El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Los ataques terroristas en Francia generan preguntas que la sociedad tendrá que responder sobre convivencia, libertad de expresión y de conciencia en el continente europeo.
Las diecisiete muertes tras los ataques terroristas sufridos en la capital francesa la pasada semana han traído a la actualidad un debate que se acrecienta en Europa.
A través de los movimientos migratorios que se ha dado desde la segunda mitad del siglo XX, sobre todo desde África, las comunidades árabes han establecido una presencia creciente en el continente, presentando diversos retos, entre ellos la convivencia entre cosmovisiones diferentes.
“¿Qué nos deparará el futuro? ¿Se están cumpliendo ya las predicciones de Samuel Huntington cuando dijo que las guerras del siglo XXI se deberán al choque de civilizaciones?”, se pregunta Antonio Cruz en su artículo de este domingo en Protestante Digital. Un choque que, en opinión del pastor Miguel Juez, “es una lucha de principios viciados y fanatismo religioso. Ambos corrompidos. Ambos equivocados. Ambos destructivos”.
Las circunstancias actuales traen un debate profundo que afecta a muchos aspectos de nuestra sociedad e involucra conceptos no siempre considerados, como la libertad de expresión, la igualdad o la libertad de conciencia.
CONVIVENCIA ENTRE DIFERENTES
“La convivencia entre comunidades distintas siempre plantea una cierta problemática por la misma diversidad”, nos explica Jaume Llenas, abogado y secretario general de la Alianza Evangélica Española. Esa convivencia “es posible” teniendo en cuenta que estamos en una sociedad plural en la que “no hay uniformidad”, sino que son “comunidades diversas”. Así sucede dentro del mismo contexto musulmán, donde se encuentra diversidad, al igual que “el resto de la sociedad” contiene “sectores laicistas radicales y sectores religiosos extremos, hasta sectores seculares y religiosos moderados y favorables a la acogida”.
“La convivencia – expresa Xesús Manuel Suárez, analista político y vicepresidente del grupo de Participación Pública de la AEE – exige respeto a la diferencia”. “No es tanto si nosotros estamos dispuestos a convivir con los musulmanes, sino si ellos están dispuestos a convivir con nosotros, en una sociedad plural”, añade, considerando que “los musulmanes reclaman respeto cuando están en minoría, pero cuando son mayoría no lo hacen”.
“Mientras sean minoría – apunta Miguel Juez, con una gran experiencia en el trato con musulmanes - mayores problemas no habrá”. Porque en los países de mayoría musulmana hay una gran restricción hacia la libertad de conciencia y expresión, básicas para el desarrollo de la sociedad plural y democrática.
LA DOBLE MORAL MUSULMANA
Para Manuel Suárez debemos preguntarnos si el islam “permite la libertad de conciencia” y si “los valores del islam son compatibles con la libertades democráticas”. Si la respuesta fuese positiva, se vería en los países de mayoría y tradición islámica, “pero la realidad es la contraria. La propia primavera árabe, que nos despertó a todos esperanza, se ha revelado en un fiasco en el que la penetración del islam en el poder político se acompaña de liquidación de libertades democráticas”.
Por ello, Suárez considera positivo que estos días “los musulmanes protesten contra el terrorismo islamista. Es una novedad esperanzadora; son ellos los que deben demostrar que los islamistas que persiguen cristianos tienen una interpretación errónea del Corán, que hay otra más edificante. Queremos escucharles más y más fuerte, y no sólo cuando temen una reacción de islamofobia”.
“Creo que Europa respeta la identidad musulmana, pero no es una acción recíproca. Creo que el cambio vendrá - que nunca lo veremos - cuando la misma libertad y respeto que ellos exigen de Europa, lo apliquen en sus propios países”, añade Miguel Juez.
RESPONDER AL DESAFÍO
El ataque perpetrado en París tiene un efecto colectivo evidente, como se refleja en las multitudinarias marchas de rechazo que se han dado este fin de semana. A nivel político y social también tiene consecuencias, y obliga a pensar en qué respuesta se puede ofrecer.
Jaume Llenas considera que la respuesta “debe pasar por la reconstrucción de los valores sociales. Nosotros sólo podemos responder desde lo que somos y de lo que constituyen nuestras más profundas convicciones”.
Coincide Manuel Suárez, apostando por un “rearme de valores”, porque “nuestra mejor arma está en la mente y en el corazón” porque “la forma de evitar la conversión de jóvenes al fascismo islamista es ofrecerles valores más edificantes”. “Los cristianos tenemos un papel fundamental; poner en la plaza pública nuestros valores y demostrar que son poderosos para construir una sociedad con metas elevadas y amplias libertades”, construyendo un “discurso ético y político que se muestre sólido, atractivo y liberador”.
“Como cristianos – argumenta Jaume Llenas - deberíamos contribuir a que nuestra sociedad, entre otros, respondiera con valores como el imperio de la ley, que hace que la respuesta no sea una venganza (…) Otro de los valores es el del respeto y la tolerancia. Es obvio que hay un debate sobre la libertad de expresión detrás de estos atentados. Esta libertad es un derecho fundamental y un valor que hay que preservar, pero a la vez existe otro valor y derecho fundamental que es la libertad de conciencia. Europa no ha encontrado una respuesta satisfactoria, sino que una parte de la sociedad está lesionando derechos de la otra. Es necesario que Europa, una Europa plural, piense cómo quiere relacionarse consigo misma”.
Suárez agrega varias medidas políticas que considerar: “Una política de inmigración que combine la tradición acogedora de Europa con la capacidad de acoger un cupo realista de inmigrantes”, “retornar a los fundamentos del sistema democrático”, “un control más estricto de los movimientos de potenciales terroristas (…) buscando el equilibrio entre seguridad y libertad” y “que las medidas políticas que el gobierno desarolla para prevenir la difusión del fascismo islamista se restrinjan a este sector y no lleve a otras minorías religiosas, como la evangélica, a sufrir restricciones, como las que vemos en la clausura de locales de nuestras iglesias”.
¿EL FIN DEL MULTICULTURALISMO?
Una de las ideas que se cuestiona al ocurrir estos ataques es la del multiculturalismo. “Es cierto que lo que se muere es un modelo de multiculturalismo”, expresa Jaume Llenas. “El multiculturalismo como realidad es innegable e inevitable, sólo que vamos a tener que encontrar un modelo mejor que el actual”.
“Los gobiernos y la cultura dominante ha sido un poco ingenua – explica el secretario general de la AEE -. Eso ha generado un doble movimiento, el crecimiento de fenómenos xenófobos y el crecimiento de una minoría radicalizada en el colectivo musulmán. Parece que nadie está cómodo con este modelo, ni los secularistas, ni los judíos, ni los cristianos, ni los musulmanes…”.
“El riesgo es construir un multiculturalismo que consista en que tú seas como yo, en la integración y asimilación del otro. Es necesario construir un consenso que va a estar en constante revisión durante decenios, cuya base es que no esté fundamentado en la derrota y sumisión del otro, como en la actualidad”, concluye Llenas.
Para X. Manuel Suárez, “hay un serio déficit de asunción de valores de tolerancia religiosa y respeto a la diferencia entre la comunidad musulmana europea; son minoritarios los musulmanes que los proclaman valientemente en público (la manifestación de Atocha la apoyaban 50 mezquitas, pero allí había poco más de 100 manifestantes); hay que promover que estos sean cada vez más, pero esto es primera responsabilidad de los propios musulmanes. Adicionalmente Europa debe promover su integración, pero no desde la ingenuidad, sino desde la reafirmación en sus valores democráticos”.
CRISTIANOS EN EUROPA: ¿CÓMO APORTAR?
Aunque vivimos en una sociedad poscristiana, si alguien puede encarnar los valores del evangelio en Europa, esos son los cristianos. El llamado al amor al prójimo es innegociable desde la fe en Jesús, nos recuerdan nuestros entrevistados.
“No se aman colectivos, ni religiones, se aman personas – dice Jaume Llenas-. Yo no puedo amar a los musulmanes, ni amar a los radicales, ni a los fanáticos, ya sean estos laicistas o religiosos. Pero puedo amar a Rashid, a Mariamma, a Rosa y a José, aunque ellos no piensen como yo y aunque ellos hayan sido afectados por el pecado de una forma distinta a lo que yo lo he sido. Y eso es independiente de que la sociedad deba estar toda ella bajo el imperio de la ley y sin olvidar que el gobernante, no en vano lleva la espada porque es ministro de Dios para castigar el mal y promover el bien. Esta combinación de principios, la reconstrucción de los valores sociales, etc. nos puede dar claves para una respuesta que honre a Dios”.
Para Manuel Suárez, “hay que eliminar el odio y la estigmatización del diferente: la parábola del samaritano es bien elocuente. Al mismo tiempo tenemos la responsabilidad de defender las libertades que nuestros antecesores protestantes establecieron en Europa. Somos llamados a amar al enemigo, no a ser incautos”.
“Amar al diferente – explica Suárez - significa reconocerle como persona responsable, significa tanto aceptarle como reclamarle responsabilidad. Amar a los musulmanes entre nosotros significa tanto evitar su alienación como exigirles compromiso con la sociedad en la que conviven. El modelo lo tenemos en la Biblia: los extranjeros en medio de Israel tenían muchos más derechos que en ninguna otra sociedad, pero no se les permitía actuar como caballos de Troya: no eran obligados a convertirse a israelitas, pero se les reclamaba responsabilidad y actitud proactiva de convivencia; así, debían cumplir con las normas sociales israelitas como el descanso semanal. Y, desde esta actitud, el pueblo de Israel les daba oportunidad de desarrollarse en medio de ellos en libertad y asumir altas responsabilidades: el rey David tenía por bisabuela a una moabita y su guardia más fiel era de cereteos y peleteos”.
“Cuando como iglesia comprendamos y obedezcamos el llamado del cual Dios nos ha privilegiado seremos de forma natural esa sal y luz que el mundo necesita, incluidos los musulmanes”, expresa Miguel Juez. “Sé que los musulmanes me llaman amigo, aunque en el fondo no lo sienten. Pero les sirvo solo porque he aprendido que yo no soy mejor que ellos, y sin embargo Dios me ama. Les sirvo porque Dios les ama y necesitan a Cristo para cambiar. Y cuando ese milagro sucede, encuentro en ellos verdadera amistad y un profundo agradecimiento a Dios por permitirles haberle conocido. El freno al Islam en Europa se llama Jesucristo y la Iglesia es la responsable de darlo a conocer”, concluye Miguel Juez.
Descargable: opinión completa de Jaume Llenas y Xesús Manuel Suárez
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