglesia Episcopal de Van Nuys, en California, o sea una congregación de la Comunión Anglicana.
Para Stott la respuesta evangélica no es la indiferencia ni la imposición, sino “la tercera vía”, que confía en el poder de la Palabra para la transformación del mundo.
Aunque todos tienen su libro favorito, no hay duda de que el más apreciado de Stott, por llegar a ser instrumental para la conversión de muchas personas, fue “Cristianismo básico” (1958).
Lo que me propongo en este escrito es ofrecer un listado sencillo y claro de los pasos que seguí durante muchos años para abrazar la doctrina de la perfección cristiana.
Stott encontró un lugar en los años 50 donde retirarse a leer, meditar y escribir, o simplemente mirar los pájaros, en la costa noroeste de Gales.
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