El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Es la presencia de Cristo la que cada día hace que millones de cristianos que sufren intensamente por su fe en Él, se levanten de cada tropiezo.
Ojos parados, congelados, como moviendo el iris por dentro, buscando entre los pensamientos las respuestas a una guerra que no entienden.
Las diferentes religiones piden con mayor frecuencia la paz, pero en términos a menudo diferentes, y que revelan fuertes tensiones entre ellos.
― Estáis muy equivocados, no os preocupéis, este edificio se destinará a servicios.
“Miembros de la iglesia y amigos han abierto sus casas, cocinamos para ellos, nos encargamos de las medicinas, organizamos sus viajes”, dice un obrero cristiano en Hungría. En Rumania, “las iglesias trabajan juntas para ser más eficientes”.
¿Cómo asegurarnos de que la ayuda será útil para los refugiados de Ucrania? Miqueas Forster de GAiN España responde a esta y otras preguntas.
“Casi todas las iglesias de Moldavia están haciendo algo, hay dolor, no miedo”, dice un cristiano en el país. Un periodista finlandés: “Tenemos 1.300 km de frontera común, las batallas con Rusia están muy arraigadas en la memoria de nuestra nación”.
La paz en el mundo en el que vivimos en nuestro aquí y nuestro ahora, también es algo que interpela al creyente.
Su identificación con el sufrimiento de Cristo no le dio un sentido de perdón y nueva vida.
Mientras el conflicto en Ucrania se recrudece, con ataques que cada vez afectan a más población civil, se hace especialmente necesario pensar en la paz.
En su mayoría eran jóvenes con problemas derivados de la escasez de trabajo y el difícil acceso a la vivienda.
La muerte, como cierre de la vida, transforma la expresión total de una existencia. Así la vio Don Quijote, con rostro humano.
El Evangelio es siempre una respuesta contracultural y transformadora, poderosa en el amor. Esta nos convoca a hacer de la vida personal y familiar, comunitaria y global, un caminar hacia el mundo nuevo de Dios, detestando toda violencia y procurando siempre la justicia y la paz. Por Osvaldo Mottesi.
Alzamos nuestras voces al unísono para interceder por quienes sufren. Pedimos al Padre que doblegue los corazones duros y los vuelva sensibles.
El encuentro, organizado por el Consell Evangèlic de Catalunya, ha reunido a iglesias locales y a los representantes de la comunidad evangélica ucraniana en la ciudad.
Las exigencias del Concilio de Vaticano II (1962-1965) y la presión internacional obligaron al régimen franquista a modificar el Fuero de los Españoles de 1945. Franco tuvo que promulgar una nueva ley que posibilitará la libertad religiosa y de conciencia que estaban luchando y esperando el pueblo evangélico durante décadas.
Orar y ayudar está en nuestra tónica, que va muchísimo más allá de la ayuda humanitaria; porque entra en juego el poder del gran Dios bendito de nuestras vidas, un Dios que ama, que murió en una cruz para poder salvarnos.
Lo que las guerras matan en las personas es más que solo cuerpos. Las guerras matan a los muertos y a los vivos en vida.
“Necesitamos arrepentirnos por lo que hemos hecho, primero ante Dios y luego ante el pueblo de Ucrania”, escriben los pastores en una carta abierta.
Andrey Tyschchenko es el pastor de una iglesia evangélica en Járkov, una de las ciudades más castigadas por el ataque de Rusia. Ahora se encuentra refugiado en Polonia con su familia.
La Asamblea General celebrada este miércoles aprobó la candidatura por unanimidad.
Es vicedecana de la Facultad de Teología UEBE, vicepresidenta de la UEBE y pastora en Madrid (San Sebastián de los Reyes-Alcobendas).
Había algo que el maestro no nos podía decir desde la racionalidad y lo intentaba desde la extravagancia.
En Rusia, los cristianos evangélicos piden a Vladimir Putin que busque una negociación para “encontrar una solución pacífica”.
Tanya Pinchuk, una periodista evangélica que vive en Kiev, nos cuenta cómo están viviendo la invasión. La mayor ayuda que pueden recibir, dice, es “orar” y “no guardar silencio” sobre lo que están sufriendo.
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