El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El PP quiere declarar la celebración católica “patrimonio cultural inmaterial” ante las amenazas de Podemos de prohibirla. El secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, nos da su opinión.
Este miércoles el Partido Popular lleva a la Comisión de Cultura del Congreso de Diputados una propuesta para “blindar” la celebración de la Semana Santa católica, considerándola una “manifestación representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial”.
La iniciativa pretende asegurar la celebración de la fiesta tras la polémica desatada por Podemos, al plantearse la prohibición de actos religiosos de esta índole en espacios públicos. El PP, en su propuesta, considera que la celebración de la Semana Santa es una conmemoración religiosa “compartida”, con siglos de historia y tradición, y “en la que se recuerda la pasión y muerte de Jesucristo de una forma única y peculiar” en la mayor parte de ciudades y pueblos de España, superando así el ámbito territorial de una comunidad autónoma.
“Estas localidades se convierten en escenarios de fervor y devoción religiosa, desfile de arte y cultura llevadas a cabo por las hermandades y cofradías en las que participan numerosas personas, representantes de la sociedad civil y autoridades para acompañar a las imágenes y pasos de gran valor cultural y religioso”, indica el texto propuesto por el partido.
La Ley para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial establece que tendrán la consideración de bienes del patrimonio cultural inmaterial “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos, reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural, y en particular, tradiciones y expresiones orales, usos sociales, rituales y actos festivos”.
El secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, considera que en esta confrontación política se manifiestan “dos extremos que se tocan: se trata de imponer y prohibir, una forma desgraciadamente muy habitual de relacionarse con la espiritualidad” en España. Ante ello, Llenas advierte del peligro de aquellos que quieren limitar el uso del espacio público y a la vez propone vigilar “el otro extremo, que es la monopolización, el uso exclusivo, privativo” de este espacio.
Pregunta. ¿Consideras este caso una vulneración de la separación Iglesia-Estado?
Respuesta. Creo que estamos ante dos concepciones extremas, pero desgraciadamente representativas, de la forma de relacionar Estado – Ciudadanía – Religión. En nuestro país la libertad de conciencia, de expresión, de culto, la separación Estado – Iglesia Católica tiene muchas disfunciones. Por una parte hay una parte de la sociedad, que quiere seguir imponiendo las convicciones de unos cuantos al resto que no las comparten. Al otro lado, existe otra parte de la sociedad que quiere excluir de la esfera de lo público algo que forma parte de las creencias de una parte de la sociedad que es la convicción espiritual. Estos se manifiesta cuando el PP quiere blindar una forma determinada de entender la Semana Santa y cuando Podemos se plantea prohibirla. Al fin, son dos extremos que se tocan, se trata de imponer y prohibir, una forma desgraciadamente muy habitual de relacionarse con la espiritualidad. Nosotros, como cristianos evangélicos, abogamos por la defensa de unos Derechos Humanos, que incluyen la libertad de expresión y que, no podemos olvidar, tienen su origen en otra forma de entender el cristianismo más apegada a las Escrituras que a las instituciones religiosas. No es casualidad que los Derechos Humanos alcancen su máxima expresión en países que aceptaron la Reforma.
P. Se habla de una “conmemoración religiosa compartida”. ¿Crees que las minorías -entre ellas la protestante- puede o debe protestar cuando una mayoría intenta imponer sus celebraciones o fiestas?
R. Mi convicción personal es que los católicos tienen el derecho a celebrar la Semana Santa según su particular forma de entenderla. No coincido con esta forma de celebrarla, no es compartida en ese sentido, pero pelearía con todas mis fuerzas para que pudieran seguirla celebrando. Creo que los católicos tienen derecho a ocupar el espacio público para sus celebraciones, porque el espacio público es precisamente público, es de los católicos, de los ateos, de los agnósticos, de los indiferentes, de los secularistas, de los musulmanes, … de todos los ciudadanos. El peligro está en aquellos intolerantes que creen que pueden excluir a otros de usar el espacio público, los medios públicos, etc., esas opiniones excluyentes son un peligro para la convivencia, un riesgo para la libertad de todos. Por otra parte, debemos defendernos del otro extremo, que es la monopolización, el uso exclusivo, privativo, el convertir el país en un coto particular, que se da cuando sólo una parte tiene esos derechos con exclusión de los demás. Cuando sólo las celebraciones católicas son patrimonio religioso compartido, y las celebraciones y manifestaciones de los demás son prohibidas, por ejemplo, cuando los evangélicos queremos utilizar un espacio público y lo vemos denegado porque no se presta para manifestaciones de carácter religioso, sin embargo, nosotros también hemos pagado una parte de la construcción y mantenimiento de esas instalaciones a través de nuestros impuestos. La calle para todos y nadie con el monopolio de la calle.
P. ¿Cómo podemos separar (si es posible) lo cultural o identitario que se considera común a todos, de las particulares creencias de cada uno?
R. El problema de la identidad colectiva por el que se me pregunta sigue siendo uno de los temas no reconciliados de nuestro país. Desde la noche de los tiempos se ha construido una identidad de “los unos contra los otros”, en lo religioso, en lo político, en lo ideológico, etc. España tiene una memoria herida y es necesario rehacer los puentes relacionales entre las distintas formas de entender la vida para hacer una identidad más allá del “Santiago y cierra España”, con una identidad relacional de la que todos formen parte, donde la definición de lo que somos no se construya principalmente por oposición a lo que no somos. En ese sentido y concretando la pregunta, mi apuesta es no definir España como católica, o como laica, o como secular, si no definirla como plural. Por supuesto que el Estado no prefiere, ni favorece ninguna convicción política, religiosa, ideológica o filosófica, pero el alma del país se conforma porque cada una de esas convicciones particulares aporta lo mejor que tiene y es bienvenida y recibida como parte del todo que considero como propio, aun cuando no esté de acuerdo con cada una de las partes que lo forman.
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