El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Las diferencias entre el bloque partidario del regreso del Partido de los Trabajadores y del que apoya al conservador Jair Bolsonaro son evidentes cuando quedan poco días para los comicios.
Momento histórico. Es el único concepto en el que coinciden los partidarios de las diferentes opciones políticas que se presentan este domingo 7 de octubre para gobernar Brasil. La conciencia de la singularidad de estas elecciones agrupa a partidarios del candidato liberal conservador, Jair Bolsonaro, que observan los comicios como una oportunidad de desbancar al Partido de los Trabajadores (PT), y a los votantes de ese mismo partido y de Francisco Haddad, su líder, que esperan una consolidación de la izquierda en el gobierno después del encarcelamiento del expresidente Lula da Silva y del juicio político que acabó con la destitución de la también expresidenta Dilma Rousseff. “Estas elecciones son muy importantes. Brasil vive una crisis económica y hay un gran descrédito de la población en relación a los políticos por los escándalos de corrupción”, manifiesta el director ejecutivo de la Alianza Evangélica de Brasil, Wilson Costa.
Las últimas encuestas vaticinan una segunda vuelta con toda probabilidad, que tendría lugar el 28 de octubre. Bolsonaro, que encabeza la intención de voto, tan sólo alcanza al 31% del electorado, aunque según los sondeos le saca diez puntos de ventaja a Haddad. El barómetro sitúa en tercer lugar al candidato del Partido Democrático Laborista, Ciro Gomes, y después al líder del Partido de la Social Democracia Brasileña, Geraldo Alckmin. La quinta posición, ahora mismo, la ocuparía la primera candidata declarada formalmente evangélica, Marina Silva, con sólo el 4% de las papeletas. No es la única figura vinculada al ámbito evangélico en estos comicios, sino que también está Cabo Daciolo, del partido Patriota, con una previsión de voto residual del 1%.
Sin embargo, muchos evangélicos brasileños han tomado la decisión de apoyar a uno de los dos grandes bloques, Bolsonaro o Haddad, en unas elecciones que no sólo servirán para escoger al presidente del país, sino también al vicepresidente y a los distintos órganos de poder ejecutivo, como diputados estatales y federales y gobernadores.
EL VOTO EVANGÉLICO Y LA GUERRA ENTRE LA MORAL Y LO SOCIAL
En la última legislatura ya se formó una bancada evangélica en la Cámara de los Diputados, con representantes de diversas formaciones, y que se ha mostrado claramente favorable a la destitución por juicio político de Rousseff y al encarcelamiento de Lula da Silva. Un terreno que, en cierta medida, le ha servido de precedente al candidato del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, ex-militar y católico. “Responde a los deseos de los electores porque es conservador en cuestiones morales y liberal en la economía”, explica el periodista brasileño Jarbas Aragão. “Aunque ha hecho muchas declaraciones polémicas en el pasado, su discurso es fuertemente a favor de los valores cristianos y esto es lo que quieren oír”, añade.
Para Ariovaldo Ramos, coordinador del Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho y pastor de la Comunidad Cristiana Reformada de Sao Paulo, Bolsonaro es un reclamo político. “Parte de los líderes evangélicos apoyan a Bolsonaro y lo hacen porque creen que entiende los intereses de la población evangélica y por la preponderancia de su pauta moral, sin comprender que la mayoría de los evangélicos pertenece a la clase trabajadora y que es un clase que recibe salarios inferiores y que ha sido muy perjudicada por el gobierno de Michel Temer”, dice.
La disputa entre Bolsonaro y Haddad es una disputa de modelos económicos y sociales de gobierno, pero también de visión por parte de la población evangélica en el país. El candidato del PSL ha concentrado su campaña en la lucha contra la corrupción y la ideología de género. Por su parte, el sustituto de Lula al frente del PT ha dirigido su atención a las clases populares, posicionándose a sí mismo como garantía ante las desigualdades.
“Bolsonaro ha ganado popularidad por denunciar la corrupción del PT, por tener su nombre limpio al no incluir en su lista a diputados que ganasen ‘cuotas’, según los datos de la policía federal, y porque habla de los valores morales, en defensa de la familia tradicional”, asegura Aragão.
Ramos, que se declara votante del PT, considera que “las elecciones pretenden ser la reanudación de la democracia”. “Sin embargo, pueden suponer un aval al golpe de Estado”, dice en referencia al juicio político contra Rousseff y a la detención de Lula. “Dependiendo de los resultados veremos una recuperación de los derechos perdidos, principalmente en la cuestión laboral, aunque no de forma instantánea, o bien un Estado no sólo de retroceso sino de barbarie. Desde el punto de vista económico y de la recuperación de derechos, los candidatos que más representarían los intereses de los evangélicos son los de izquierda. Sin embargo, hay una sistemática predicación de que a los evangélicos sólo nos interesa la pauta moral”, añade.
“Los evangélicos brasileños no comparten una unidad en cuanto a sus preferencias electorales. Votan de manera semejante a la población. Existe un segmento más conservador que cree que el liderazgo del país debe seguir la moral evangélica y otro que entiende que, en un Estado laico, la sociedad puede tener leyes diferentes de los valores cristianos”, remarca Costa.
¿DÓNDE ESTÁN LOS CANDIDATOS EVANGÉLICOS?
A pesar de haber dos candidatos a la presidencia que se han declarado públicamente evangélicos, están lejos de alcanzar gran parte del voto evangélico. A Marina Silva, que llegó a ser ministra con Lula da Silva, se la cuestiona por su pasado y por no presentar una posición pública en determinados aspectos considerados morales, como la ideología de género o el aborto.
“Silva no defiende las posiciones conocidas de los evangélicos contra el aborto, la agenda LGTBI o la legalización de drogas, y dice que su fe es personal. Su programa de gobierno muestra mucha proximidad con la izquierda. Algunos pastores dicen que ella traicionó a los evangélicos por no hablar en contra del aborto en su programa de gobierno y hacer propuestas para la población LGTBI”, dice Aragão. Para Ramos, en cambio, la candidata de Rede “representa a un grupo de evangélicos con un corte democrático más sólido”.
Y Cabo Daciolo sigue representando a una forma de relación entre política y fe más ingenua, utilizando la campaña para compartir su testimonio personal, por ejemplo. “Daciolo ha hablado de Jesús y de su fe en muchos debates de televisión, leyendo la Biblia y hablando de la necesidad de arrepentimiento nacional. Pero no ha mostrado con claridad sus ideas sobre cuestiones económicas y tampoco propuestas en educación o salud”, apunta Aragão.
Un vacío de voto que, al parecer, han sabido captar otros candidatos. Aunque de maneras diversas. “El eslogan de campaña de Bolsonaro es ‘Brasil arriba de todo, Dios por encima de todos’, y esto es algo muy fuerte para los evangélicos”, reitera el periodista brasileño.
“Jair Bolsonaro representa al evangélico manipulado por el miedo a la persecución y por el temor a una mentalidad moral débil. Hay mucha población evangélica progresista que no se ve representada por ninguno de los dos candidatos”, considera Ramos.
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