Centenares de miles esta semana se manifestaron por el fin del régimen de Aleksandr Lukashenko, presidente desde 1994 y conocido como “el último dictador de Europa” por la forma en la que ha dirigido la república de Bielorrusia desde que se independizara de la Unión Soviética hace tres décadas. 

Ahora, su poder parece estar resquebrajándose, y los ciudadanos que han salido a la calle exigiendo libertad y elecciones libres creen que podría llegar el momento de un gran cambio. Las votaciones presidenciales del domingo, en las que según los datos oficiales Lukashenko consiguió el 80% de los votos, han abierto un gran conflicto social. 

Brazaletes blancos contra el gobierno

Natasha (nombre cambiado) es una cristiana bielorrusa que pese a vivir ahora en el extranjero tiene a su familia en el país y sigue toda la actualidad muy de cerca. En una conversación con Evangelical Focus, explica cómo el principal candidato de la oposición, activistas políticos y otros ciudadanos fueron encarcelados en los últimos meses, mientras sus hijos eran amenazados de muerte. 

Aun en este ambiente de represión, muchos ciudadanos salieron a votar el domingo pasando llevando brazaletes blancos para mostrar visiblemente que iban a votar por la oposición. La mayoría dijo que votaría a la “ama de casa y profesora de inglés” Svetlana Tijanovskaya, esposa del principal candidato encarcelado. Sin embargo, los datos oficiales decían la noche electoral que había obtenido menos del 10% de los votos, una cifra que pocos en el país creen que sea real. Tijanovskaya lo denunció, fue retenida por las autoridades durante horas y finalmente forzada a abandonar el país en dirección a la vecina Lituania. 

A su vez, en las calles las protestas han sido apagadas con fuerza bruta de una policía militarizada que, como puede verse en imágenes en canales independientes de Telegram, ha usado granadas aturdidoras y bolas de goma, causando centenares de heridos. Testimonios como el del cristiano bautista S.M. en Facebook hablan de palizas en la calle, torturas con electro shocks en los furgones policiales y detenciones indiscriminadas. También en los hospitales habría habido escenas de saturación con personas gravemente heridas. Medios internacionales hablan de por lo menos 5.000 detenidos en las 48 horas siguientes a la votación. 

Tiempo de actuar “sabiamente”

¿Qué situaciones han llevado al país a este punto? Algunos de los detonantes últimos han sido la mala gestión de la pandemia (Bielorrusia ha sido de los países más negacionistas de la Covid-19, celebrando grandes eventos deportivos y celebraciones multitudinarias), la crisis económica, y el hastío de los jóvenes ante la inacabable falta de libertades. 

“Lo bielorrusos son pacíficos y tolerantes”, dice Natasha al recordar la historia de los regímenes anteriores en la región. Pero por eso también han aprendido a usar los medios a su alcance para luchar por la libertad. “Ahora se está llamando a la gente a ser activa y a ser sabia a la hora de protestar”, explica Natasha. Por ejemplo, “la gente se está reuniendo en muchos grupos de no más de 20 personas, en zonas no céntricas, para evitar a la policía”. Mediante mensajes de texto e imágenes en redes sociales (cuando las redes de internet no están caídas), se buscan fondos para ayudar a pagar los gastos médicos de los heridos y las fianzas de los detenidos. 

Un llamado a la huelga general está comenzando a tener efectos visibles. Miles siguen presentando denuncias de irregularidades en sus municipios y ciudades, dando cuenta de los ejemplos de fraude de los que han sido testigos.

Es clave “dar a conocer lo que está pasando, hacerlo público” fuera de Bielorrusia, dice la creyente con la que hemos hablado, ya que hay poca información fiable aún. “Los periodistas están siendo detenidos con violencia, están destruyendo y confiscando cámaras y otros materiales de los reporteros”.

Natasha dice que otros países y la Unión Europea (de la que Bielorrusia no es miembro pero con la que son limítrofes sus fronteras) deben implicarse en la lucha por los derechos democráticos de sus conciudadanos. “Pidamos a nuestros gobiernos que sus embajadas hagan preguntas y reten a Lukashenko a dar respuestas”.

La postura de los evangélicos

¿Qué postura tienen los creyentes bielorrusos en todo este conflicto? Natasha responde que la mayoría de los evangélicos que ella conoce están en contra del régimen. Explica que algunos de sus amigos han salido a la calle mientras que otros buscan formas alternativas de luchar por la democracia, conscientes del enorme riesgo personal que pueda tener cualquier acción vista por el gobierno como un acto de rebelión. 

Muestra de este temor podría ser que, hasta el martes, ninguna denominación evangélica, grupo de iglesias o ministerio de ámbito nacional hubiera hecho declaraciones públicas en contra del probable fraude electoral. Una parte, minoritaria, prefiere “solamente orar a Dios pero no manifestarse más allá”, dice Natasha, una visión que ella no comparte por considerar que separa erróneamente lo espiritual de la realidad social.

“Los cristianos deberíamos ser activos, levantar la voz”, dice e insiste en que es momento de ser “sabios”, trabajando por los derechos de la gente desde las pequeñas área de influencia diaria que cada uno pueda tener.

Un llamado a la oración y la solidaridad

En este sentido, pide que cristianos en otros países “muestren su solidaridad con nosotros en sus redes sociales”, hablando “en contra de la violencia”, por “la libertad y los derechos de las personas de Bielorrusia”.

“Orad por los médicos que están atendiendo a todos los heridos. Orad que personas que trabajan en la televisión pública, en el gobierno, digan ‘hasta aquí’ y dimitan. Orad que aquellos que han torturado brutalmente tengan que responder ante la justicia”, añade. 

Su esperanza, como la de muchos otros bielorrusos, es que pronto el país pueda avanzar hacia una democracia plena. El primer paso, dice, es conseguir unas “elecciones justas”.