El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Para muchos ciegos de nuestra cultura secular, la felicidad está en el poseer, en el consumir, aunque tampoco allí puedan encontrar sentido a sus vidas.
La obra evangelizadora debe asumir la promoción humana de los más desvalidos, de los que más sufren.
No son las obras las que nos salvan, es la fe, pero esta fe, si es viva necesita ineludiblemente, ser una fe activa en relación con el prójimo.
Todas las fuerzas culturales, sociales y políticas, tienden a la privatización de la religión. También a que la fuerza de la fe en la vivencia de la espiritualidad cristiana se aprecie lo menos posible.
No es atractiva la fe sin obras, la comunicación del Evangelio sin compromiso ante los pobres y los débiles.
Hay que eliminar ese silencio bajo el cual esconden sus vergüenzas todos aquellos que no quieren que el mundo los juzgue, pero no saben que hay otro juez que todo lo ve y que, un día, va a romper definitivamente ese silencio de muerte, silencio insolidario.
El sentarse relajadamente a la mesa, no podremos hacerlo mientras haya gritos de auxilio, demandas de ayuda urgente y desesperada.
La evangelización debe denunciar el pecado y, entre estos pecados, está la opresión de los débiles.
La acogida debe ser una actitud de todo creyente fundamentada en la gran acogida que Dios ha tenido para él.
Los que todo lo tienen guardado y asegurado, ¿cómo pueden hacer suya esta petición de la oración modelo de Jesús? ¿Cómo pueden pedir a Dios el pan de cada día, cuando lo tienen todo escondido en sus almacenes insolidarios?
La iglesia debería ser la organización que más trabajara, que más se esforzara, luchara, denunciara y evangelizara en favor de la puesta en marcha de los valores del Reino.
Miles de madres y sus bebés han podido ser atendidos en estos veinticinco años de funcionamiento del centro.
Gracias a Jesús hay poder que se transmite con la resurrección. Un poder que empodera a unas mujeres minusvaloradas, pero que empodera también a todos los débiles de la tierra.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. ¡Terrible grito! El Señor, el Omnipotente, asumiendo nuestro abandono, El Verbo que era en el principio, asumiendo nuestra soledad.
En épocas de Semana Santa, mi credibilidad en la justicia humana cae por los suelos. No siempre puedo creer en la justicia de los hombres.
Es compatible gozarse con el Evangelio, alabar, orar y dar culto a Dios en el seno de la iglesia, con ser una persona comprometida con el mundo, con el prójimo.
Hay que tener mucho cuidado para que muchos valores de una sociedad injusta, los valores en contracultura con la Biblia, no se metan por las grietas y resquicios de los muros de nuestras iglesias.
Pan bendito, signo o señal en el mundo de la solidaridad cristiana, de la fraternidad que debe reinar entre los que son hijos de un mismo Padre.
Los pobres os preguntarán que por qué vais así, por qué vais tan cargados, por qué no queréis ir ligeros de equipaje.
¿Quién podrá ponerse a trabajar, sino los redimidos, buscando un desarrollo humano y de la naturaleza que se base en principios y exigencias psicológicas, intelectuales, de dignidad de la persona, éticas, morales y religiosas?
Los cristianos debemos sentirnos interpelados en nuestra responsabilidad ante el prójimo viviendo la tensión a que las injusticias sociales y las estructuras de pecado y económicas de poder someten los valores bíblicos.
La indiferencia, siendo más sutil, es mucho más peligrosa y acaba arrastrando a millones de personas que dan la espalda a todo lo que suena a cristiano.
Muchos no se dan cuenta o no son instruidos sobre las miserias que se mueven detrás de la prostitución: trata de personas, mujeres abusadas y engañadas.
Mammón disfruta por las dependencias de sus templos paganos, los despachos de los grandes bancos, las Juntas de accionistas de los grandes centros comerciales y mira con sonrisa de oreja a oreja los coches de lujo y otras joyas.
Todo ritual que deja a un lado la misericordia, es vano.
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