El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Hemos llegado a un nivel de estatismo donde todo lo que necesitamos lo reclamamos al Estado como si fuera la única fuente que garantiza nuestra existencia.
Como cristiano, Mr. Rogers nos presenta un ejemplo de fe en alguien que no sólo ora por las personas y lee la Biblia de rodillas, sino que cree en un Dios encarnado, que ha tomado nuestro lugar.
La simple frase del primer mandamiento “Yo soy el Señor tu Dios”, es el mayor desafío al neo-paganismo que nos rodea.
Al llegar al final de esta serie, tenemos que darnos cuenta de que lo único que quería Packer era desafiarnos a conocer, amar y pensar sobre Dios.
Son la vara de medir del comportamiento humano y la base de la ética cristiana.
Solía llorar cuando predicaba. Era extremadamente sensible. En medio de mucha oposición, inició un movimiento de renovación que llevó a muchos a una fe personal y sincera.
El impacto de estas “diez palabras” se debe a un hecho insólito: reflejan el mismo carácter divino.
Lo mejor de su obra es la conexión tan fuerte que establece entre Cristo y el Espíritu. No podemos separar uno del otro.
Profundo poema-confesión de un autor religado a Cristo y a su ciudad amada: Salamanca.
Empecé a repartir folletos en el horario que tenía para salir de paseo por causa de la pandemia.
Packer comprendió que no hay tarea más fundamental para la teología que definir en qué consiste la inspiración y autoridad de la Escritura.
Para él la teología no era un nombre, sino un verbo. La definía como la actividad de preguntar y responder a la realidad de Dios como se ha revelado en la Escritura.
Packer acabó siendo “culpable por asociación”, para ambos lados. Para unos era un fundamentalista, para otros demasiado abierto.
Detrás del escenario humano, se percibe claramente la presencia de Dios. Yahweh estaba con José, guiando todas las etapas y circunstancias de su vida, como el Padre lo estuvo también con Jesús.
Para Packer, la clave de toda paradoja es que hay que mantener los dos por igual, sin hacer ninguna concesión al respecto.
Al Dios de la Biblia y a sus seguidores siempre se les percibe como competencia y amenaza. Y la sospecha tiene fundamento: no se puede servir a dos señores.
El Año del Jubileo nos desafía a pensar lo impensable: un duro reajuste de la economía con la condonación de las deudas acumuladas durante la crisis. Por David McIlroy.
La Biblia muestra la locura de confiar en nuestro entendimiento. ¿De dónde creemos que salen todos esos cristianos ufanos de su santidad que juzgan a otros creyentes, poniendo en duda incluso su salvación?
Existen “astrónomos de la gracia” que son capaces de teorizar mucho sobre la gracia de Dios, pero solo la observan desde lejos.
La redención conseguida y cumplida de Jesucristo y el poder de su nombre es suficiente para que Satanás y sus demonios huyan.
Si Packer se refiere tanto a la santidad, no es porque viera simplemente falta de ella, sino porque creía que había un concepto equivocado de santidad.
A los creyentes nos conviene saber con quién nos enfrentamos y qué es lo que hace.
Como Packer solía decir, su conversión “no fue nada espectacular”. Al final del mensaje, el predicador le mostró que para entrar en la fiesta había que venir a Cristo.
Al diablo le gustan los extremos: le agrada igual la exageración de su poder como la negación de su misma existencia.
No captar la importancia de la Caída, como Schaeffer, es caer en los dos principales errores que tiene el cristianismo contemporáneo.
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