El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Nuestra mayor frustración tiene que ver con la necesidad de encontrar un sentido en la vida. Si negamos a Dios perdemos todo nuestro significado como personas individuales.
El dinero es lo más falso que existe: si confiamos en él, toda nuestra vida estará llena de problemas.
La fidelidad es una bonita palabra, pero suena mucho mejor cuando sabemos aplicarla a una relación.
Cada vez me siento más lejos de los que tienen el poder en este mundo y mucho más cerca de Dios, que gobierna el Universo.
La razón y la verdad están muy por encima de nosotros, simplemente debemos dejar que brillen sin preocuparnos de que los demás lo admitan.
Siempre hablamos del sufrimiento del Señor Jesús, y es cierto... pero pocas veces llegamos a comprender el dolor del corazón del Padre.
Sólo cuando reconocemos que nuestra vida pende de un hilo recordamos que no somos tan imprescindibles como creemos.
¡Claro que es importante el destino! Pero la gran diferencia en la vida es quién nos acompaña en el día a día.
¡Nadie sabe lo bueno que tiene hasta que lo pierde! Mejor dicho: Todos sabían lo que tenían ¡pero no pensaron que podían perderlo!
Nuestra misión es trascendental, porque el futuro del Universo depende de lo que podamos hacer a las órdenes del Capitán.
Cuando sabemos que Dios conoce nuestro corazón, le amamos e intentamos no hacer nada que le deshonre. Cuando amamos a Dios, descubrimos nuestro honor.
El querer ser recordado por las barbaridades que hacemos es una de las motivaciones más estúpidas que pueden tenerse en la vida.
Nadie admite el “probablemente” en su día a día, pero muchos sí lo hacen en cuanto a su vida espiritual.
Vivimos fortaleciendo continuamente nuestro cuerpo y nuestro exterior y debilitando la parte espiritual de nuestra vida; y de esa manera morimos un poco cada día.
Es el momento de tomar la decisión más importante en nuestra vida: comprometernos a vivir cara a cara con Dios, desnudar nuestro corazón delante de Él en todo momento, y buscar su presencia cada día.
Vivimos gran parte de nuestra vida tratando de evitar el dolor para acabar dándonos cuenta que puede ser una bendición para nosotros.
Cuando vivimos en la gracia de Dios, aprendemos a dar, a compartir, a pensar en los demás; de esa manera llegamos a parecernos a nuestro Padre.
Algunos que se creen muy inteligentes cuando rechazan a su Creador no lo son tanto cuando nada puede satisfacer sus vidas.
Hemos caído en el absurdo más absoluto, porque creímos que podríamos renunciar al único que puede llenar de significado nuestra vida.
Dios está al lado de los que muchos consideran derrotados, porque para él no hay perdedores.
Jesús no sólo es absolutamente competente para transformar nuestra existencia, sino que nos regala una vida que jamás se termina.
Hay algo que no cambia: Dios nos ayuda en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo en los que nos parecen más complicados.
Al llegar arriba nos damos cuenta que no hay nada. «Siéntate en el suelo [...] pues ya no hay trono».
Quiero ejercer mi derecho a escuchar a todos y no ir más allá de lo que me dicen de una manera sencilla y sincera.
Lo mejor que recibimos de Dios es su presencia: estar con él, vivir con él, saber que nos cuida, que es nuestro Padre.
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