Mientras Obama y McCain gastan sus últimos cartuchos de su campaña, se ha producido una nueva versión cinematográfica de la obra de literatura contemporánea “Todos los hombres del rey” (1946). El teólogo y periodista José de Segovia entiende que esta obra “nos desvela los entresijos del alma humana, habitada por pasiones –tanto admirables como vergonzosas, nobles como villanas, altruistas como egomaníacas–, una realidad contradictoria que compone el inmenso rompecabezas de lo que somos” –dice.
En la novela, los ideales de amor y buenas intenciones de una andadura política se convierte en inmoralidad. “El enfoque de esta historia es evidentemente moral. Los manipuladores son manipulados. La gente con principios, que abraza la corrupción, recibe a la postre el castigo que merece por sus crímenes.” –dice De Segovia. El periodista entiende que “las más mezquinas ambiciones se mezclan con los mejores sentimientos en una confusión tal, que ya no sabemos quiénes somos” –dice.
¿ES EL PODER, EL QUE CORROMPE?
“Es evidente que la detentación de poder suele degenerar en abuso del poder, pero esa tentación puede florecer en cualquier forma de gobierno. La clave está en la condición moral de quien lo detenta” –dice De Segovia. El teólogo también dice que la división de poderes de la democracia anglosajona está indudablemente influida por el principio puritano de la depravación total del hombre. “Esta doctrina, que a menudo se ha tachado de excesivamente pesimista, corresponde sin embargo a la visión realista del hombre que tiene la Biblia”.
La visión reformada de la depravación total del hombre, no significa que el hombre sea tan malo como pudiera ser; sino que no hay aspecto de la vida humana que esté libre de corrupción. A diferencia del catolicismo-romano, los reformadores mantienen que no hay mente, corazón o conciencia, libre de los efectos de la corrupción, que la Escritura llama pecado. “No hay sistema político por lo tanto, ni autoridad, libre de los efectos del mal. El mejor gobernante no es entonces quien tiene los mejores sentimientos para con sus semejantes, si no quien conociendo las miseria humanas, trabaja por el bien y la justicia que vienen por esa gracia común que se muestra para con todos los hombres” –dice el teólogo.
Por ello en la política norteamericana, de inspiración protestante, existe un completo sistema de equilibrios de control de poder, algo que no existe en la misma medida por ejemplo en España, de cultura católica, donde el líder político (o religioso) llega a alcanzar cotas de poder sin control posible.
En concreto la autoridad espiritual no debe basarse en el autoritarismo, en el sentido de alguien que impone su criterio sin querer dar razones de la actuación personal porque “sólo se da cuentas a Dios”. Esta postura se corresponde con aplicar una política papal, en el fondo de corrupción moral, a una actividad que debería ser de servicio colocándose por encima de la comunidad.
Por ello, el modelo ideal es ser críticos y casi inmisericordes con nosotros mismos, dice José de Segovia.
Jesús dice que “su Padre hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). No se trata aquí del bien merecido, sino del rechazo a la injusticia para bien de todos. Por eso “el príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días”, como dice Proverbios (28:16) recuerda De Segovia.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar la entrevista completa de Daniel Oval a José de Segovia sobre
“Poder y corrupción” en eMision.net (audio, 7 Mb)
También puede leer el artículo completo de José de Segovia en el que analiza la relación entre poder y corrupción titulado
“Todos los hombres del rey”.
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