Tiene un apellido difícil de pronunciar, forma parte de los ‘existencialistas’, era de origen danés y fue muy crítico con la iglesia de su país. Estos son algunos de los aspectos más populares que podrían definir al filósofo Søren Kierkegaard. Pero más allá de algunas de sus citas célebres, ¿qué conocen los protestantes del filósofo? Tras celebrarse recientemente el bicentenario de su nacimiento, Manfred Svensson ha explicado a este diario lo que cree que se puede aprender de Kierkegaard, aquí y ahora.
“Hay, obviamente, quienes conocen su nombre, y que saben que se encuentra entre ‘los grandes’. Hay también quienes asocian un par de conceptos con su nombre: ‘angustia’, ‘individualidad’, etc.”, explica
Manfred Svensson, Doctor en Filosofía, en respuestas a Protestante Digital.
Pero para la mayoría de cristianos, el filósofo de principios del siglo XIX es más bien un desconocido. Lo que se conoce de su aportación es relativamente poco. “Hay una distancia casi infinita entre eso [conocer algunos datos sobre la vida de Kierkegaard] y verdaderamente leer un libro suyo -¡aunque sea solo uno!- dejándonos impactar por más que frases sueltas”.
Quién tenga interés en profundizar un poco más en las ideas de este cristiano danés atípico, se dará cuenta de que no es fácil catalogar su pensamiento en conceptos básicos. Según Svensson, “Kierkegaard es, en cierto sentido, el Nietzsche cristiano, y eso hace que sea muy difícil nombrar ideas puntuales por las que es importante”.
Aunque si algo domina la obra del filósofo es “el modo en que fuerza a decisiones radicales”, una intención que mostró ya al titular su primer gran libro: “O lo uno o lo otro”.
El danés fue polémico, pero buscó mantener siempre una discusión con significado. Presentaba sus ideas de forma contundente, “pero de un modo profundo, sin convertirse en un agitador. Quienes buscan ser ‘radicales’ por lo general son ‘agitadores’, pero en ese desierto la obra de Kierkegaard es un oasis”, cree Svensson.
¿VÍNCULOS CON UNAMUNO?
Definido por muchos como el primer ‘existencialista’, Kierkegaard es comparado con muchos otros pensadores de todo el mundo. Entre ellos, en España, se le ha relacionado con Miguel de Unamuno.
¿Qué tienen en común? Svensson llama la atención sobre el hecho de que “en ‘El sentimiento trágico de la vida’, Unamuno no habla de Kierkegaard como ‘padre’, sino como ‘hermano’: no se trata de una ‘influencia formativa’ sobre Unamuno, pero sí descubrió en Kierkegaard a un espíritu afín”.
Esos puntos en común hacen que “no sea extraño que un lector pueda sentirse atraído por
afinidades entre ambos. Pero personalmente creo que el énfasis puesto en la influencia de Kierkegaard -trátese de Unamuno o de la idea de que Kierkegaard sea ‘padre del existencialismo’-, ha entorpecido mucho nuestra lectura de su obra”, opina Svensson.
DESESPERACIÓN QUE LLEVA A LA FE
Kiekegaard vivió una vida corta. Murió con sólo 42 años, y su experiencia estuvo marcada por una gran nube: la desesperación. “La vida entera es una terapia para lo que Kierkegaard llamó ‘la enfermedad mortal’”. Su enfoque estaba al otro extremo de los positivistas, “de quienes nos andan presionando a ser inmediatamente felices”.
Pero pese a su ansiedad constante, sus escritos demuestran que “no fue un autor morboso”. De hecho, la desesperación le acercaba a Dios: “Kierkegaard escribe que ‘la fórmula de la fe’ es idéntica con la ‘fórmula de la salud’,
que ‘apoyarse de modo transparente en el Poder que nos fundamenta’ es decisivo para nuestra vida espiritual y psíquica”, explica Svensson.
DIOS COMO PADRE
Llegados a este punto, la pregunta puede ser, ¿cómo veía Kierkegaard a Dios? “Creo que la respuesta más correcta es la sencilla afirmación de que lo veía como Padre. Pero eso no es ninguna trivialidad”. Svensson explica que puede parecer normal ver a Dios como Padre (es uno de los énfasis más claros que hace la Biblia), pero que en el caso del filósofo, su padre “es alguien bastante peculiar, casi extravagante, podríamos decir. Tal vez eso volvió a Kierkegaard particularmente sensible al modo en que Dios se nos presenta en el Antiguo Testamento. Al respecto puede verse, por ejemplo, su discusión sobre el sacrificio de Isaac en ‘Temor y temblor’”.
Los acercamientos a la teología del danés fueron constantes. Pero no fue un teólogo en el sentido tradicional de la palabra. Tampoco un filósofo, tal como definimos el término habitualmente. Svensson cree que es mejor hablar de
“un pensador cristiano fuertemente preocupado por la incoherencia entre el cristianismo aburguesado y la radicalidad del mensaje cristiano original”.
“Si algún enemigo tiene Kierkegaard es la mediocridad. Podría aquí poner un ejemplo, tomado de su libro ‘Las obras del amor’. Ahí escribe que según el genuino amor poético, sólo se puede amar a una persona en la vida (Romeo a Julieta, por ejemplo), mientras que según
el amor cristiano el deber es de amar a todos. En la ‘cristiandad’ contemporánea, en cambio, poetas y cristianos están de acuerdo en algún punto intermedio: hay que amar ‘bastante’”. Lo cual no es suficiente, criticaría el danés.
CONTRA UNA IGLESIA ACOMODADA
El choque sin contención de Kierkegaard con la
iglesia nacional de Dinamarca se dio ya hacia el final de su vida. Las críticas, sin embargo, no se llevaron por delante el respeto a lo que la iglesia representaba. “Creo que la tensión en la que se encuentra salta a la vista si consideramos lo siguiente: Kierkegaard dedicó los dos últimos años de su vida a una campaña panfletaria contra la
‘mundanización’ de la iglesia, y lo hizo de un modo feroz, sin mitigar en nada su severo juicio; pero al mismo tiempo, cuando publicaba sermones propios, los firmaba como escritos ‘sin autoridad’, pues consideraba importante la ordenación de los pastores, y él no era ordenado”, explica Svensson.
“Mirando esos dos polos se puede ver que Kierkegaard es una especie muy particular de “revolucionario”.
ALGO QUE APRENDER: “ESCAPAR A ETIQUETAS”
Todos estos equilibrios que se observan en la vida del danés recuerdan de nuevo, la importancia de leer sus obras con atención, para no sacar conclusiones erróneas.
Centrándose concretamente en los protestantes,
Svensson considera que “de Kierkegaard podemos aprender la posibilidad de que exista un pensamiento cristiano que sea ‘clásico’ y, sin embargo, no sea ‘tradicional’. Demasiadas veces esas dos cosas se unen, pero en Kierkegaard uno encuentra a alguien que escapa a cualquier etiqueta aunque siga estando profundamente arraigado en el cristianismo”.
Si quiere saber más sobre la figura de Kierkegaard, puede leer el artículo que Manfred Svensson publicó en Protestante Digital el día en el que se cumplían 200 años del nacimiento del pensador: “Kierkegaard: un amante herido habla a la iglesia”. Puede verlo aquí, en el Magacín.Además, Manfred Svensson es autor de “Polemizar, aclarar, edificar. El pensamiento de Søren Kierkegaard”(Clie, 2013).
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