El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El candidato socialista recibió el voto de la mayoría de diputados tras alcanzar acuerdos con siete grupos políticos. Preguntamos a tres evangélicos sobre la situación política y la aportación evangélica en el debate actual.
Pedro Sánchez aborda este miércoles y jueves el debate de investidura con el que espera renovar su cargo al frente de la presidencia de Gobierno en España. El candidato socialista se presenta ante el hemiciclo tras firmar pactos con Sumar, ERC, Junts, BNG, PNV, Bildu y Coalición Canaria, lo que le garantiza 179 votos favorables. Los partidos que se oponen a la investidura son el PP, Vox y UPN, que suman 171 diputados.
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La investidura está marcada por el pacto PSOE-Junts que garantiza la amnistía, un proyecto de ley que está generando un intenso debate. El pacto, negociado por el PSOE con el principal afectado por la amnistía, Carles Puigdemont, expresa la voluntad de ambos partidos por “contribuir a resolver el conflicto histórico sobre el futuro político de Catalunya, incluso partiendo de posiciones divergentes”. En los últimos meses, previos a las elecciones del 23 de julio, el PSOE se había mostrado contrario a conceder una amnistía hacia los independentistas juzgados tras el referéndum de 2017. Sin embargo, las cuentas para la investidura han hecho que el líder del partido socialista cambie su criterio.
El acuerdo firmado -que provocó un comunicado de todas las asociaciones de jueces y la manifestación de diversas entidades jurídicas alertando del peligro de enjuiciamiento del trabajo judicial por parte del legislativo- incluye una Ley de Amnistía que se ha dado a conocer este lunes, y que ha sido registrada en el congreso por parte del PSOE. El texto defiende la amnistía como herramienta que, históricamente, ha servido para la resolución de conflictos y cuya excepcionalidad está contemplada en la Constitución. Abarca cualquier acción penal, administrativa o contable que se haya ejecutado en los últimos 11 años relacionada con la promoción de la independencia en Cataluña, excluyendo los actos dolosos, contrarios a los derechos humanos o terrorismo.
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Pedro Sánchez ha defendido esta mañana en su discurso de investidura la amnistía, apelando a que “esta medida de gracia nos puede ayudar a superar la fractura que se abrió en 2017”. “En la discordia no puede haber prosperidad. Debemos impulsar la convivencia y también el perdón, para apostar por un futuro de reconciliación y concordia”, ha expresado el candidato a la presidencia.
Sánchez considera que con la amnistía se apuesta “por la vía del diálogo, del perdón y del entendimiento. Hemos antepuesto el reencuento a la venganza, la unidad a la fractura”. Ha apelado a los apoyos que la amnistía suscita en Cataluña y el resultado electoral del 23-J como un aval de esa estrategia “basada en el diálogo, el entendimiento y también el perdón”. En cuanto a las voces que se oponen, Sánchez ha dicho “respetar” sus opiniones y emociones, “pero las circunstancias son las que son, y toca hacer de la necesidad, virtud”.
Además, Sánchez ha querido remarcar la “constitucionalidad” de la amnistía. A pesar de las críticas judiciales al acuerdo, Sánchez mantiene que “es perfectamente legal, acorde con la Constitución (…) No es un ataque a la Constitución, sino una muestra de su fortaleza y su vigencia”, expresó en su alocución Sánchez, reconociendo que la medida “va a beneficiar a muchas personas, cuyas acciones no comparto y rechazo, pero también otras personas que se vieron arrastradas por el procès. En última instancia, damos esta medida de gracia para superar una crisis que contribuya a mejorar la convivencia de este país”.
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Desde Protestante Digital preguntamos a distintas personas del ámbito evangélico por su opinión ante la situación política y social del país. Xesús Manuel Suárez es médico, político y actual secretario general de la Alianza Evangélica Española. Jaume Llenas es licenciado en derecho y actual asesor de los grupos Bíblicos de Graduados. Pedro Tarquis es médico y director de Areópago Protestante. Los tres participaron recientemente del documento “Vota con criterio”, en el que se analizaban diversos temas de importancia para España, lanzado antes de las elecciones generales de julio.
Pregunta. ¿Qué valoración haces sobre la amnistía y la situación política y social en España?
Pedro Tarquis: Claramente la amnistía responde a un interés de Pedro Sánchez de mantenerse en el poder a toda costa, incluso desmintiéndose a sí mismo y traicionando las ideas que expresó claramente en el pasado reciente.
La situación política y social culmina con esta ley una realidad de gobernar de forma personalista, sin consenso ni cobertura legal adecuada, de espaldas a la sociedad, como se ha visto en numerosas leyes (eutanasia, ley trans, ley del sí es sí) o en el giro de 180º con el Sahara.
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Jaume Llenas: Como en muchos otros países europeos y en América del Norte, se observa una creciente polarización de la sociedad. Basta con seguir el tono de las declaraciones de nuestros políticos y el de los ciudadanos en las redes sociales para ver que somos una civilización crispada. Han aparecido sectores en los extremos, tanto a la derecha como hacia la izquierda, que han tensado la sociedad haciendo que incluso los partidos más centrados se hayan desplazado hacia los extremos para no perder votos crispados. Falta moderación, sentido de Estado, grandes consensos, etc. Concretamente en España vivimos un choque de nacionalismos, el nacionalismo centralista contra los nacionalismos periféricos, y son absolutamente irreconciliables porque cada uno se retroalimenta del otro. Es obvio que lo que más conviene a la causa del independentismo catalán es un gobierno de PP y Vox, nada haría crecer el número de independentistas como este tipo de gobierno. Por el lado del nacionalismo centralista, es obvio también que nada cohesiona España más que tener un enemigo interno. Los españoles somos especialistas en tener guerras civiles, preferimos matarnos entre nosotros que tener guerras con rivales exteriores (guerras que acostumbramos a perder). No hay pacificadores, nadie juega de forma clara y convencida la carta de la moderación y la construcción de grandes consensos. Todos pretenden la derrota del rival, en lugar del acuerdo con el que es distinto.
Xesús Manuel Suárez: La amnistía se presenta como un instrumento de reconciliación. Ciertamente el debate sobre si es constitucional o no, no es lo más importante: los evangélicos debemos tener claro que la Constitución no es la Biblia, que es un pacto entre partes, y en el caso de la de 1978 no fue el fruto de un feliz encuentro, sino un acuerdo necesario y de alguna manera vigilado por los poderes fácticos; esa es la razón por la que la cuestión territorial no quedó resuelta establemente: recordemos que fue por este tema que Alianza Popular votó en contra de la Constitución y los nacionalistas aceptaron de mal grado que no se incluyera el concepto de la plurinacionalidad. Por esa razón el debate se reabre cada cierto tiempo.
Hay que recordar que en todos los movimientos de independencia los que la promueven son etiquetados de delincuentes anticonstitucionales por el estado que los engloba, pero para muchos de sus conciudadanos son héroes; en efecto, los movimientos de independencia de Iberoamérica fueron definitivamente anticonstitucionales y hoy toda Latinoamérica los reconoce como liberadores; todo depende del lado del que se perciba. En fin, el elemento clave de análisis para los evangélicos debe ser el de cómo se constituye la relación entre las personas y comunidades; si esta no está resuelta, la Constitución sirve de poco porque el problema se reabrirá una y otra vez.
Tenemos que encontrar mecanismos de resolución social y política del problema, mecanismos razonables, con renuncia expresa a la imposición, porque acallar a un colectivo por la imposición sirve para un tiempo, pero al final se reaviva con más contundencia y reactividad. Estamos hablando de identidad, y esta no se impone, se reconoce en libertad.
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Pregunta. El acuerdo PSOE-Junts ha sido criticado no solo por la oposición política, sino también por parte de distintos actores judiciales. ¿Crees que este pacto daña la estabilidad del país, cuestionando la división de poderes?
Pedro Tarquis: El acuerdo no solo ha contado con estas críticas, sino que también ha sido criticado por muchos socialistas insignes (Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, García Page, etc.), lo que indica hasta qué punto hay una deriva de un socialismo tradicional a este “sanchismo” en el que el PSOE es una etiqueta que ha llevado a una crispación social, política y judicial. Sin duda se daña no sólo la división de poderes, sino el propio espíritu de la democracia.
Jaume Llenas: La palabra de moda en estos días es “lawfare”. El significado de esta palabra hace referencia a la extralimitación de uno de los poderes, el poder judicial, que pretende controlar a los demás poderes. Lo que no se gana en las urnas, se quiere ganar en los juzgados. En España ha habido una renovación democrática en el legislativo y en el ejecutivo que ha pasado varias veces de derecha a izquierda y viceversa, pero hay dos instituciones que no han tenido esa renovación democrática que es el poder judicial y el ejército. Estos poderes siguen siendo juez y parte. Estos poderes del Estado siguen ejerciendo una tutela sobre el legislativo y el ejecutivo, cuando además nadie les ha votado y no proceden directamente de la voluntad popular. Nuestro CGPJ y nuestro Tribunal Constitucional tienen el mandato caducado y no se ve en perspectiva que puedan renovarse. La UE ha dado varios avisos a España de que no se cumplen unas normas mínimas de independencia en las grandes instituciones del poder judicial. Tenemos un problema que no somos capaces de solventar.
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X. Manuel Suárez: Los jueces no están para dar soluciones políticas –pero así lo han venido haciendo en todo el procès–; ofrecen escasa credibilidad cuando sus argumentos “jurídicos” se someten a sus posiciones “políticas”; nunca he entendido eso de “jueces progresistas” y “jueces conservadores”; son ellos mismos los que están contradiciendo la separación de poderes. Mi impresión es que sus argumentos en este tema –y en otros– dependen de su posición personal política y los articulan en un sentido o en otro, no dependiendo de la objetividad técnica, sino de la filia política; es como los que se sientan ante un versículo y no escuchan lisa y llanamente lo que dice la Palabra, sino ajustan su interpretación para adaptarlos a su personal teología.
Parece razonable la argumentación de Sánchez de que el problema catalán debe sacarse de los tribunales y llevarlo al terreno que corresponde: al político, con soluciones políticas, y como evangélicos así lo debemos entender, pero nosotros además tenemos que añadir algo más: debemos procesarlo en el terreno de las relaciones humanas, de las relaciones entre los pueblos, y de esto no se habla, pero está ahí palpable en forma de fobias y desencuentros. Sobre esto los evangélicos algo deberíamos poder decir; lo hicimos en el único encuentro sereno y fraternal que conozco entre unitaristas españoles y nacionalistas periféricos: el que promovimos desde la Alianza y celebramos en Ourense en 2020 y que generó el único documento conocido de consenso al respecto (https://alianzaevangelica.es/identidades-nacionales/).
Ahora bien, “soluciones políticas” no es lo mismo que “apaños políticos”. El presidente del gobierno español argumenta gallardamente a favor de un arreglo de consenso y reconducción, pero él mismo y sus colaboradores renegaban de cualquier solución de amnistía cuando presentaron su programa electoral y –más grave– su partido apoyó la aplicación del art. 155 de la Constitución en Cataluña y las correspondientes medidas policiales y ejecutivas. Su “cambio de opinión” no parece obedecer a una caída en el camino de Damasco, sino a un requiebro en el camino del poder. Tiene escasa credibilidad.
Y en ese requiebro le siguen por buena voluntad o porque no hay más remedio sus diputados, que se ajustan a la disciplina de partido, y temo que la mayoría lo hace no por una sosegada reconsideración y comprensión de las aspiraciones de Cataluña, sino “porque ahí viene la derecha”. De nuevo se fijan primero los objetivos de poder y después se construyen a medida los argumentos políticos y los apoyos jurídicos. Mal vamos; con esto se resuelve una legislatura, pero se reenvía el problema a la próxima generación, como hicieron con nosotros los del 78.
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Pregunta. ¿Qué piensas que, como evangélicos, podemos aportar al debate?
Pedro Tarquis: En primer lugar, aceptando la legalidad, por muy inmoral o injusta que pueda parecernos. En segundo lugar participando de forma pacífica en los movimientos que consideremos correctos y alejados de la crispación y la demagogia. Y por último lo más importante: orar para que se cumpla la voluntad de Dios, sabiendo que Él es quien quita y pone reyes, quien da a cada uno lo que es justo, y cuya paz trasciende a cualquier situación por muy difícil y tensa que sea.
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Jaume Llenas: En nuestro país hay millones de personas chillando, ya sea en las calles, ya sea en las redes sociales. Nada va a cambiar por que los cristianos se pongan al lado de unos o de otros a chillar. Nosotros, los cristianos, hemos recibido un encargo diferente. En las bienaventuranzas, Jesús definió el carácter de sus discípulos. Una de esas características es que los pacificadores son bienaventurados porque ellos son llamados hijos de Dios. Reflejamos que somos de la familia del Padre en que, al contrario del resto de la sociedad, buscamos paz y reconciliación. Podemos tener opiniones políticas y pensar que lo mejor para nuestro país sería una solución o la otra, pero nuestro llamamiento es a defender la reconciliación. Esta reconciliación no viene porque soy capaz de imponer mis ideas y estamos todos sometidos a ellas, sino porque soy capaz de entender al que piensa distinto y le tolero. Solo puedo tolerar al que es distinto, no es tolerancia la que se establece con el que piensa como yo, sino solo con el que es distinto. Cuánto necesita nuestro país de la vertebración que puede traer el evangelio. Ortega y Gasset ya hablaba de la España invertebrada. No vamos a vertebrar España con el enfrentamiento o con la eliminación del que es distinto. Eso ya lo hemos probado y no ha dado resultado. En la guerra civil del 36 al 39 ya probamos de eliminarnos el uno al otro. Ahora tenemos que probar algo distinto, tenemos que probar la tolerancia. Apuesto que nos va mejor con ella que con la imposición.
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X. Manuel Suárez: Ante todo, tenemos que sentarnos a reflexionar desde nuestra propia identidad como hijos de Dios, ciudadanos del Reino en medio del mundo, comprometidos con la transmisión del Evangelio en esta parte del mundo y en este momento de la historia. Creo que no pocos hermanos tienen una aproximación poco original al tema; cuando les escucho, me pregunto: “¿En qué se distinguen sus posicionamientos y sus argumentos de los que escucho al resto de la población?” Y la respuesta con frecuencia es “En nada”. Muchas veces se limitan a decir “cúmplase la Constitución”, lo cual no aporta mucho, según señalaba al inicio, o a hacer una interpretación poco meditada de Romanos 13 (siento que no tengo espacio para explicar esto en profundidad).
Creo que los evangélicos debemos hacer una reflexión a fondo desde principios bíblicos sobre dos cuestiones: una es la de las identidades nacionales y la otra es la de los mecanismos de resolución de conflictos, mediación y promoción de reconciliación. Y en esa reflexión hemos de dejar antes a un lado nuestros juicios previos ideológicos.
A partir de ahí, tenemos una propuesta pertinente y relevante para el presente conflicto ¡La tenemos! Pero tenemos que articularla con consistencia. Ya hemos hecho parte del camino: el documento que produjimos en aquel encuentro de 2020 es una base sobre la que seguir trabajando para ofrecer una alternativa políticamente eficaz en una situación tan crispada.
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