Omayna acaba de salir de la escuela dónde da clase y sale al encuentro con su hija más pequeña Salam (3 años), con una sonrisa nos invita a que la acompañemos. Al llegar a la caravana dónde vive, nos presenta a su familia y nos dice en inglés: “Welcome”.
Antes de la guerra,
Omayna era maestra y su marido Zuheir científico, ambos vivían cómodamente con sus hijos en una casa a las afueras de Daara, al sur de la capital. Su hija pequeña, Salam nació poco antes de que empezara el conflicto. Cuando los proyectiles empezaron a caer a diario y Omayna resultó herida con los cristales y partículas de aluminio de un bombardeo que alcanzo su propia casa, decidieron marcharse a casa de sus padres.
Como muchas familias sirias primero intentaron ir a otro lugar, huyeron del campo de batalla pero no de su país. Con voz calmada y una media sonrisa explica:
“teníamos miedo sobre todo por los niños, llegamos a estar días enteros en el refugio pues caían entre 15 y 30 proyectiles al día, cuando nuestra casa quedo destruida, nos dimos cuenta que no podíamos seguir viviendo así…con mucho miedo”. Omayna caminó 8 horas sin agua ni comida con los tres niños, se le mojaron los zapatos y terminó caminando descalza. Como es habitual su marido cruzó más tarde, ya que suele ser más fácil para las mujeres con niños conseguir pasar la frontera.
Llegaron a Al Zaatari en diciembre, había llovido y
lo pasaron mal al tener que dormir en tienda de campaña con los colchones mojados. Después las cosas mejoraron, llegó Zuheir y también su hermana Sawsan con su marido, ambas familias han conseguido una caravana y están agradecidos de poder vivir juntos. Ahora intentan mantener una vida lo más normal posible pero es difícil: “empezamos a olvidar los árboles, las colinas, el color verde…y
no quiero que mis hijos solo conozcan tiendas de campaña en el desierto”. Algunos fines de semana han conseguido salir del campo para visitar a unos familiares de su marido que viven en Mafraq.
Su sueño es volver a su país tan pronto como el conflicto termine. Su cuñado, Khaleed, dice que echa tanto de menos su trabajo, su tierra, que cada día se plantea si debería volver ya… Al principio del levantamiento, tuvieron esperanza pensando que traería democracia y libertad a Siria y no la guerra, ahora solo esperan que termine pronto, aunque tengan que empezar de cero, volverán.
AMANI: “SOÑAMOS CON VOLVER A SIRIA”
Los niños nos abren la puerta de metal y Amani (28 años) nos da la bienvenida.Su marido, Mahannah (32 años) acaba de salir a ver si encuentra trabajo en una constructora. Está complicado pues no se puede trabajar sin papeles. Vivían al norte de Siria en
Homs: “era una ciudad bonita, la vida era tranquila, un buen lugar para vivir”. Cuando fue bombardeada se marcharon a Damasco pensando que el poco tiempo volverían. Pero tampoco era seguro vivir allí, así que decidieron cruzar la frontera, llegarón a Jordania de forma ilegal hace un año.
Estuvieron 21 días en el campo de Al Zaatari pero la vida allí les pareció muy dura, casi pensaban que era mejor volver a Siria. Ahora viven en Mafraq y sus padres también,
Amani le da “gracias a Dios por la vida en Jordania” aunque cada día ella y su marido hablan de volver a su país. Su hija mayor, Gharam (10 años) está preocupada porque “cuando vuelva voy a ser tan mayor que ya no voy a querer los juguetes de antes”. Todos quieren volver,
de vez en cuando oye a sus hijos decir: “mamá, cuando volvamos a Siria….”
Con una sonrisa
expresa su esperanza y su deseo de que: “ la situación en Siria mejore y llegue la paz para que pueda volver a ser su hogar”. Al despedirnos, Amani nos da las gracias por la visita y agradece que la gente no les haya olvidado.
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