El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Este mundo es mucho mejor por las pequeñas decisiones de miles de personas que no se rinden.
Dios puso dentro de nosotros ese sentimiento de justicia. La necesidad de un ser superior que tenga la última palabra en todo es la sed de Dios dentro de nuestro corazón.
Un amigo es un espejo donde te puedes ver de una manera real para examinar lo que está bien y lo que está mal.
Si queremos ir mucho más allá de la religiosidad y el poder del dinero, lo que necesitamos es aprender a vivir con la misma pasión que demostró el Señor Jesús.
Si solo confiamos en las riquezas, somos los más dignos de lástima de todos los seres humanos.
El no pensar nos ha llevado a vivir sólo de lo aparente, de lo que se ve.
A veces estamos tan inmersos en nuestras actividades y en nuestra vida religiosa que no nos damos cuenta de qué tipo de personas podemos llegar a ser.
Olvidamos que cuando hablamos mal de otra persona, llenamos de amargura nuestro corazón y dejamos de ser nosotros mismos.
Pocas cosas deshonran tanto a Dios como aquellos que dicen seguirle y no le aman.
El honor de haber hecho el bien es algo inenarrable, porque va más allá de las consecuencias de lo que hacemos.
Lo más trascendental en nuestra vida es amar a Dios y saber que él está con nosotros.
Podemos vencer cualquier circunstancia y enfrentarnos a las situaciones más difíciles, pero no sabemos como desprendernos de los recuerdos que nos hieren.
El secreto de la primera iglesia fue la absoluta dependencia del Espíritu Santo en oración en todo lo que hacían.
La diferencia capital entre la religión y el Señor Jesús es, quizá, la expresión de la gracia.
La promesa de la vida eterna es una de las esperanzas más firmes de todos los que confiamos en Dios.
Cuando vivimos estresados no nos damos cuenta de que Jesús está a nuestro lado y lo más importante para Él no es lo que hacemos ¡Nos quiere a nosotros!
Cuando van pasando los años nos damos cuenta de que ya no medimos los días, sino que se escapan de entre nuestras manos.
Muchos ya no comprenden que el matrimonio puede ser algo sublime, si sabemos trabajar el amor.
Podemos encontrar algo dentro de nosotros mismos por lo que reírnos. El buen humor es un regalo de Dios.
Estamos construyendo una sociedad basada en la apariencia, en la que los “buenos modales” muchas veces son la mejor distinción de un ladrón.
Cuando buscamos la trascendencia en cualquier otra cosa, persona o situación, dado que es material y finito, nuestro corazón sufre porque se vuelve limitado.
Vivir disfrutando de la presencia de Dios en todo momento realmente puede transformar nuestra vida porque Dios nos espera, nos escucha, nos habla y derrama su amor y su gracia sobre cada uno de nosotros.
A veces llegamos a vivir absolutamente inmersos en el pecado mientras asistimos a la iglesia o incluso «servimos» a Dios, así que pensamos que estamos un poco mimados por él y nos sentimos especiales.
Esperar la segunda venida del Señor Jesús y nuestra boda con Él no es abandonar lo que estamos haciendo, sino sencillamente desear ese día con todo el corazón.
Hoy los amigos ya no se comprometen, simplemente porque no saben abrazar ni mirar a los ojos ¡Ni mucho menos llorar juntos!
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