El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Este modelo de microcrédito está facilitando que cientos de cristianos alrededor del mundo no tengan que marcharse, y por tanto el evangelio tampoco lo haga.
La trata se da casi siempre con fines lucrativos, aunque en algunos casos va más allá del beneficio económico y tiene como meta el apartar a las mujeres y niñas de su fe.
Una práctica que ha ido tomando fuerza en los últimos años y que se ha convertido en una palabra que leemos, cada vez con más frecuencia, entre los titulares de las noticias de la iglesia perseguida.
Hablamos y presumimos acerca de nuestra libertad “en Cristo”. Esta verdad de la libertad es tan grande que por sí sola debería de sacudir nuestro mundo y el mundo de todos los que nos rodean.
En este artículo tratamos la importancia de la correspondencia para que los cristianos sepan del amor de Dios por ellos.
Una de las cosas que he aprendido a través de los años sirviendo a los cristianos perseguidos es que ellos siempre son luz a pesar de la oposición que puedan encontrar.
En países como Siria e Irak, con varios millones de cristianos que vivieron el azote de ISIS, la última década ha sido nefasta.
¿Hasta qué punto los cristianos son libres, individual y colectivamente, para vivir sus convicciones cristianas más allá de su comunidad local?
La bondad e inocencia es muchas veces violentada por aquellos que quieren destruir toda fe.
Corea del Norte es un régimen hermético y celoso de la adoración a los líderes de la familia Kim, que no permite a sus habitantes la libertad de escoger su fe.
En este país apenas hay unos pocos miles de cristianos que no tienen ninguna o casi ninguna libertad para congregarse o celebrar cultos.
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