El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
“Mientras que mi padre predicaba desde el púlpito, yo concentraba toda mi atención en el misterioso mundo de la iglesia”, decía Ingmar Bergman.
El cine muestra muchos ejemplos de virus que afectan al ser humano invadiendo el organismo y produciendo epidemias devastadoras que nos recuerdan nuestra fragilidad y vulnerabilidad.
Era más católico que romano. Tal vez por eso fuera el autor más cerca del protestantismo que haya habido en nuestro país desde la época de Unamuno.
¿Son los pequeños gestos y las convenciones sociales, los que permiten que podamos sobrevivir?
Hay personas tan llenas de vida, que uno se da cuenta que han sido hechas para vivir para siempre.
La indefensión que experimentó el escritor en su tierna infancia es fundamental para entender su dificultad para creer en un Dios, cuya gracia providente se muestra en un cuidado real de sus criaturas.
No era un movimiento al uso. No tenía programa, ni manifiesto alguno, sino que más bien era una eclosión improvisada de expresión creativa juvenil.
La ironía de aceptar esa realidad insatisfactoria es que nos libera para vivir nuestras actuales circunstancias.
A estas alturas de la vida poco espero de la justicia de este mundo, pero me doy cuenta de que la fuerza del prejuicio es tal, que de nada sirven los argumentos.
Esta historia futurista nos muestra una sociedad cada vez más cercana, donde el hombre parece condenado a su destrucción.
Savater observa que “con la religión hay gente que mejora y se purifica”, pero “para otros es una fuente de resentimiento, mojigatería y condena a los demás”.
En la película 1917, triunfadora en los Globos de Oro, Sam Mendes evoca la experiencia de su abuelo en la Primera Guerra Mundial.
El cine de 2019 ha vuelto la vista atrás, pero no sólo para situar las historias en un tiempo reconocible, sino para recobrar la mirada perdida.
La artista acaba de escribir sus memorias en tres libros, que van desde su infancia como Testigo de Jehová a su vida a finales de los años 60 y principios de los 70 con el fotógrafo Robert Mapplethorpe.
“Nadie sabe el problema que he pasado”, dice el góspel tradicional del siglo XIX. Y su versión del XX añade: “Nadie sino Jesús”.
Las referencias a los Evangelios llenan muchas de sus canciones desde los años 60, aunque su espiritualidad se hizo cada vez más compleja.
Todas las películas son espejos, aunque no nos guste lo que veamos en ellos. Una de las que más me ha sorprendido este año es Joker de Todd Phillips.
Samuel Beckett recibió una educación muy religiosa de su madre, que era “casi cuáquera”, pero en Francia se convertirá en uno de los creadores más importantes del llamado “teatro del absurdo”.
“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”.
HBO ha convertido la trilogía de Pullman en serie. En su mito de la creación, el origen de todo está en la materia.
Esta no es una historia de terror, sino sobre el terror.
Los cristianos creemos que nuestro lenguaje espiritual puede ocultar la realidad de lo que somos, cuando la Palabra de Verdad descubre nuestra impostura.
El final de los cómics de Astérix nos recuerda a la historia por antonomasia, la Biblia. Las fiestas judías iban acompañadas de banquetes.
Para Judee, la única verdad que sobrevive todo el vacío es lo que su hombre tiene que decir sobre el amor.
El filme logra, sin embargo, mostrar la emoción con la que Aretha se aferra a su fe en medio de sus problemas.
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