El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No es que esté mal buscar la pureza, pero cuando se hace desde la confianza en uno mismo, resulta ser eso de lo que estamos hablando, falsa pureza.
Los que rompen la unidad de la iglesia son, en el fondo, estos buscadores de la falsa pureza, los que tienden a convertir en pecadores a otros.
El curso ‘Hacia una iglesia libre de porno’ prepara su tercera edición. David Pérez, uno de los coordinadores, explica las experiencias positivas y la necesidad de que más personas se preparen para ayudar en las iglesias.
Siempre ha habido personas religiosas que se han considerado los más puros, iglesias que se creen bañadas en una pureza inigualable.
En la Biblia las salamanquesas eran considerados animales impuros por los hebreos.
La púrpura aparece en más de 50 versículos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y se refiere siempre al tinte de color rojo purpúreo a morado.
Las liebres solamente se mencionan dos veces en la Biblia, probablemente porque los hebreos no podían consumirlas, según las prescripciones de Levítico.
Lo impuro, desde la óptica bíblica, no es lo pecaminoso sino más bien todo aquello que incapacitaba formalmente para acercarse al santuario del Dios vivo.
Para los antiguos egipcios la lechuza simbolizaba la muerte, la noche, el frío, así como la pasividad.
Hay que romper los esquemas, hay que trastocar los valores del mundo, debemos prepararnos para ser diferentes, para remar en otra dirección, para escandalizar a un mundo cuyos valores están en contracultura con los valores bíblicos.
Quien puede subir al monte del Señor y permanecer ante su presencia es aquel que posee las manos limpias y puro el corazón.
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