El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Analistas y expertos coinciden en la desaparición de las estructuras que sostenían el califato, pero no de los ideales.
“Caída del califato” o “el fin del Estado Islámico” han sido algunos de los titulares que han aparecido recientemente en las portadas de diferentes medios de comunicación, después de que las tropas de las Fuerzas Democráticas de Siria recuperasen la localidad de Baghouz, la última posición de Daesh sobre territorio sirio. Más desapercibido está siendo el análisis del futuro del denominado Estado Islámico, derrotado militarmente y desestructurado a nivel geográfico, pero con un ideario que muchos analistas ven poco probable que desaparezca.
“La legalidad de todos los emiratos, grupos, estados y organizaciones queda anulada por la expansión de la autoridad del califa y la llegada de sus tropas a sus zonas”, decía desde Mosul (Irak) el portavoz de la organización, Abú Muhammad Al Adnani, el 29 de junio de 2014, el día de la proclamación del Estado Islámico. Tres años después la ciudad sería recuperada por las tropas del ejército regular iraquí, después de ocho meses de combates.
Desde entonces, la presencia del Estado Islámico se ha ido reduciendo hasta lo que algunas voces consideran su derrota definitiva en Baghouz, este febrero. “El ISIS no ha muerto y la guerra sigue”, asegura un combatiente yihadista detenido por las fuerzas kurdas en una entrevista en El País. “Yo estoy en la cárcel, pero los miles de sirios e iraquíes radicales con los que combatí están ahí fuera”, añade.
“NO CREO EN LA DESAPARICIÓN DE IDEALES”
A los titulares de tono definitivo les está siguiendo una vasta publicación en forma de testimonios de combatientes y ‘ciudadanos’ (mujeres y niños, sobre todo) del autoproclamado Estado Islámico. Un escenario en el que cabe plantearse cómo se va articular la organización a partir de ahora. En contra del discurso naíf que habla de la resolución de uno de los principales conflictos en el mundo durante los últimos cinco años, el analista político de Imparcial consultores, Olaf Bernárdez, alerta que “el ISIS está casi vencido, que no eliminado”. “Militarmente puede estar prácticamente derrotado, pero no así desde un punto de vista policial. Siempre habrá seguidores individuales o grupos organizados en células que sigan las directrices directas de los mandos del ISIS que sigan activos. No hay que olvidar que la organización era la rama iraquí de Al-Qaeda, que aprovechó el contexto y situación de Irak, así como el vacío de poder del régimen sirio en determinadas zonas del país, para hacerse fuerte”, remarca. En la misma línea, el doctor del Departamento de estudios del Cercano Oriente en la Universidad israelí de Bar-Ilan, Michael Ehrlich, considera que “el Estado Islámico ya no existe como una entidad política” y que “la organización ha sido debilitada”, pero asegura no creer “en la desaparición de ideales”.
Para Bernárdez, la acción futura del Estado Islámico puede pasar por “ataques y actos terroristas” cometidos “por grupos o individuos sin vinculación directa con la organización”, y en el marco de una “posibilidad de que la matriz (Al-Qaeda) absorba la actividad y el personal de la sucursal” (DAESH). “Lo que sí está claro es que el ISIS no ha sido capaz de imponerse militarmente ni tampoco ha sido capaz de mantener el territorio anexionado a su causa. El miedo no es un aglutinador permanente”, remarca el analista político.
¿QUÉ POSIBILIDADES HAY DE UN JUICIO?
En un artículo sobre el Estado Islámico publicado en la plataforma de análisis mundial del Movimiento Lausana, Ewelina Ochab alertaba del riesgo que supone para la paz y la seguridad internacionales la falta de un juicio contra los combatientes yihadistas, especialmente los europeos que ahora han comenzado a regresas a sus casas. “Ni un solo combatiente del Daesh ha sido acusado de genocidio o de crímenes de lesa humanidad”, lamentaba la experta.
La idea de una resolución judicial no convence al doctor Ehrlich, que afirma no estar seguro de que se pueda aplicar “un proceso aceptado por ambos lados”. “Si va a ser a nivel nacional, su fruto será del tipo de la ‘justicia de los ganadores’”, señala.
Bernárdez prefiere enfocarse en “el cuidado y respeto a las víctimas” y deja una puerta abierta a la “justicia restaurativa”. “Podría ser, a pesar de las dificultades inherentes a una situación de conflicto, el objetivo último a conseguir. Alcanzado éste, la sociedad que antes vivió y sufrió el terrible conflicto, ahora podrá estar en condiciones de mirar hacia el futuro sin la rémora del dolor y la culpa a sus espaldas. La hoja de ruta es democracia y desarrollo”, defiende.
Pero los escenarios de ingobernabilidad actuales tanto en Siria como en Irak dificultan esta opción. A eso se le añade la falta de pronunciamiento sobre un juicio internacional por parte de la coalición de países que han intervenido en el conflicto, con Estados Unidos a la cabeza. ¿Está determinando de nuevo la política internacional el futuro de la convivencia pacífica en estos dos países?
MUCHO MÁS QUE UN CONFLICTO REGIONAL
En su libro Fuera de control, el periodista Daniel Estulin presenta las conclusiones de su investigación sobre el movimiento yihadista y el Estado Islámico, a los que relaciona como consecuencias directas de las diferentes injerencias de potencias occidentales en países de Oriente Próximo. “Desde los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos, junto con sus aliados regionales, ha patrocinado cada vez más a yihadistas de todo tipo para destruir cualquier estado social que se resista a sucumbir a las pretensiones del Imperio”, dice el escritor. Pero el conflicto de Estado Islámico se ha internacionalizado a través de atentados como los de noviembre de 2015, en Paris, o agosto de 2017, en Cambrils y Barcelona, o de julio de 2016, en Kabul.
Una relación, la de las principales potencias occidentales con países como Siria o Irak, que ha ido fluctuando con el paso de los años y la definición de nuevos intereses, y que según el doctor Ehrlich imposibilita “que se establezca un proceso de reconciliación”. “Cuando un gobierno ha sido bastantemente firme como los de Hafez Assad y Sadam Hussein, las confrontaciones de base étnica o religiosa han sido poco frecuentes. Cuando estos regímenes dictatoriales desaparecieron, todos los sentimientos irrumpieron”, asegura el profesor titular de la Universidad israelí de Bar-Ilan.
“El ‘pecado original’ que provocó la situación presente es la creación artificial de Siria e Irak por Francia y el Reino Unido durante el periodo de posguerra de la Primera Guerra Mundial. La forma en que estas potencias organizaron los territorios que ocuparon durante la guerra, desconocía las alianzas y hostilidades que existían en esos territorios por muchos siglos. Así llegaron a convivir grupos que, en el mejor de los casos, no tenían ningún contacto histórico, como los druzos del sur de Siria y los kurdos del noreste del mismo país, pero también hostiles, como los chiitas y los sunitas”, remarca Ehrlich. Por eso considera que “la solución menos deseada será la aplicación de justicia internacional” y aboga por “establecer países federales, con autonomía casi absoluta en asuntos domésticos”. “No sé si la comunidad internacional va a facilitar una solución semejante”, dice.
El analista político Olaf Bernárdez insiste en la necesidad de sumar esfuerzo y acciones concretas en favor de la democracia para lograr cualquier solución de la situación. “La mejor vida para tener más controlada la violencia es más democracia y más desarrollo. Pero no uno y luego el otro. Ambos al mismo tiempo. La población, los ciudadanos han de tener sus necesidades básicas cubiertas, y a la vez poder elegir a quién quieren que les representen en un Parlamento elegido por todos, sin distinciones de sexo, raza o religión. La democracia y la prosperidad son el único camino que puede controlar efectivamente a los fundamentalismos y la violencia”, manifiesta.
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