El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Tras un acto multitudinario en Vistalegre y la subida de VOX en las encuestas, entrevistamos a su vicepresidente, Víctor González.
Después del baño de masas en el Palacio de Vistalegre, el fenómeno de VOX vive su mayor impulso desde su creación. Según Metroscopia, si ahora mismo hubiese elecciones, alrededor de un millón de personas optarían por esta formación, es decir, un 5% del electorado. Unos resultados veinte veces superiores a los que obtuvieron en 2016, garantizando así su entrada al Congreso de los Diputados con entre 4 y 6 escaños.
VOX aparece en el panorama político con el lema “La España viva” y un programa con medidas que van desde eliminar los parlamentos autonómicos y el Senado, hasta una ayuda regulable de 100 euros mensuales por cada hijo, pasando por una redefinición de la política fronteriza de Europa que suponga eliminar el espacio Schengen, una ley de protección de la tauromaquia o un incremento del presupuesto de Defensa.
“Creo que en VOX tenemos apoyo de muchas iglesias evangélicas”, dice el vicepresidente de la formación, Víctor González. Declarado católico, considera la recuperación de Dios en el espacio político actual como una de las prioridades de su partido. “En todos nuestros actos es raro que no haya una mención a Dios. Creo que eso, para los evangélicos, es atractivo”, afirma.
Pregunta. ¿Cómo explicas el auge de VOX en el panorama electoral español?
Respuesta. Creo que la base está en los principios. En estos cuarenta años de democracia hemos tenido una serie de partidos políticos que, en algún momento dado, tuvieron una serie de principios. VOX lo que ha hecho es crecer con un ideario muy claro, con unas bases concretas y muy sólidas, hasta el punto de que presentamos un documento que se llama Vida y valores, y si en algún momento se traiciona eso, el partido se tendrá que disolver porque ya no será VOX. Para evitar esa transición al relativismo que, creo, es uno de los mayores problemas que tiene la sociedad.
P. Las encuestas dan a VOX un 5% de los votos de cara a las próximas elecciones, por lo que entraría en el Congreso. ¿Se ha pensado ya en dialogar y pactar con otras fuerzas?
R. No. Estamos lejos de ese escenario. Lo que sí sabemos es con quien no vamos a hablar ni a pactar. Hay partidos que son nuestros adversarios, como Ciudadanos o el PP. Incluso me atrevería a meter al PSOE, aunque no al que gobierna Pedro Sánchez, que está con otros que son nuestros enemigos porque van contra la tradición judeocristiana de España, contra su unidad, las libertades de las personas o la propiedad privada. Eso es Podemos. No es un adversario, sino un enemigo que hay que batir. Con ellos no tenemos absolutamente nada que hablar porque, o ellos estarían engañando a sus electores, que ya lo han hecho, o nosotros nos estaríamos engañándo a nosotros mismos. A mí no me importa engañar a mis electores. Me importa más engañarme a mí mismo y pensar que todo este esfuerzo y este sacrificio lo hemos hecho para luego engañarnos todos. Eso no puede ocurrir.
P. ¿Tiene VOX un perfil de votante?
R. Estamos con todos. Creo que donde tenemos una mayor presencia o intención de voto, por las encuestas que hemos ido sacando, es entre los nuevos votantes. Aquellos que todavía no han votado pero que superan la mayoría de edad y van a poder votar por primera vez. Es la gente joven. Es muy halagador porque es la promesa de un futuro mejor para España, puesto que comparten nuestras inquietudes. Pero estamos en todos los estratos sociales y edades, con una mayor intención de voto en la gente joven. Creo que ahí alcanzaría el 8%. Como consecuencia, auguro una tendencia positiva, de crecimiento.
P. ¿Hay hueco para los evangélicos en ese perfil?
R. Buscamos la reforma de un sistema que, creemos, no ha funcionado. Creo que eso, para los evangélicos, que proceden de la Reforma, ya de por sí tiene una parte épica. En segundo lugar, nosotros defendemos las raíces judeocristianas que tiene Europa y que son indudables. No son específicamente católicas. Creemos que el humanismo que ha desarrollado el pensamiento crisitano, en comparación con otras religiones, es esencial. En todos nuestros actos es raro que no haya una mención a Dios. Creo que eso, para los evangélicos, que tienen una misión en la calle con mucha fuerza, a diferencia de otras iglesias, es atractivo. Los evangélicos siempre han tenido una vocación social muy fuerte, igual que la Iglesia Católica, y también de misión. Nosotros decimos que hay civilizaciones buenas y malas. La nuestra, que parte del cristianismo, es la buena porque tenemos a alguien como Jesucristo y su ejemplo de servir a los demás. No creo que podamos renunciar a eso que ha permitido que el mundo sea lo que es hoy, más justo, más equilibrado, que por otras religiones no lo hubese sido. Ahí coincidimos plenamente con el pensamiento evangélico. Queremos recuperar la imagen y la presencia de lo que significa Dios.
P. ¿Cómo se traslada algo como los valores judeocristanos a la política?
R. Primero, recuperando la figura de Dios en el discurso político. Nosotros venimos a servir porque creemos que esta vida merece la pena vivirla en el servicio a los demás. Eso viene de nuestro pensamiento cristiano. No expulsar a Dios de los actos públicos y sociales, que Europa, Estados Unidos y el mundo occidental, que es la parte más desarrollada y más justa, con mayor libertad, lo ha permitido en nuestra civilización. Entonces, se trata de recuperar la figura de Dios y permitir a las nuevas generaciones que sepan que este mundo es lo que es gracias a ese pensamiento. Si lo apartamos de la vida política, que es una parte prescriptiva para la sociedad, entonces entrarán otras cosas. Y la gente adorará otras cosas y seguirá otros caminos. El expulsar a Dios, y no me refiero a un dios católico sino cristiano, que nos ha permitido ser lo que somos, es un gravísimo error porque no sólo tenemos la obligación de actuar correctamente ahora, sino de marcar el camino a nuestros hijos y a quienes tengan que venir.
P. Aprovecho que hablas de laicismo. ¿Qué visión tiene VOX de la aconfesionalidad del Estado y del pluralismo religioso?
R. El presidente del Gobierno tiene que presidir para toda la sociedad y tiene que buscar el bien común. Tiene que permitir que la sociedad que se forme busque la verdad. Cada uno busca su verdad y, en esa búsuqueda interior, hay que dejar que el Espíritu Santo lleve ese alma a su luz. Lo que tiene que hacer el Estado es permitir que esa libertad de culto, de expresión, se pueda dar. Cuando un estado es laicista está rompiendo con esa tradición histórica. Se están adorando otra serie de cosas. En el caso de las iglesias evangélicas, nosotros no entramos en el pensamiento, en el modo de vida ni en lo que hace cada individuo, pero tenemos que permitir una libertad absolutamente religiosa. La Iglesia Católica ha estado protegida y el gobierno ha sido declarado católico, pero a día de hoy, desafortunadamente, tenemos una sociedad tan laica que bienvenido sea cualquiera que quiera buscar a Dios en su camino. Tenemos que permitir y apoyar esa búsqueda de las personas porque les va a permitir ser mejores y servir mejor al resto de sus compatriotas. Soy un convencido de la unión de las iglesias cristianas, pero que cada iglesia luche y pelee por su feligresía, en total libertad.
P. Uno de los campos donde más sensibilidad hay en cuestión de pluralismo es en la educación. ¿Qué papel tendrían las minorías religiosas en un Estado gobernado por VOX?
R. Ese punto en concreto no lo tenemos desarrollado. Pero, en cuanto a la enseñanza de la religión, tiene que haber una libertad por parte de los padres para educar a sus hijos en las creencias que ellos quieran, sin ningún tipo de interferencia. A partir de ahí, cada uno educará como crea mejor a sus hijos y los enviará al colegio que crea idóneo. Lo que no puede ser es que hayan institutos públicos donde sea el Estado el que adoctrine lo que quiera. Tiene que haber dinero a disposición de las familias para que sus hijos estudien en los centros que ellos escojan. Eso permitirá que se vayan creando los centros que vayan respondiendo a las inquietudes existenciales y de formación que tiene cada familia. No creo que sea el Estado el que tenga que entrar ahí, sino que son los padres quienes tienen que decidir.
P. Una de las medidas más reivindicada por el partido es la supresión de las autonomías y de los diferentes parlamentos autonómicos para concentrar el poder en una sola administración. ¿Es esa vuestra respuesta para el conflicto en Cataluña?
R. España no viene de los reyes católicos, como dicen muchos. Viene de los reyes visigodos y de la caída de Roma, con un pensamiento y una historia que han ido perdurando a lo largo de los siglos. No nos sobra el dinero, pero si nos sobrase, no tiene sentido que comunidades autónomas como Cantabria, La Rioja, Madrid o Murcia tengan sus parlamentos regionales. Es excesivo. No nos hace falta para gobernarnos. La gestión de lo público tiene que ser lo más cercana posible a los ciudadanos. Hay que tener un sólo parlamento y una administración descentralizada. A lo mejor, el Ministerio de Defensa tiene que estar en Valencia y el de Agricultura en Toledo. Es un reforma más profunda. Pasa por cambiar la Ley electoral.
En cuanto a Cataluña, sobre algo malo no se puede construir. Cataluña se ha ido aprovechando de una Constitución de 1978 y una serie de gobiernos que les han ido dando más, y una serie de señores han hecho ingentes fortunas, y cuando la justicia, que llega tarde, exige, comienzan a poner excusas y una salida es amenazar con la cuestión separatista. En Cataluña tenemos un problema terrible que no se va a solucionar en dos o tres años, sino que tardaremos quince o veinte, y para empezar sobre ello hay que actuar a través de la educación. Hay que recuperar a la nueva juventud con un discurso de amor y sabiendo que es un tema que va a llevar tiempo, pero no podemos ceder ni ante el chantaje, ni ante la mentira, ni ante el golpismo.
P. Desde un punto de vista de la realidad protestante, hay iglesias repartidas por todo el territorio y con matices e identidades muy distintas. También existen diferentes consejos evangélicos a nivel autonómico. ¿Cómo crees que afectaría esta medida a la realidad protestante en toda su diversidad?
R. La historia común, las culturas, las costumbres no tienen nada que ver. Pero no puede haber una gestión de lo público que no nos lleve hacia algo bueno, sino al enfrentamiento y a la falta de cohesión. Los consejos evangélicos podrán seguir organizando su gestión autonómica como ellos quieran sobre unos territorios que serán las provincias. No tiene nada que ver. Pero si estas realidades protestantes deciden una ruptura con el resto de España, nos tendrán en contra igual que a otras partes de la iglesia evangélica que no comulguen con esas ideas.
P. ¿Cambiaría algo la relación de las comunidades protestantes con las instituciones? Por ejemplo, a la hora de tramitar licencias.
R. No entiendo qué tipo de impedimento puede haber en la obtención de licencias. No me gusta que metan en el mismo saco a las mezquitas y a las iglesias evangélicas. En el caso de las mezquitas, el Estado tiene que tener un control exhaustivo de las que se abren y de lo que dicen los imanes. Tú y yo tenemos una raíz cristiana y, si queremos volver a los orígenes, imitaremos a Jesús. Pero el extremismo islámico lleva a una falta de libertades que yo no estoy dispuesto a asumir. No quiero que ese movimiento llegue a España de ninguna manera y lo que hay que hacer es controlar y vigilar. Mahoma mató, descuartizó, decapitó, mandó matar, asesinar, violar a mujeres, quemar ciudades y hacer esclavos. Hay gente que decide que eso es lo que hay que hacer. Por eso me da miedo que de mezquitas españolas salga gente pensando que eso es lo que hay que hacer, y hay que controlarlo.
P. Pero en la Europa cristiana de la Edad Media también ocurría todo eso.
R. Nuestra civilización es mejor que la que parte del pensamiento islámico porque la nuestra se basa en la libertad del individuo, en la defensa de la propiedad privada y en la igualdad. El islam no defiende nada de esto. La historia hay que juzgarla, cada una, en su contexto y en su época. Hoy hay una parte del mundo que vive mejor, que progresa, que prospera y que crece, y hay otras que no. Mi obligación es defender esto que tenemos. No puedo permitir que entre alguien que tiene la idea de acabar con lo que creo que hace a nuestra sociedad mejor.
P. En el primer punto del apartado sobre inmigración de vuestro programa se asegura que se expulsarán a los inmigrantes ilegales, y en el cuarto, que todos aquellos que hayan entrado de manera ilegal nunca podrán optar a legalizar su situación. Muchas iglesias evangélicas trabajan con inmigrantes en sus barrios y comunidades sin exigirles que expliquen cuál es su situación. ¿Cómo les afectaría esta medida?
R. Por definición, las iglesias tienen que ser mejores que el gobierno. Los españoles no podemos ser racistas ni contrarios a la inmigración porque España ha sobrevivido gracias al mestizaje. Pero cuando hemos emigrado, lo hemos hecho con cartillas de trabajo. Nos hemos ido, hemos aportado nuestro granito de arena a las sociedades a las que hemos ido y hemos vuelto. Lo mismo hay que hacer aquí. Los inmigrantes ilegales, tienen que salir de España. Eso no quiere decir que no puedan volver y regularizar su situación, pero deben salir. Los inmigrantes que tienen delitos, tienen que ser expulsados de España. Los que tiene delitos graves, tienen que ser expulsados de España. Y aquellos que han obtenido la nacionalidad, pero que tiene delitos graves reiterados, deben perder la nacionalidad y ser expulsados de España. No podemos permitir que la red social que tenemos esté dando cobijo a aquellos que la utilizan para pervertir el sistema y de una manera egoísta. Ser español debe ser un anhelo porque debe permitir saber que se es una buena persona. Si traemos gente aquí, debe ser gente que pueda contribuir, aportar y ayudar. Las iglesias evangélicas tienen que seguir haciendo su labor y acogiendo a gente, pero la acción del gobierno tiene que ser mucho más dura y estricta.
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