El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Si amamos a Dios, somos nosotros quienes debemos preocuparnos por ayudar a los demás.
Cuando pensamos que somos mejores que otros o importantes es cuando estamos más lejos de Jesús.
No sólo debemos conocer sobre Jesús, sino confiar en él. Eso marca la diferencia.
Una lección de vida: si hay alguien necesitado a nuestro lado, debemos preocuparnos por él.
Aunque Jesús fue muy claro al respecto, nos gusta mucho más el dinero de lo que pensamos.
El encuentro de Jesús con un joven rico nos hace pensar en cuáles deben ser las prioridades en la vida.
Somos sal y luz: ambas se dan, pero también se gastan; ambas potencian la belleza de Jesús.
Jesús enseña varias lecciones fundamentales para nuestra vida en la parábola del sembrador.
Aunque a su alrededor las personas le mandaban callarse, Jesús escuchó el clamor de un ciego.
Jesús no sólo enseñaba para convencer, sino para dar vida. Mostró que se preocupaba por cada persona en particular.
Jesús restauró la salud y la imagen social de una mujer enferma y despreciada.
El encuentro de Jesús y la mujer de Samaria nos muestra su corazón, cerca de los que sufren.
¿Te imaginas a una de las personas más importantes de tu ciudad subiéndose a un árbol para ver a Jesús?
¿En quién vas a confiar? ¿En ti mismo, en otras personas, o en Jesús?
¿Qué pensaría Simón de Cirene al llevar la cruz de Jesús? Fue obligado a hacerlo, pero lo más importante es que cambió su vida.
Jesús se identificó con nosotros. Vino a hacer la voluntad del Padre y así transformó el mundo.
Hizo una auténtica revolución en una sociedad y cultura en la que la mujer era despreciada.
El cristianismo es distinto a otras religiones porque Jesús trajo el reinado de la gracia, para disfrutar de una fiesta eterna.
El trato de Jesús fue de cercanía, una expresión de compasión hacia aquellos que eran despreciados.
Jesús venció la tentación de Satanás. Pero, ¿y nosotros como iglesia?
Jesús transforma el agua en vino: así comienza una fiesta sin igual, la de una vida llena de alegría.
Juan el Bautista estaba pegado a la verdad y apasionado por ella. Hoy Dios busca personas como él.
Jesús pasó muchos años dedicado a su trabajo como carpintero. ¿Hay algo que podamos aprender de ello?
La genealogía de Jesús no oculta nombres que seguramente nosotros hubiéramos querido borrar. Aprendemos así lo que significa la gracia de Dios.
Nadie hubiera inventado una historia así: no sólo que Dios se hace hombre, sino que se hace un bebé.
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