El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La trilogía que dirigió Coppola, cuya segunda parte cumple ahora 50 años, tiene “la intención de ser una especie de Orestíada mostrando cómo el mal reverbera en cada generación”.
En un sentido, El Padrino muestra las contradicciones de la religión americana. Su sacramentalismo pretende salvarnos mágicamente del pecado en que estamos inmersos.
Los dioses tienen pies de barro. Y cuando menos lo esperamos, nos decepcionan. Michael ha perdido la fe en la ‘Familia’.
Lo que repugna a algunos de El Padrino es la capacidad de corrupción del ser humano.
El orgullo es siempre el mayor obstáculo para reconocer la culpa. Si esto es así a nivel individual, lo es también a nivel colectivo.
En El Padrino, algo bueno como la familia aparece como una unidad criminal. Se presenta como fuente de luchas y lealtades pervertidas. Es lo que la Biblia llama un ídolo.
Nos preocupa demasiado lo que piensan los demás, tanto que a veces vendemos nuestra propia libertad por no enfrentarnos a nadie.
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