El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los animales son seres instintivos cerrados sobre sí mismos, programados sabiamente para hacer lo que hacen sin poder salir de sus ecosistemas particulares.
“Y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas” (Ex. 8:24).
El instinto que posee la cigüeña demuestra fidelidad y amor a los suyos. Durante el primer mes de vida de los polluelos, siempre permanece a su lado uno de los progenitores.
En selvas, desiertos, cuevas, abismos marinos, arrecifes coralinos, etc., cientos de miles de criaturas que fueron diseñadas inteligentemente esperan que la mirada humana se detenga con interés sobre ellas.
¿Podemos vivir en medio del barro sin contaminarnos? ¿Entre compañeros corruptos procurando ser justos? Esto forma parte de la verdadera religión: guardarse sin mancha del mundo (Stg. 1:27b).
Capté este paisaje muy temprano en una playa del Algarve portugués. El Sol no se había despegado todavía del mar. Los tonos anaranjados lo cubrían todo como un inmenso filtro.
Ciertas aves rapaces que se usan en cetrería, como algunas especies de halcones, están más estrechamente relacionadas con pequeñas aves cantoras, del tipo jilgueros, que con otras especies de halcones y águilas.
Lo pequeño siempre me ha parecido bello. La escala de tamaños suele ser relativa en el universo. El macrocosmos es comparable al microcosmos, quizás porque a Dios le seducen las matemáticas.
Actualmente hay cristianos que están muriendo por su fe, mientras otros parece que estemos hibernando como los osos o viviendo del recuerdo de tiempos pasados. ¿Cuándo despertaremos de este sueño invernal?
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera (Cantares 2:7).
Es difícil describir la emoción que experimento cada vez que consigo enfocar, en el visor de mi cámara, una criatura aparentemente tan frágil como ésta. Inconscientemente, dejo de respirar un segundo antes de cada disparo.
“Pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is. 40:31).
Durante la época de reproducción, o en ocasiones de gran excitación, el pico y las patas se vuelven súbitamente rojos.
Poseen sentidos aparentemente simples: una red de neuronas, células que pueden detectar la luz y unas cavidades sensoriales que les permiten identificar a sus presas. Pero no tienen cerebro, ni ojos, ni tampoco corazón.
La lengua de las mariposas o espiritrompa, como ésta que fotografié en verano, es en realidad su aparato bucal modificado para absorber néctar.
Las arañas saltadoras, como ésta que capté sobre una maceta de mi balcón, apenas llegan al centímetro de longitud pero poseen una visión muy eficaz, que es una de las mejores que se conocen en el mundo de los artrópodos.
Llegan silenciosos de África, una semana o diez días antes que las hembras, pero en cuanto se posan en la Península Ibérica abren los picos y dejan escapar sus melodiosos trinos a los cuatro vientos.
Hay una gran diferencia entre los aguijones de avispas y abejas. El de las primeras es rectilíneo, afilado y lo pueden usar para defenderse tantas veces como sea necesario. Mientras que el de las abejas, tiene forma aserrada de arpón y cuando deciden clavarlo están firmando su pena de muerte.
Este pequeño petirrojo, que sorprendí en una tranquila alameda, también parece poca cosa, sin embargo es un valiente defensor de su territorio que protege contra los demás machos de la especie, mostrando su pecho naranja y sus trinos intermitentes.
La actitud de algunas personas recuerda la de estos peces. A pesar de vivir rodeados por las evidencias de un Dios inteligente que nos ha creado, prefieren “pasar sed” y no aceptan su existencia ni le reconocen en sus vidas.
El arrepentimiento sincero es siempre la mejor condición humana.
Constituye un plaga de origen asiático que ha colonizado ya otros tres continentes: Europa, África y América. Como en tantas otras ocasiones, fue introducida involuntariamente por el hombre a través de los transportes.
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