La guerra en Ucrania se recrudece contra la población civil. Son ya varios los intentos fallidos por establecer un corredor humanitario para garantizar la evacuación de las personas, como el de Mariupol. En esa misma ciudad, las imágenes de un hospital materno-infantil bombardeado por el ejército ruso han generado conmoción.

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Aunque estos últimos acontecimientos dificultan la negociación de la paz en el marco del conflicto, sin embargo, ahora mismo resulta imprescindible pensar en ello. En la paz. Sobre todo porque de ello depende el devenir de la confrontación. “La paz básicamente es paz en las fronteras. Las fronteras son las lineas donde los intereses y derechos se encuentran y enfrentan. Si no hay respeto mutuo de estas fronteras, que son geográficas, pero también políticas, económicas, culturales y religiosas, no habrá paz”, asegura Berend Coster, profesor de historia y ética en la Facultad Internacional de Teología IBSTE y también pastor de la Iglesia Cristiana Reformada en Mataró.

Sin embargo, la complejidad del conflicto es elevada (¿acaso hay alguno que no lo sea?), tal y como lo reflejan las diferentes consideraciones alrededor de lo necesario para pensar en la paz. “Primero necesitamos reconciliar la memoria de las partes en conflicto”, apunta Johannes Reimer, director global de la Red de Paz y Reconciliación de la Alianza Evangélica Mundial (PRN, por sus siglas en inglés). El problema, añade, es que “hay numerosas narrativas falsas que sintonizan la prensa a ambos lados, y los medios occidentales apoyan únicamente una narrativa antirrusa”.

¿Todo ocurre por el estatus de Ucrania?

Las condiciones que ha estipulado Rusia para hablar de un alto el fuego pasan, sobre todo, por el hecho de que Ucrania declare formalmente su neutralidad incluyendo una cláusula específica en su constitución. “Un futuro pacífico es posible mediante un estatus neutral de Ucrania, adaptando una estructura de federación para el país, o mediante una integración lenta de Rusia en el mundo europeo, a la cual se opone, sobre todo, Estados Unidos”, explica Reimer.

Coster, por otro lado, apunta a unas profundas aspiraciones rusas como elemento imprescindible para comprender el estado actual del conflicto. “Las raíces del conflicto actual entre Rusia y Ucrania se encuentran en la frustración latente de Rusia por el poder perdido. Un país con rencor. La nueva estabilidad bajo la presidencia de Vladimir Putin, que convirtió su carga democrática en una dictadura, era el inicio de una política de revisión. Putin nunca ha escondido su propósito de restaurar las fronteras del imperio ruso-soviético y sus zonas de influencia. Y ha tenido éxito. Bielorrusia, Kazajistán y las repúblicas en el Cáucaso dependen de, se apoyan por o son controladas por Rusia. Ucrania era una excepción por su giro hacia occidente. La ocupación y anexión de Crimea, la guerra en las provincias del este a partir del 2014 y la presión sobre Ucrania demostraron que había una linea roja marcada por Putin: no iba a tolerar que Ucrania se escapase de la influencia rusa”, remarca.

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Para Coster, todo esto no supone algo que no pueda generar “cierta comprensión”. “Todos los países poderosos tienen, defienden e intentan expandir sus zonas de influencia: los Estados Unidos, China y también la Unión Europea”, matiza. “Sin embargo”, añade, “con el inicio de la guerra todo ha cambiado. Putin podría haber expandido su influencia sobre Ucrania, imponer neutralidad al país hasta convertirlo en un vasallo, como Bielorrusia. No lo defiendo, pero estaba a su alcance, y sin necesidad de guerra. La única respuesta a la pregunta de por qué ha empezado la guerra en este momento es que ha querido la guerra. Debe haber calculado que una guerra es más beneficiosa para él que la diplomacia. Por esta guerra es un criminal de guerra”, sentencia el profesor y teólogo neerlandés.

Desde el PRN, Reimer opina que para rebajar la tensión, “el mundo occidental, la Unión Europea y la OTAN deberían dejar de negociar por Ucrania”. El proceso de reconciliación entre ambos países, considera, “comenzó hace tiempo y no debería detenerse, ni siquiera en un momento difícil como este”.

Pero, ¿es posible hablar de paz ahora?

 “Soy pesimista”, apunta Coster, que considera el hecho de que “una reconciliación depende de una derrota militar o histórica, es decir, a largo plazo, de Rusia y la apropiación de la misma derrota como justa”. “La anexión de Ucrania por Rusia será causa de otro problema internacional casi imposible de superar en decenios o siglos. Será igual a la anexión de Tíbet por China, el conflicto entre India y Pakistán sobre Jammu y Cachemira, o el conflicto entre Perú y Bolivia por un lado y Chile por el otro, sobre las provincias perdidas”, añade.

Para este historiador y teólogo neerlandés, “la neutralidad de Ucrania que se defendió en la década de los 90 habría sido una mejor garantía de su independencia que la política occidental de integrar el país a sus sistema”. No obstante, puntualiza, el escenario actual lo vuelve todo más complejo. Incluso pensando en hablar de paz. “Casi siempre, las paces de algún momento son la causa de las guerras del futuro”, añade.

Desde el PRN, que ya tienen experiencia trabajando en lugares que han vivido un conflicto recientemente, como el territorio de Artsaj, se ciñen a una estrategia que consiste en seis puntos: “En primer lugar, la reconciliación de iglesias y su racionalización hacia una posición de paz; después, curar traumas en la comunidad ofreciendo terapia; tercero, apoyando la restauración económica; también, apoyar iniciativas de reconciliación interestatal; en quinto lugar, la sanación de la memoria y ruptura de la narrativa falsa en los medios; por último, apoyar el establecimiento de estructuras de integridad contra cualquier corrupción”, explica Reimer.

Ante el desarrollo del conflicto, él sí se muestra optimista. “La guerra ha fomentado finalmente incluso una iniciativa de los evangélicos hacia la paz. Tanto el Consejo de la Iglesia de Ucrania como la Alianza Evangélica Rusa han enviado cartas abiertas al presidente Putin pidiendo el cese inmediato de la guerra”, apunta.

Una respuesta de paz desde la cosmovisión evangélica

La capacidad de la respuesta evangélica ante el conflicto, señala Reimer, consiste sobre todo en “basar las convicciones en la Biblia y no en la ideología”. “Trabajamos por el reino de Dios en lugar de por los conceptos occidentales u orientales de la sociedad y la cultura. Los desarrollos anti-bíblicos al amparo de la democracia, el individualismo humanista y el egoísmo capitalista nunca encontrarán nuestro apoyo”, expresa.

Por su parte, Coster establece también seis puntos clave que ejemplifican una reflexión bíblica ante todo lo que está ocurriendo. Primero, es necesario comprender, dice, que “la Biblia no es pacifista, sino que permite la defensa de los derechos”. “Hay guerras justas e injustas”, remarca. También aboga por una definición del concepto de paz a partir de los estándares bíblicos. “La Biblia enseña claramente la relación entre la paz y el derecho y la justicia (Salmo 72:3, 85:10). La Biblia espera la paz de Dios en el mundo internacional. La Biblia proclama la soberanía de Dios sobre el mundo de las naciones y de los imperios. Reconocerla es una condición importante para la paz internacional. La negación rebelde de la misma soberanía estimula el anarquismo internacional”, advierte.

“Paz y guerra desde la perspectiva bíblica son bendición y juicio de Dios. Hemos de comprender que la guerra actual es un juicio de Dios sobre nuestro mundo rebelde, que nos invita al arrepentimiento. A la vez, la comprensión de la situación internacional por Dios y su juicio no niega que una nación puede ser víctima y otra instrumento culpable. Con la consecuencia que la víctima puede defenderse y que la culpable debe ser enfrentada con todas las medidas efectivas y justas”, remarca. Al final, dice Coster, es necesario recordar conforme al texto bíblico que, “todos los que toman la espada, por la espada perecerán”.

La esperanza de paz para las naciones, añade, “es Cristo”. “La fe en Jesucristo genera una nueva identidad, la de pertenecer al pueblo de Dios, que disminuye la relevancia de la identidad nacional y de las fronteras. Aparecen intereses y derechos más urgentes que los intereses políticos, económicos y culturales. La predicación del evangelio es la defensa mejor de la paz nacional e internacional. La fe en Cristo debe llevar a un pueblo a arrepentirse de sus vicios nacionales, como la militancia y la beligerancia”, subraya.

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[title]Pacto de convivencia: llamado urgente a la apertura de estrategias de resolución[/title]

[text]En España, la plataforma Pacto de Convivencia ha publicado un comunicado condenando la invasión militar de Ucrania y rechazando el uso de la violencia. “Ni ahora ni nunca, ni en Europa ni en ningún otro lugar del mundo, hay razón para el uso de la violencia como estrategia para lograr fines personales o gubernamentales”, aseguran. 

Además del “cese inmediato de la acción militar” y la “apertura de estrategias de resolución de conflictos conformes a los acuerdos internacionales y al Derecho Internacional Humanitario”, desde la entidad piden “a nuestra clase política que actúe en unidad y con un alto sentido de Estado que facilite la toma de las mejores decisiones ante el conflicto”. 

En su documento, lanzan cinco propuestas “para fortalecer la paz”. En primer lugar animan a “elegir” la paz y a “activarse” para lograrla. También aconsejan informarse “de forma veraz y completa”, o “practicar la solidaridad”. Por último, hablan de “generar confianza social” y “mantener viva la esperanza”.[/text]

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