El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se necesita fe y valor para restaurar una relación que se ha roto. Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios.
La depresión no debe tomarse nunca a la ligera. Compartimos algunas sugerencias para lograr la recuperación.
El proceso de recuperación se construye sobre el fundamento de enfrentar la verdad, por mucho que duela.
Hay esperanza para aquellos que luchan con la oscuridad de la depresión.
Existen varios factores, tanto dentro como fuera del control de la persona, que contribuyen a esa condición que cubre la vida como una nube oscura.
Independientemente de cómo llegue, la depresión puede afligir el alma como lo hacen pocas experiencias personales.
Puesto que fuimos hechos para vivir para el Dios que nos hizo, nada está en su sitio hasta que lo encontramos.
Establecer fuentes de quietud y crear hábitos pacíficos nos da recursos maravillosos para lograr la paz interior.
Cuando vivimos en paz resistimos el estrés inducido por nosotros mismos, pero esa paz crece con el estrés que produce Dios.
Nos hacemos esclavos de expectativas que no se pueden satisfacer, que nos frustran.
Dios te llama a volver a formar parte de su historia y a reconectarte con la redención y la restauración que corren a lo largo del drama.
El autocontrol por sí solo no resuelve los problemas fundamentales de esta lucha.
A menudo, detrás de la idolatría de un hombre hay un conflicto basado en la duda de si Dios podrá ofrecerle algo mejor que lo que él puede encontrar en el mundo de la pornografía.
La sociedad, las mujeres, las relaciones conyugales, y los usuarios individuales sufren consecuencias devastadoras.
Trágicamente, la mayoría de los hombres no admite que tiene un problema hasta que ya ha sido atrapado por ello. Pero no tiene por qué ser así: hay salida del pantano de la autodestrucción sexual.
Nuestro tiempo diario con el Señor va a ayudar a aumentar nuestro amor por Él y nos va a capacitar para agradarlo en todo lo que hacemos.
Jesús quiere que le comuniquemos nuestras inquietudes. Él escucha y le preocupan los detalles de nuestra vida.
El tiempo a solas con Dios llevó a Jesús de vuelta al propósito para el cual vino al mundo: a buscar y a salvar lo que se había perdido.
En nuestro tiempo devocional, nos hacemos conscientes una vez más de que somos llamados por el Señor del cielo y de la tierra.
Cuando el tiempo devocional es la prioridad, centrarnos en Dios pone las cosas en la perspectiva correcta.
Es precisamente cuando nos sentimos tensos por las exigencias de la vida que se hace más importante un tiempo de reenfoque espiritual.
Qué difícil es para muchos cristianos encontrar un tiempo devocional diario.
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