Platón decía que los seres humanos somos como vasijas agujereadas: podemos meter todo lo que queramos, pero nunca estarán completamente llenas.

Ni papá ni mamá han cambiado durante mi adolescencia y mi juventud. El que he ido cambiando he sido yo. Y mi forma de mirarles y entenderles.

La vida es corta. No la acortes más viviendo solo algunas partes. Vívela integralmente, vívela íntegramente.

¿Cómo puedes hablar así? ¿No ves que nos acomplejas? ¿No entiendes que eres ese ruido que nos despierta de la siesta?

Fue mi vida la que voló en pedazos con cada mala decisión que tomé. Dios, en su amor, envió a su Hijo Jesús para dar su vida por mí. Y gracias a este sacrificio pude recomponer los trocitos desperdigados por el camino y ser hecho hijo de Dios.

Queridos predecesores en la fe, en esta breve misiva quiero dos cosas: en primer lugar daros las gracias y en segundo lugar haceros una petición.