El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los cristianos no debemos recatarnos en proclamar atrevidamente la salvación en Cristo Jesús siempre de manera amable y sencilla, a la vez que clara y persuasiva.
Vivir por fe es una actitud contraria a todo lo que vemos y oímos hoy en día, que nos invita a cuantificarlo todo y a controlar nuestro propio destino.
Entre tanto ruido y tanta incertidumbre en todo el planeta necesitamos un referente creíble que nos imparta seguridad y estabilidad.
El noble deseo de ser felices y la incesante búsqueda de la felicidad está insertada en nuestra alma.
He descubierto, a través de los años, que el sentido del éxito para Dios es muy diferente al nuestro.
La deshumanización a la que estamos asistiendo en el mundo entero, tiene que ver con la falta de compasión y misericordia hacia nuestros semejantes.
Nadie tiene poder para maldecir a la verdadera Iglesia de Jesús porque el Señor la cubre, la exculpa y la vindica como el gran trofeo de su amor.
Siempre me ha dejado un tanto perplejo ver y oír las incertidumbres en algunos sectores respecto a la deseable necesidad de un avivamiento hoy.
Nuestros hijos, nietos y nuevas generaciones se van a encontrar un mundo cada vez más deshumanizado.
La gran paradoja es que Dios nos persigue insistentemente con el incondicional amor de un Padre pródigo que nos espera con los brazos abiertos.
La corrupción y la mentira están íntimamente ligadas a la condición humana en su peor versión.
Hombres y mujeres, llenos del viento del Espíritu, no se dan por vencidos aunque soplen los vientos más huracanados de la adversidad.
Dios está buscando “Jetros” contemporáneos que influyan en otros positivamente.
Al parecer la estética de lo feo conquista el gusto popular. Como alguien lo definió, vivimos en el esplendor de la fealdad.
Ha quedado demostrado a través del tiempo, que todos estamos hechos de la misma pasta.
Este relato solo pretende ser un brevísimo avance de una figura social tan influyente, y a la vez tan desconocida para muchos, como es la del pastor evangélico.
La oración a Dios es un verdadero antídoto contra el afán, la angustia y la ansiedad.
Lamento la frivolidad de quienes reducen nuestra necesaria emotividad a un simple acto litúrgico-religioso.
Dios, el autor intelectual de nuestra existencia, nos ha enseñado a amar la vida, como nadie más puede hacerlo.
Nuestro desafío personal es vivir y andar cada día en el Espíritu, optando por las cosas que agradan a Dios y renunciando a todo lo que le desagrada.
Lo realmente importante es saber en qué lado del tribunal estaremos cuando se proceda al justo juicio de Dios.
Por causa de vivir en un mundo tan racionalista y materialista a la vez, nos hemos dejado intoxicar por el virus de la incredulidad.
Necesitamos salir de nuestra burbuja, de nuestro gueto, para encontrarnos con esa enorme diversidad de almas que deambulan.
Cuando Jesús dijo “que el ladrón ha venido para robar, matar y destruir”, estaba describiendo perfectamente al mismo Satanás.
Me sigue pareciendo asombroso que un Dios tan grande y tan poderoso se preocupe de nuestras pequeñas historias y se compadezca de nuestras miserias humanas.
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