Quedan unos días para que se produzca la tercera visita del Papa Benedicto XVI a España. La Jornada Mundial de la Juventud se celebrará en un contexto económico y social complicado, pero no menos relevante es la situación que atraviesa la misma iglesia católica.
Aunque los católicos siguen siendo una clara mayoría en el país (un 71% se declaran así)
cada año se experimenta un descenso de estas cifras. En el año 2001, eran un 82% los creyentes católicos. Junto a ello, aumentan los que se declaran ateos y no creyentes, que ya suman un 24,3%, según las cifras del CIS. Un 2,4% se declaran creyentes de otra religión.
Por otra parte,
la creencia en el catolicismo desciende drásticamente con la edad. Por encima de los 65 años, nueve de cada 10 españoles se confiesan creyentes y la proporción cae hasta el 56,8% entre quienes tienen entre 18 y 24 años, según el barómetro de julio pasado. El retrato ofrece otros elementos: a mayor formación, menor creencia (50,2% de creyentes con estudios superiores) y mayor secularización en las grandes ciudades (53% de creyentes) que en el campo (ocho de cada diez). Las mujeres mantienen más la fe.
PROCESO DE SECULARIZACIÓN
Aunque maneja datos algo más favorables, la jerarquía católica toma nota de la creciente caída de fieles. “De forma paulatina y en ocasiones preocupante, la sociedad española vive un claro proceso de secularización”, afirma Jesús de las Heras, director de la revista Ecclesia, de la Conferencia Episcopal. El fenómeno es amplio “sobre todo en las generaciones jóvenes”, puntualiza.
“Las causas de la secularización son variadas y complejas”, analiza el sacerdote De las Heras. “En parte,
la sociedad se ha olvidado del más allá, de la trascendencia. Con el desarrollo económico, ha sustituido los bienes espirituales por los materiales y se ha apartado de la fe”. A eso se añade “la ausencia generalizada de Dios en la sociedad que presentan el mundo mediático y el de la cultura”, afirma.
Sí, de Dios no se habla mucho en la tele. Y encima, la guinda de las políticas laicistas del Gobierno de Zapatero (matrimonio entre personas homosexuales, la agilización del divorcio, el apoyo a la diversidad familiar...), destacan varios interlocutores. “Sin duda han minado, como una lluvia fina, al dar normalidad a lo que está fuera de la doctrina y el magisterio de la Iglesia”, detalla De las Heras.
“La secularización es buena, como planteó el Concilio Vaticano II, pero la laicidad se ha teñido de anticlericalismo y no se puede relegar la religión a la sacristía, porque es una faceta humana más”, afirma un veterano jesuita que pide anonimato.
Hay voces dentro del catolicismo que analizan las cifras de forma diferente. Javier Baeza, párroco de Madrid y ahora implicado en el movimiento 15-M, cree que “la desafección religiosa en general tiene que ver con la tradición de una cultura religiosa culpabilizadora, basada en el pecado y en la maldad del ser humano”.
A este poso, que ahora rechaza, suma otros dos elementos: “Una jerarquía fuera de cobertura, cada vez más alejada de la realidad del pueblo y que choca con la Iglesia más combativa” y una sociedad más interesada en el bienestar que en el compromiso. Además, está el mensaje moral que transmite la jerarquía, “cerrado y pueril”.
“La gente en general cree en Dios, pero pierde fe en la jerarquía”, apostilla el jesuita.
'FE', LUEGO 'CULTURA'... ¿NUEVA RUPTURA?
Con su punto de vista laico, el catedrático de Sociología Alfonso Pérez-Agote, de la Universidad Complutense, mira hacia atrás.
“En los años setenta pasamos de ser un país católico a ser un país de cultura católica. Hubo un desinterés progresivo y bajó la práctica religiosa. Ahora se está rompiendo con eso, sobre todo los jóvenes”, explica este investigador.
Para muestra, varios botones: las bodas civiles superan a las religiosas desde 2009 - “el sacramento ahora es la hipoteca”, ironiza el sociólogo- y uno de cada tres bebés es extramatrimonial, una proporción similar a la de recién nacidos que no se bautizan.
“Lo que queda ahora es una religiosidad íntima que ya no es religión y que no pasa por ninguna institución en particular”, prosigue Pérez-Agote. Un divorcio que él ve alentado por la
escasa confianza de los españoles en la Iglesia católica.
“¿Cómo va a tener atractivo para los jóvenes una institución no democrática que deja fuera a las mujeres porque no pueden tener responsabilidades y que tiene planteamientos muy tradicionales sobre sexualidad, familia, preservativos, muerte digna y sobre todos los problemas candentes del siglo XXI?”, se pregunta.
Sin embargo, una actualización doctrinal no es el camino. “La Iglesia es consciente de la seriedad de algunos de sus planteamientos morales, pero propone su doctrina convencida de que refleja la verdad”, afirma De las Heras. El “atractivo de la Iglesia” no vendrá de una “rebaja” de su doctrina.
ALEJAMIENTO PROGRESIVO
Así las cosas, corren tiempos de “apostasía silenciosa”, como dice el director de Ecclesia. “No es agresiva ni combativa” y lleva a una cierta “religiosidad a la carta” que no es “despreciable” y que convive con el desconocimiento de la doctrina e incluso de la cultura católica.
“A la carta”, según De las Heras, o “íntima”, según Pérez-Agote, la religiosidad que ha seguido a la religión tiene un termómetro en misas y otros sacramentos, esos ritos que acompañan la vida de los creyentes.
El CIS muestra una creciente brecha entre creencia y práctica religiosa. Del 71,7% de los ciudadanos que se declaran creyentes católicos, el 13% va a misa casi todos los domingos y el 2,7% varias veces por semana. En 2001 eran el 19% y 2,9% respectivamente. La mayoría incumple el precepto de la misa dominical.
Ahora, seis de cada 10 españoles que se declaran católicos no pisa “casi nunca” la iglesia, si se descuentan las citas con cariz social (bodas, bautizos, funerales, comuniones).
EL PAPEL DE LA JMJ
Planes pastorales para intentar atajar la secularización en el día a día y grandes actos masivos y mediáticos con el Papa de protagonista. Es la receta de la Conferencia Episcopal para los tiempos que corren.
Ese es el espíritu que persigue “la gran movida de la Jornada Mundial de la Juventud”, como dice el sacerdote Jesús de las Heras, director de la revista del episcopado, Ecclesia. “No echamos la casa por la ventana sin más, por afán de espectáculo, sino que somos conscientes de que tenemos un desafío al que responder.
Queremos dejar patente que la Iglesia quiere a los jóvenes y que los jóvenes han de querer a la Iglesia”, afirma.
Las jornadas, del 16 al 21 de este mes, contarán a partir del día 18 con la presencia de Benedicto XVI en Madrid. Será la octava visita de un Papa a España (las cinco primeras fueron obra de Juan Pablo II entre 1982 y 2003). Aunque estos viajes no han frenado la desafección religiosa, en medios eclesiásticos creen que son una buena inyección de optimismo para unos creyentes rearmados frente al laicismo creciente.
Hay quien asegura que la presencia papal se traduce en vocaciones. Pero los seminarios siguen semivacíos: 1.265 alumnos repartidos en 79 centros en el último curso, cuando entraron 245 estudiantes nuevos, abandonaron 124 y se ordenaron 162.
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