El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La presencia de reliquias es la negación del sacrificio de Cristo celebrado en la santa cena.
Los bulos del poder de las reliquias para salvar, o ayudar en el camino y ante el tribunal eterno, y de proteger en el tiempo presente son mentiras gordísimas.
El misterio de la iniquidad solo se derriba por la Espada del Espíritu, y esa la tiene y usa solo quien la tiene.
Se ha mostrado que precisamente el culto a las reliquias y a los santos es cosa de gente que conocía no solo la Biblia, sino bastante de la cultura del entorno.
Dios “nos confirmará hasta el fin, para que seamos irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesús Mesías”. Sea eso lo que sea, así es para nosotros.
Muchos latinos están pasando delante de nuestra casa. Y muchos con disposición evidente de compartir las bendiciones del mismo Redentor.
La Reforma hoy consiste en quitar la necesidad de mediación de la iglesia para salvación, y dejar en la esperanza la vida de la Iglesia por la que Cristo se entregó y dio su vida.
Si queremos reformar, hay que leer y protestar, empezando con la iglesia antigua. Esos “padres” escribieron cosas seguro que muy edificantes, pero también burradas.
Tenemos en los primeros momentos de la “iglesia antigua” una teología de salvación basada en supersticiones.
Los errores que infectan a la iglesia antigua, que luego crecen y se fortalecen, hasta hoy, nacen en proclamas y escritos con multitud de citas bíblicas. No podemos reformar sin tener en cuenta esos “cimientos”.
Para Lutero esa urgencia significaba entonces la demolición del poder papal, pues su permanencia suponía la continua corrupción del cristianismo.
El que conoce la extensión del poder del pecado, su muerte, está en condiciones de ver la supereminente potencia del Cristo, ahora proclamado como el salvador todosuficiente.
Lo malo es que los de la parodia se lo han creído. Nosotros la vemos tal cual es, por eso aborrecemos esas ofensas a la cruz y redención de nuestro Salvador.
El triunfo de Pablo no es la cristiandad, sino el reino que no perece, y en ese estamos.
Esa cristiandad corrompida y corruptora, tiene y usa la Escritura. No lo olvidemos.
¿Qué pasará cuando en las iglesias del futuro nadie vea, o si ve, no diga? Señor, tu misericordia.
El judaísmo antes, y la cristiandad después, son expresión de la corrupción sobre la Escritura y los frutos del Espíritu. Enemigos del Mesías Jesús, antes de venir y después de venido.
Esa iglesia llena de falsificaciones es, también, a la que se persigue.
Resulta que la sangre del martirio purifica. Ya no es sólo la de Cristo. Esto es el papado, y los suyos.
El bautismo es señal de ese agua viva que siempre brota, fresca, pura, que purifica nuestro nombre.
El misterio del mal es el que impide que el Reino venga, pero, como vemos, eso es la propia temporalidad institucional de la Iglesia.
Giorgio Agamben (1942-) es un pensador al que tienes que atender si te atienes a la actualidad.
No se trata de la ciudadanía en los cielos, la salvación, sino la ciudadanía en la tierra, con sus leyes temporales y circunstaciales propias, en la que estamos obligados los redimidos.
La paz y la santidad la tenemos en él. No la busques por otro sitio. Y cuando la tienes en él, la tienes.
Con la mala fama que tiene Calvino, ya es chocante que les ponga su lectura como ejemplo de sentido común y concordia, pero es así.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.