El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
― Tú, que por no comprar ni me regalas unos miserables aretes, ¿ahora has caído en la tentación consumista de esta generación?
Hasta que un amigo suyo, que le quería bien, le hizo una pregunta que le descolocó por completo.
La muletilla que está más de moda es “yo siempre digo”. Una aparente seguridad… que no deja espacio al otro.
Esta clase de circunstancias, lleva la firma de Jesús…
― ¿Y tú quién eres?
¡Qué bendición tan grande es la posibilidad de amarle!
― Pero si hago todas las tareas en casa, es la dichosa plancha que se me resiste.
Más de 2.500 niños han presenciado ya este musical que presenta la historia del góspel de una forma amena y profunda.
― Aquí están todos los héroes que luego se convierten en literatura y se dibujan.
― Es lo mismo que pasa con los billetes falsos, cuanto más se parecen al original, más pueden engañar.
― Por poco me persuades a ser cristiano.
― Después de la oración habitual de gratitud por los alimentos.
― ¿Qué haríais si yendo a lomos de un tigre no podéis bajaros porque os comería?
La función de Julián pasaba por reciclar el personal adormecido.
Al instante se estrelló en un solar próximo un satélite espacial de tecnología punta.
Y era extraño que, a pesar de posicionarse del lado de lo divino, las cosas les iban de mal en peor.
— Pero ¿en qué hemos estado perdiendo el tiempo hasta hoy?
Queriendo evitar el descrédito, ella les advirtió que sobre todo no hablaran.
Los discípulos del Señor Jesús ya habían asumido la realidad de cierto “inconsciente” en su relación con el Maestro.
― Todos me decían que lo hiciera, pero nadie se enfrentó a mi dragón como tú lo has hecho. He comprendido que tú me amas a diferencia de ellos.
―Dime… ¿de dónde vengo y a dónde voy? ― ¿Qué te pasa? Duérmete y mañana ya estarás mejor.
― ¿No ves la relación? A través de él catalicé la negatividad del ambiente.
Serenándose y tratando de asimilar aquel chaparrón, le vino a la mente un dicho de su tía abuela: “¡Qué bien habla el sano con el enfermo!”
— Yo no sé nada, ¿o acaso voy a saber más que Sócrates? —dijo Fulanito.
― ¡Padre!, ¿qué me está pasando?
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