La intolerancia religiosa en México, sobre todo contra la minoría evangélica, va en ascenso, con expulsiones de decenas de familias sobre todo en comunidades indígenas, hostigamiento y hasta asesinatos, así como altos niveles de impunidad.
Los casos más graves se registran en zonas indígenas y en estados de alta marginalidad como los sureños de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Michoacán.
En la mayoría de los casos, las agresiones provienen de católicos tradicionalistas en un país considerado el segundo más católico del mundo, con 88% de personas profesando esa religión contra 5,2% que se declaran evangélicos, según el más reciente censo de 2010.
Los casos más graves ocurren en el estado sureño de Chiapas, frontera con Guatemala, donde se registra un 64% de católicos y 14 de evangélicos y los usos y costumbres imponen que los católicos dominen la organización de fiestas por medio de figuras como las "Mayordomías".
Sólo en los últimos siete años se registraron más de 260 casos de discriminación de los cuales el 90% no fueron denunciados, según la asociación civil “A favor de la libertad”, que reveló que no ayuda en esta situación que "no hay cultura de denuncia por parte de los cristianos evangélicos".
"La mayoría de los líderes no alientan a sus fieles a hacerlo sino esconden la situación, porque tienen compromisos con el gobierno federal y tienen miedo de que les quiten su registro de asociación religiosa", afirmó el activista Oscar Moha.
En las raras ocasiones en que las víctimas acuden a la fiscalía a denunciar se enfrentan a argumentos seudojurídicos que impiden que las querellas progresen.
En Chiapas desde los años 60 hasta la fecha han sido expulsados unos 30.000 evangélicos de sus tierras, por razones religiosas, según algunas fuentes.
El obispo católico de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi, cercano a la Teología de la Liberación, con frecuencia condena las persecuciones y otros actos de intolerancia pero los católicos tradicionalistas hacen caso omiso de su prédica.
SIN LIBERTAD RELIGIOSA
El representante evangélico Esdras González reveló que el motivo es el dominio de los caciques católicos, que ejercen represalias contra los indígenas evangélicos que se oponen a organizar fiestas donde se consume alcohol o a participar en procesiones donde se lleva en hombros a efigies religiosas.
Los evangélicos se niegan a colaborar en la organización y financiamiento de estos jolgorios y por ello son objeto de represalias. Como consecuencia de ello, a los evangélicos se les intimida y hostiga con la negativa de servicios básicos como el agua o el derecho a recoger leña para hacer sus fogatas.
El pasado 19 de agosto de 2012, alrededor de 110 evangélicos se refugiaron en la ciudad San Cristóbal de Las Casas tras abandonar sus comunidades de Yastini, San Gregorio y Huixtán, ante la creciente intolerancia religiosa.
Otros casos se han presentado también en las comunidades de Las Florecillas y El Carrizal, en la región conocida como Los Altos, uno de los bastiones de la guerrilla zapatista alzada en armas el 1 de enero de 1994.
En junio pasado varias familias evangélicas que llevaban tres años expulsados de sus hogares en Chiapas intentaron volver, para encontrarse la oposición de sus vecinos, que actuaron otra vez con violencia.
El 6 de junio de 2012, en la comunidad Yashtini, de Chiapas, un grupo de católicos tradicionalistas destruyó con machetes, hachas y martillos al menos 19 casas de indígenas tzotziles evangélicos de la Iglesia Maranatha a los que expulsaron previamente por diferencias religiosas.
"Tuvimos que salir de noche porque tuvimos miedo de quedarnos en la comunidad", dijo Felipe Hernández, vocero de los expulsados. En diciembre de 2010 fueron asesinados 3 pastores evangélicos en Chiapas y Oaxaca y los homicidios nunca fueron aclarados.
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