El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Como cristianos, nuestra lealtad última no pertenece a ningún estado o nación, sino al Reino eterno de Dios, un reino de justicia y paz que jamás será destruido.
La batalla contra la secularización es una lucha constante que requiere vigilancia, disciplina y una profunda dependencia de Dios. No podemos bajar la guardia ni ceder a la presión de conformarnos al mundo.
El reto es formar discípulos con una cosmovisión bíblica sólida, optimista y apasionada, que sean capaces de moverse en la época digital con soltura y precisión.
La Biblia nos enseña que Dios nos ha dado dominio sobre la creación y nos ha llamado a ser mayordomos sabios de sus recursos. Esto incluye a los ordenadores y las tecnologías relacionadas.
Resistamos la tentación de plegarnos a los dictados de los guardianes de lo políticamente correcto y salgamos a las calles, a las redes sociales, a los medios de comunicación, armados con la verdad y la gracia.
No es conveniente cerrar los ojos ante los peligros y problemas, pero el mundo no solamente se define por sus calamidades.
Existen argumentos sólidos que respaldan una redacción del libro de Apocalipsis considerablemente anterior a lo que comúnmente se asume.
Engreídos en su prosperidad, la iglesia de Laodicea le había cerrado la puerta al mismo Señor.
El caso del Sinaí nos muestra que urge una estrecha colaboración entre teólogos con una firme convicción en la fiabilidad del texto bíblico, arqueólogos, historiadores y geógrafos.
Todo el mundo da por sentado que el monte se encuentra en la parte sur de la península que lleva el mismo nombre. Sin embargo, hay muchos indicios de que el Sinaí bíblico no se encuentra en esa zona, sino en un lugar completamente distinto.
El nacimiento de Jesús suele presentarse plagado de adornos. Pero, en realidad, es la historia de un nacimiento normal en un entorno humilde.
Se ha formado a lo largo de los siglos la feliz idea de que Jesús y sus discípulos vivían felices sin la necesidad de manejar fondos, porque el Padre Celestial lo iba a proveer todo de forma milagrosa. Pero las cosas no eran exactamente así.
Vamos a investigar algunos hechos sobre las dificultades relacionadas con la historia, el significado y la interpretación del nombre Jehová.
No perdamos de vista el contexto multilingüe que se vivió en el tiempo de Cristo.
Se ha extendido la idea de que Jesús era solo un carpintero. Pero ¿qué podemos entender de la palabra usada en el idioma original sobre la profesión que tuvo Jesús?
En el mundo evangélico existe más de una leyenda urbana, mito popular, bulo, que nos proponemos abordar en esta nueva serie.
Como cristianos estamos en camino y siempre en movimiento. Nuestra meta es el cielo y nuestra vida se compara en la Biblia con un peregrinaje.
Hacer buen uso de lo que el Señor ha puesto en nuestras manos es una de las primeras verdades que un discípulo de Cristo debe aprender.
El tiempo no solamente requiere de un uso responsable: hay que saber también lo que come nuestro tiempo de forma innecesaria.
Igual que los bienes materiales, el tiempo es un regalo de Dios que hay que administrar bien. Pero tiene unas características particulares.
Una de las cosas más relevantes que un creyente tiene que aprender es saber distinguir entre cosas que tienen valor eterno y cosas que no lo tienen.
El cristiano que confunde sus prioridades y lealtades al final convierte su vida en un desastre.
En la Biblia vemos una unidad inseparable entre el conocimiento y la práctica.
El Dios de la Biblia es un Dios que habla. No es un Dios mudo o distante, sino que se comunica con nosotros a través de su Palabra.
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