El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, reflexiona sobre la identidad y misión de la iglesia evangélica, así como su escasa presencia social en medio de la situación política que atraviesa Cataluña.
El debate político de Cataluña no pasa desapercibido para las comunidades evangélicas nacionales. De eso se puede estar convencido. Otra cosas son los términos en que éste se da. Y es que la situación es, cuanto menos, compleja.
“Lo que se ha visto en las últimas elecciones es que la población de Cataluña está bastante polarizada y todo el mundo tiene bastante definido su voto. De alguna manera, una mitad de Cataluña no quiere seguir perteneciendo a España mientras que hay otra que sí cree que la solución está en España”, explica el secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas.
Un escenario, el de la polarización, sobre el que Llenas defiende una implicación activa de la iglesia que, dice, ha virado en los últimos años hacia el centro-derecha en el espectro político. “Ministrar el dolor de la sociedad es una de nuestras funciones, pero cuando estamos tan concentrados en que la actividad principal de la iglesia es reproducir el siguiente culto tenemos un problema gravísimo de conexión con la sociedad”, manifiesta.
Pregunta. Llegamos este miércoles al tan esperado pleno de investidura.
Respuesta. Sí, y parece que habrá una composición de la Mesa soberanista que dará la capacidad al sector independentista de desarrollarse. Pero el otro bloque siempre tendrá la fuerza del 155. Entonces uno se plantea si esta será una situación que va a estar reproduciéndose por los años porque unos tienen la fuerza de los votos y los otros tienen la fuerza de la ley. Siempre es el mismo debate.
Lo que para mí se echa en falta y es, quizás, lo más distintivo, es nuestra falta de voluntad para dialogar. No somos un país que tenga hábitos de diálogo. Eso se ve, por ejemplo en que en España no existen gobiernos de coalición. Hay países como Dinamarca o Austria en que durante los últimos cien años todo han sido gobiernos de coalición. España, en cambio, es un país que está hecho para los blancos y los negros. No tiene grises. Hasta ahora la cosa estaba tranquila porque había dos partidos y fin de la historia. Pero ahora hay dos partidos más pero parece que se reproduce también el formato de bloques. De hecho, hace poco se dieron siete meses en los que en España fue imposible gobernar y se tuvieron que volver a convocar elecciones. Para mí ese es el problema que tiene el país, que en España sólo dialoga el que tiene la capacidad de imponer.
P. Siguiendo el hilo de la repetición de elecciones en España, ¿crees que puede darse este caso en Cataluña?
R. No lo creo. Es interesante que en la última semana hayan comenzado a aparecer nuevas palabras, como por ejemplo “realismo”. Esta palabra apareció en el último discurso de Marta Rovira, que decía que necesitamos realismo. Incluso Junqueras, desde la prisión, pedía realismo. Es como un intento de recuperar las instituciones desde el lenguaje. Podrían repetirse las elecciones si se crease un nuevo gobierno republicano y que como consecuencia de la actuación de éste se volviese a implantar el 155 y, por tanto, un nuevo ciclo de elecciones. Quizás lo que les va a impedir eso sea el riesgo de que el PP pase a ser extraparlamentario en Cataluña. Eso les frenará para no desparecer. De la misma manera que otra repetición de elecciones en España le hubiese supuesto al PSOE perder todavía más diputados, creo que la misma dinámica puede producirse en Cataluña. No creo que ni a republicanos ni a constitucionalistas les interesen unas nuevas elecciones pronto.
P. Se ha hablado mucho de la afectación del artículo 155 a la normalidad de Cataluña pero, ¿qué crees que ha supuesto esta situación de parálisis para la comunidad protestante en Cataluña?
R. El 155 ha afectado, sobre todo, en cuestiones como subvenciones que estaban casi concedidas pero que se han perdido. Por ejemplo, en la cuestión del 500 aniversario, por el hecho de no tener la Administración catalana capacidad para otorgarlas se han perdido subvenciones.
Aparte de eso, creo que en la iglesia evangélica no se reproduce el mismo esquema que en el resto de la sociedad. La iglesia evangélica en Cataluña nació, y creo que sigue conservando una parte, dentro de una población que era recién llegada en los años 70 y ahí fue donde cuajó. Claro que hay un componente republicano también, pero es muy minoritario. Entonces, en ese sentido, no se nota tanta tensión porque el contenido de la iglesia, la mayoría de los líderes del país provienen de un grupo que podríamos llamar constitucionalista.
En cuanto a otras pérdidas, como el tema de la legislación pendiente, tengo la sensación de que sí hay una parálisis pero no tanto por el 155 sino por la situación que vive el país, en la que es bastante complicado pensar en cualquier otra cosa. Estamos en términos monotemáticos y todo va quedando bastante parado hasta que no encuentre una solución al tema y parece que no hay una voluntad por encontrarla. Da para mucho esto de decir qué malos son los catalanes. Es como cuando existía ETA, que servía como pretexto para cubrir otras malas prácticas políticas.
P. Comentas que en la iglesia catalana hay una minoría republicana. ¿Cómo crees que afectaría a las comunidades el hecho de que se acabase materializando una independencia?
R. Creo que a la iglesia le afectaría poco porque, si esto sucede algún día, la sociedad tendrá que ser plural. Creo que hay una voluntad de integración y no de exclusión por parte del sector republicano. Es decir, ganar adhesiones más bien. Por eso no creo que hubiese un rechazo a la iglesia por parte de un sector independentista. Por tanto, creo que la iglesia continuará siendo lo que es porque la composición es lo que manda y la sociología de la iglesia evangélica es la que es.
Lo que me sabe mal es que no estemos encontrando una manera de llegar con el evangelio a una parte muy importante de la población porque de alguna manera nuestra forma de hacer iglesia en Cataluña nos impide hacerlo. Una cuestión clave en Cataluña es el idioma y de las 700 iglesias que hay, aproximadamente, ciento y algo tienen cultos bilingües. Más de 500 sólo tienen cultos en castellano y son 3 o 4 las que tienen el culto íntegramente en catalán. Entonces, con esta composición es muy difícil seducir a la población catalanoparlante. Por ejemplo, la iglesia católica de mi pueblo hace cuatro misas, de las cuales 3 en catalán y una en castellano. De esta manera responde a la sociología de la población. En cambio, la iglesia evangélica del mismo pueblo es bilingüe. Es complicado llegar a una población cuyos criterios culturales no se están atendiendo como en el resto de la sociedad. La iglesia evangélica es poco sensible al criterio cultural. Nosotros somos nuestra propia dificultad.
P. El otro día hablaba con una persona sobre cómo hay formaciones políticas minoritarias que atienden aspectos como el ecologismo que están generando un gran impacto en la sociedad catalana. ¿Cómo definirías el hecho de que estas formaciones pequeñas, en cuanto a representación en el Parlament, estén alcanzando a un sector más amplio de la sociedad, que no la iglesia evangélica con todos los 700 centros de culto que hay repartidos por el territorio? ¿En qué se está fallando?
R. No estamos atendiendo a aquello para lo cual estamos en la sociedad. Tendríamos que estar en la sociedad por un concepto fundamental de la Biblia que es la misión de Dios, que al mismo tiempo es lo que trajo a Jesús al mundo. Esta misión tiene que ver con el hecho de combatir todos los efectos del pecado en la sociedad. Nosotros estamos hechos para la sociedad, para una misión que Dios tiene para todas las personas. En cambio, estamos muy en modo mantenimiento como iglesias. Lo que nos preocupa es que haya un culto más. El versículo preferido de muchas iglesias es “de lo que me diste no he perdido ninguno” (en referencia a Lucas 19:20). Nos sentimos pastores de nuestra iglesia en lugar de sentirnos pastores de nuestra ciudad. Cuando tú te concibes como pastor de la ciudad, del pueblo, la visión se amplía y comienzas a localizar dónde el pecado ha causado daño en esa sociedad y comienzas a ministrar los efectos del pecado en la sociedad, atacándolo y predicando el evangelio. Ministrar el dolor de la sociedad es una de nuestras funciones, pero cuando estamos tan concentrados en que la actividad principal de la iglesia es reproducir el siguiente culto tenemos un problema gravísimo de conexión con la sociedad. No hablamos de lo que a las personas les duele y nos desencarnamos de esa sociedad.
P. Tradicionalmente, la opción política de derechas se ha asociado en España con el nacionalcatolicismo. La opción política de izquierdas se ha asociado con el laicismo radical o el ateísmo, directamente. Ante la situación política que hay ahora en Cataluña, ¿cuál es la opción que más le conviene a la iglesia evangélica del territorio?
R. Ambas. Es difícil contactar de una forma plena con alguna filosofía política en concreto porque los cristianos siempre nos sentimos incómodos. Pero hoy en día ya no se reproduce el esquema de cómo fuimos perseguidos por el nacionalcatolicismo, sino que la sociología de la mayoría de los evangélicos es, más bien, centro-derecha que no centro-izquierda que era la tradicional. Y esto se debe a las leyes de la ideología de género que se aprobaron con el gobierno de Zapatero. Hoy en día, ni la derecha ni la izquierda asumen una agenda que pueda ser conservadora en términos morales.
Quizás, lo que los evangélicos no hemos sabido localizar es que hay más temas más allá del aborto, de la ideología de género, etc. Parecemos muy sensibles a lo que tiene que ver con moral sexual y en cambio no tanto con otras agendas que tengan que ver con el cuidado de la creación o igualdad social. Son muy pocas las cosas que nos sacan a la calle. Sólo nos manifestamos cuando hay riesgo para nuestros locales de culto o cuando hay alguna cosa que tiene que ver con moral sexual. En cambio, nos saca poco a la calle la acogida de refugiados y otros temas que le preocupan a la sociedad. Nosotros vemos una parte de las prioridades del Reino de Dios. A mí también me preocupa la moral sexual pero pienso que si eso nos define es un problema porque somos percibidos no como buenas noticias sino como la gente que sólo sale a la calle por temas que son de cintura para abajo.
P. En el encuentro de IDEA de la Alianza Evangélica Española, que se celebrará los próximos 16, 17 y 18 de febrero en Palma de Mallorca, dirigirás un taller titulado “Identidades políticas y nacionalismos: Diálogo en la iglesia”. ¿En qué consistirá?
R. Todo el encuentro tiene que ver con el hecho de que la iglesia es ese lugar donde no hay extranjero, sino que la gente es recibida como hermano. Cómo ese ente de recepción que es la iglesia, una iglesia de abrazo. Hemos sido un lugar de integración privilegiado, de los que mejor han hecho la tarea de integrar a personas llegadas de otros lugares. Ahora tenemos otros desafíos, por ejemplo la integración de personas de todas las edades en la iglesia. Tenemos el riesgo de hacer iglesias de jóvenes, iglesias de ancianos, iglesias de personas de una clase social determinada, cuando la iglesia es ese lugar integrador. El único lugar donde jóvenes y mayores conviven, aparte de un estadio de fútbol pero el contacto del estadio es leve. Por eso hay otro taller llamado “No es país para viejos”, acerca de que la iglesia es país para viejos y jóvenes. Pero, ¿y para las personas que tienen una diferente visión étnica, social y política, hay lugar? Ahí es donde viene el taller que presento.
No trata sobre la cuestión de independentistas y unionistas, sino cómo hacer que la iglesia sea un territorio de diálogo porque muchas veces lo que se ha hecho ha sido no hablar de ello por considerarlo un tema divisivo, cuando la sociedad entera está hablando de esto y nosotros tenemos mucho que aportar. En parte, lo que quiero presentar es una perspectiva bíblica porque muchas veces se cree que la Biblia no habla de esto, y es que la Biblia sí lo hace. Desde Génesis 1:28 el texto nos habla de que Dios nos ha hecho con características locales muy concretas. Dios no ha enviado a enseñorearnos de un lugar concreto. El hecho de que seamos de diferentes pueblos no sólo es consecuencia de Babel, sino es consecuencia del principio creador de Dios, que hace gente diferente. Las realidades nacionales son realidades previstas por Dios que incluso en Apocalipsis siguen apareciendo, por lo tanto no hay nunca una negación de que existen diferentes culturas. Al final, lo que se nos dice es que habrá gente de toda lengua, pueblo y nación en la Jerusalén celestial, o sea, aún es visible la diferencia en la Jerusalén celestial. Pero a la vez que somos distintos desde la creación también es necesario comprender que todas nuestras culturas tienen un aspecto caído por causa del pecado. Todas las culturas tienen algo criticable y aspectos sobre los que fundamentar la predicación del evangelio. Qué es culturalmente rescatable y qué es culturalmente afectado por el pecado. Hacer esa distinción nos puede permitir tener una perspectiva del Reino, que no es uniformizador. La iglesia en sí no debe tener una identidad como institución pero tiene que abrir a todas las culturas. Debe ser intencionalmente multicultural y hacer iglesia en el idioma de la gente. Es por eso que el Corán hay que leerlo en árabe pero que la Biblia se puede traducir a cada idioma, porque hay un respeto por la diferencia cultural.
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