España se ha convertido en el país más visitado por Benedicto XVI. Si en el 2006 recaló durante dos jornadas en Valencia para presidir el Encuentro Mundial de las Familias y el pasado mes de noviembre permaneció durante 24 horas en Barcelona para inaugurar la nave central de la basílica de la Sagrada Familia, con una breve escala en Santiago de Compostela, esta vez viajó a Madrid.
En cuanto a su visita como Jefe del Estado Vaticano, recalcar que
ha supuesto un gasto directo o indirecto a todos los españoles como ninguno de los Jefes de Estado que le precedieron visitando España. Añadido a ello el haber sufrido toda una semana de cortes de tráfico en lugares céntricos de la capital de España; y
los reiterados agasajos protocolarios y encuentros con pleitesía de todo tipo de políticos (católicos y no católicos); que demuestran la influencia en este nivel político que sigue ejerciendo el Vaticano y su jerarquía en países como España. Eso, por no hablar de los excesos y saturación -cercanos al auténtico hastío- de presencia de las JMJ en la televisión pública nacional y madrileña que pagamos todos los ciudadanos.
Por ello, no extrañó la aparente contrapartida de la baja belicosidad del Papa en contra de las leyes sobre ética y moral aprobadas por el actual Gobierno español. Encaja esto con otros posibles pactos previos, como el parón a la Ley de Igualdad religiosa. En definitiva, un diálogo de
tú me ayudas y yo te ayudo entre los Estados Vaticano y de España; aunque esto establezca
dos raseros de ciudadanía española: los católicos (aristócratas con prebendas y derechos exclusivos) y los no católicos, gente plebeya del vulgo.
Por todo ello, aunque no solemos coincidir con las opiniones de Gaspar Llamazares, portavoz de Izquierda Unida en el Congreso, sí lo hacemos en esta ocasión. Ha criticado la
"sumisión" de todas las institucionesdel Estado a la jerarquía de la Iglesia católica; a través de este juego de convertirse cuando quiere en Estado político a favor de su “otra personalidad”, la de institución religiosa.
LA INSTITUCIÓN RELIGIOSA (ICR)
Y precisamente
como institución religiosa la Iglesia católico-romana (ICR) ha reunido alrededor del Papa dos ideas. La primera lograr un impacto de número: un millón y medio de jóvenes de todo el mundo en el acto más multitudinario (el de la misa de Cuatro Vientos). Aunque parezca mucho,
es por ejemplo una cifra claramente menor que los cinco millones de evangélicos brasileños de la reciente “Marcha por Jesús” en Sao Paulo (curiosamente será en este país, de enorme crecimiento evangélico, donde se celebrarán las próximas JMJ).
La segunda, obtener «abundantes frutos para la vida cristiana (católica)» de ese terreno convenientemente roturado y abonado con la presencia del actual Papa en la JMJ, en forma de compromiso de los jóvenes que se exprese en vocaciones sacerdotales que den vida a los alicaídos seminarios, y una revalorización del matrimonio católico, que ha perdido el favor de las parejas en beneficio de las bodas por lo civil.
Pero
la historia desmiente que la presencia del líder de la ICR, al menos en tiempos recientes, dé resultado. Está por ver cuál va a ser en el caso presente, pero hasta ahora las visitas de los pontífices a España no han logrado frenar el declive que sufre el catolicismo español.
La cosecha se malogró en 1989, cuando Karol Wojtyla reunió a cerca de medio millón de jóvenes en el Monte do Gozo, en las afueras de Santiago, con Antonio María Rouco de anfitrión, cuando la JMJ comenzaba a andar. La Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia católica española da fe de que entre 1982 y 1988 la población de los seminarios españoles creció de 1.801 a 2.034 habitantes, pero la bonanza se interrumpió coincidiendo con la visita de Juan Pablo II a Galicia, cuando se contabilizaron 2.032 aspirantes a sacerdote, una cifra que desde entonces se ha despeñado hasta los 1.227 del 2010.
TAMPOCO EN LA ESPAÑA DEL 2003-2006
Tampoco hubo remontada alguna en el 2003, cuando en el mes de mayo, con José María Aznar de presidente del Gobierno y el cardenal Rouco al frente del episcopado, Wojtyla realizó su último viaje a España y atrajo a cerca de un millón de jóvenes, según la crónica oficial, hasta el que también ha sido uno de los escenarios emblemáticos de la nueva JMJ, el aeródromo madrileño de Cuatro Vientos. En el 2003 los seminarios albergaban a 1.588 candidatos al sacerdocio. Un año después, en el curso 2004-2005, eran 1.524. Al cabo de doce meses, 1.481. Y dos años más tarde, 1.387. Hasta ahora.
El papa alemán tampoco ha logrado enderezar el rumbo de las cosas. Su presencia en el Encuentro de las Familias de Valencia del 2006, cuando en España eran 115.921 las uniones que pasaban anualmente por la sacristía frente a las 87.000 que preferían los juzgados, no impidió que en el 2009 cambiasen las tornas y el matrimonio civil (94.993) creciera frente al canónico (80.174). Tampoco hay noticias de los réditos del reciente paso de Ratzinger por Barcelona, más allá de agrandar la figura de Gaudí y aumentar la proyección turística de la capital catalana.
Claro que siempre quedará la posibilidad de preguntarse sobre cuál sería la situación del catolicismo español de no haber contado con el concurso de los dos últimos papas.
En cuanto al mensaje y teología de Benedicto XVI (¿predicó a Cristo?), lo analizaremos en otro Editorial.
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