El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El poeta hace de guía a un hermano que visita la capital del Tormes. Tras ello escribe este poema que loa la fe a la intemperie, sin necesidad de imponentes templos.
El poeta acopia los tiempos buenos del vino y traza un periplo por las estaciones del Libro Sagrado.
El poeta se entraña en la figura y obra de su Amado galileo y, Evangelio en el corazón, ora por sí mismo y por sus hermanos en la Fe, en esa búsqueda de cumplir todo aquello que se espera de un cristiano.
El Eros sublime forma parte de lo Sagrado.
Cómodo resulta tildar de ‘comunista’ o ‘radical’ a todo aquel que intenta clamar por los más desamparados. ¿Habría que condenar a los profetas?
Versículos donde Dios está en carne viva, previsor en cuanto a su amparo a quien le sigue. Este poema también es un homenaje a Samuel Escobar, por sus 16 lustros de vida y por su magno ejemplo de práctica cristiana.
He aquí un testimonio que debe ser perenne en todo cristiano, a toda hora y no sólo el día de culto: “Y yo no me endomingo porque nazco a cada instante,/ convertido/ bajo la mirada de Dios, sintiéndome/ una porción de aire que no se separa de su aliento”.
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