El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El lenguaje está para ser usado con propiedad, pero eso requiere intención, sensibilidad y práctica.
Habéis hecho la elección más difícil de hacer en estos casos: fiaros de Dios y dar gracias en medio de toda esta tormenta terrible que estáis viviendo.
Me pregunto si realmente estoy siendo sal, luz, un reflejo de mi Señor a un mundo que me necesita.
Él aparecerá a nuestro lado; en medio del lugar a ninguna parte, aparecerá un camino hecho por Él.
¡Claro que tenemos que ser santos! Pero si pasamos la vida en una especie de lucha y duda constante que nos oprime, no podremos disfrutar al completo del gozo de la libertad que Cristo ganó para nosotros.
Existe un sol que puede brillar sobre nuestra existencia comunicando con su luz también calor y guía. Se trata de Dios.
Este anuncio no lo hicieron los fuertes de la tierra, los poderosos y ricos, los gobernantes o sabios según el mundo.
En Jesús encontramos a un Dios que no es indiferente, sino un Dios que llora con nosotros.
¿Por qué no se dirige al Señor para abrirle su corazón y suplicarle que lo alivie en su dolor? Puede que acabe llorando, pero, a buen seguro, no se arrepentirá.
Nuestra sociedad tiene, pues, mucho que aprender de la Biblia acerca de cómo brindar apoyo a los afligidos.
El Espíritu es capaz de hacer que nuestras oraciones se transformen en poemas.
En el amor no puede haber deseos de sufrimiento y él te ama con locura, te sostiene.
El pecado de odiar, despreciar o rebajar al inmigrante no es nada nuevo.
Toma mi mano para que Tú me lleves hacia Tus propósitos; porque sin Ti guiándome me perdería.
El abuelo contaba a su nieto una historia. Siempre era la misma aunque nunca igual a la anterior.
Es caprichosa, nos divierte, nos engaña, juega cuando le apetece, nos riñe, nos enseña, nos encauza, nos maltrata.
Si hay algo realmente hermoso y bello es conocer a Dios a través de Jesús.
Versos escritos para una madre creyente que ha perdido a su hijo amado.
Serenándose y tratando de asimilar aquel chaparrón, le vino a la mente un dicho de su tía abuela: “¡Qué bien habla el sano con el enfermo!”
Ni las dificultades más terribles nos separarán del amor de Dios que se manifestó con enorme claridad en la cruz del Calvario.
El dolor y la pérdida de un bebé, ya sea en el vientre o en el parto en este caso, son insondables.
Siempre hablamos del sufrimiento del Señor Jesús, y es cierto... pero pocas veces llegamos a comprender el dolor del corazón del Padre.
El gozo verdadero no depende de las circunstancias.
Del sufrimiento propio sólo son plenamente conscientes el que lo padece y Dios.
Un nuevo cuento de Antonio Cárdenas.
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