El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Con lo que “sobra” del poder de Dios nuestra vida puede ser transformada.
El padre recibe al hijo con los brazos abiertos. Ese es el carácter de nuestro Padre celestial.
Como parte de la iglesia, debemos preocuparnos primero de amar a Jesús con todo lo que somos.
Jesús estaba continuamente invitando a las personas a seguirle, pero algunos pusieron excusas para rechazarlo.
El mundo piensa que los felices son los poderosos. Pero Jesús vino para cambiar por completo este concepto.
Pastores, personas sencillas. Magos, personas de ciencia y estudios. Ellos fueron “invitados” para el nacimiento de Jesús y quedaron impactados al conocer al niño.
Jesús nos enseñó que Dios ama y quiere restaurarnos. Así lo reflejó en su trato con los niños.
Es la idea más brillante y bonita de la historia: ese niño nació para todos, para transformarlo todo.
Jesús siempre restaura por amor. Así fue como hizo con Pedro al lado del mar.
En el Evangelio de Marcos se realza la mirada de Jesús en sus encuentros con distintas personas.
De Pedro aprendemos que la mejor actitud es hacer las cosas porque Dios lo dice.
Cuando dejas a Jesús en tierra, el viento es contrario. Pero él no abandona a los suyos.
Ellos nunca olvidaron el momento cuando fueron llamados por Jesús. Así pasa con nosotros.
Es Jesús quien pone calma aún en las tempestades más difíciles.
Sorprende acercarse a diferentes aspectos del carácter de Jesús: su calma, cercanía, determinación, perdón al enemigo y ejemplo.
El evangelio de Juan nos muestra a un Dios que se hace cercano por medio de Jesús.
Conocer a Jesús es una aventura que dura hasta la eternidad.
Jesús estuvo al lado de los que no tenían nada ni a nadie. Así nos enseña cómo es el amor de Dios.
Jesús desafía la incredulidad y nos revela que lo más importante es ser perdonados por nuestro Padre celestial.
Jesús lo advirtió: hay pequeñas actitudes o motivaciones que entran en la vida para dominarnos.
Una pregunta crucial para nosotros es: ¿hay algo más importante que Jesús? Porque todo lo demás nos lleva a la muerte.
Jesús es mayor que cualquier persona, circunstancia o situación.
Jesús enseñó grandes lecciones haciendo preguntas profundas, y a veces, incómodas.
Si amamos a Dios, somos nosotros quienes debemos preocuparnos por ayudar a los demás.
Cuando pensamos que somos mejores que otros o importantes es cuando estamos más lejos de Jesús.
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