El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¡Claro que es importante el destino! Pero la gran diferencia en la vida es quién nos acompaña en el día a día.
El Antiguo Testamento se cierra con las preguntas de Dios a un pueblo que ha caído en una religiosidad vacía.
Lo más importante en la vida no son los logros que podamos conseguir, sino que sepamos disfrutar del camino.
¡Nadie sabe lo bueno que tiene hasta que lo pierde! Mejor dicho: Todos sabían lo que tenían ¡pero no pensaron que podían perderlo!
Nuestra escala de valores se refleja en las prioridades que establecemos.
Nuestra misión es trascendental, porque el futuro del Universo depende de lo que podamos hacer a las órdenes del Capitán.
En este libro vemos el cambio que produce una persona que se apasiona por Dios.
Lo que Dios espera de nosotros es que, aunque tengamos preguntas o dificultades, creamos en Él.
Cuando sabemos que Dios conoce nuestro corazón, le amamos e intentamos no hacer nada que le deshonre. Cuando amamos a Dios, descubrimos nuestro honor.
El querer ser recordado por las barbaridades que hacemos es una de las motivaciones más estúpidas que pueden tenerse en la vida.
La justicia de Dios siempre se va a cumplir, Él tiene la última palabra.
Nadie admite el “probablemente” en su día a día, pero muchos sí lo hacen en cuanto a su vida espiritual.
No son los ricos o poderosos los que agradan a Dios, sino quienes hacen justicia, misericordia y viven en humildad.
Vivimos fortaleciendo continuamente nuestro cuerpo y nuestro exterior y debilitando la parte espiritual de nuestra vida; y de esa manera morimos un poco cada día.
Abdías habla sobre las injusticias de que Dios tiene la última palabra.
Es el momento de tomar la decisión más importante en nuestra vida: comprometernos a vivir cara a cara con Dios, desnudar nuestro corazón delante de Él en todo momento, y buscar su presencia cada día.
No es tan importante lo que decimos o aparentamos, sino lo que hacemos.
La gracia de Dios puede alcanzar a cualquier persona.
Vivimos gran parte de nuestra vida tratando de evitar el dolor para acabar dándonos cuenta que puede ser una bendición para nosotros.
Cuando vivimos en la gracia de Dios, aprendemos a dar, a compartir, a pensar en los demás; de esa manera llegamos a parecernos a nuestro Padre.
Algunos que se creen muy inteligentes cuando rechazan a su Creador no lo son tanto cuando nada puede satisfacer sus vidas.
La clave del libro es saber que Dios va a hacer justicia. Pero si volvemos a Él, seremos perdonados.
Hemos caído en el absurdo más absoluto, porque creímos que podríamos renunciar al único que puede llenar de significado nuestra vida.
El profeta habla de las bendiciones de la obediencia y las consecuencias de la desobediencia.
Dios está al lado de los que muchos consideran derrotados, porque para él no hay perdedores.
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