El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El escenario es el mismo y nada parece igual. Una montaña de herrumbre y chatarra; vertedero lleno de recuerdos.
Quiero crecer aferrada a Dios, que mis raíces estén arraigadas a sus preceptos. Aclimatarme a su amor y establecerme siempre en la periferia de su gracia.
Nunca voy sola, es por ello que confío en que al final de mi recorrido encontraré un remanso de paz en el que reposar eternamente.
Las estrellas tienen que nacer, producir elementos pesados y luego morir para que estos elementos puedan utilizarse para formar planetas, y luego tienen que pasar unos cuantos miles de millones de años antes de que la vida llegue hasta nosotros.
Dejé de hacer juicios de valor y comencé a interceder por ella, pedir a Dios que tomara entre sus manos esa rota vasija, ese pájaro herido y vertiera sobre él un bálsamo restaurador.
El silencio nos aporta la claridad que necesitamos para poder comprender, nos ayuda a sopesar los momentos adversos por las cuales pasamos y a evaluarlos con más precisión.
Su Palabra alumbra los recodos oscuros, las celdas profundas, el pasado lamido por el temor y la ausencia de vida.
Cuando descubrimos la Luz, nuestros ojos aprenden a ver.
Los recuerdos se diluyen con sabor a nostalgia.
No quiero caer en las redes del costumbrismo, del hacer por hacer, de seguir una mera tradición sin sentir realmente que lo que hago está avalado por una profunda convicción, un creciente conocimiento de Dios: Él es quien rige mi vida.
Hoy quiero recoger mi maltrecho equipaje y desalojar el ayer. Verter sobre ti mi desconsuelo.
Hablamos más de lo que debiéramos. Expresamos muy apresuradamente aquello que pasa por nuestra cabeza.
Hay una concepción de Dios, desgraciadamente muy común, que consiste en enchufar a Dios en las lagunas de la ciencia.
Hasta aquí tu voz me confortó indicándome el camino a seguir, me mostró una senda diferente.
Dios me enseña a esperar; mis preguntas serán contestadas en el tiempo oportuno.
¿Seré como ese artilugio fútil?¿Estaré detenida, parada, sin dar aquello para lo que el Creador me diseñó?
Sé que volverá la alegría y yo estaré ahí para verte coronada de ilusión.
En ocasiones la vida te ofrece la oportunidad de hacer un alto en el camino, sentarte junto a la ribera de tus apremios y silenciosamente encauzar con la ayuda de Dios todo lo que no está funcionando de forma adecuada.
El zarandeo al cual voy a ser sometida es inevitable, por ello mi corazón se frunce sabiendo que Él está en medio de la adversidad.
Sus sonrisas las entiendo a la perfección, ese lenguaje universal que no conoce fronteras. Es una contraseña entre conocidos y desconocidos.
Buscar entre la espesa bruma de la aflicción ese rayo de esperanza que nos ofrece el necesario consuelo.
¡Confía en mí! Oigo en mi interior esos vocablos que tanto bien me han de proporcionar pero admito tanto me cuesta asumir.
No dudó, no escogió un camino alternativo, Él escogió la cruz y esa elección nos ha hecho libres.
Todo está cubierto de poesía, tan sólo hay que lanzarse a ver más allá de lo que hasta ahora han resuelto ver nuestros ojos.
Portando en sus manos una tibia taza que se enfría poco a poco, descubre sin asperezas la libertad tantas veces ansiada y delimitada en el ayer.
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