El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Las elecciones catalanas, tras una campaña dura, dejan heridas por el uso de un lenguaje “abusivo”, opina el secretario general de la AEE.
Aunque están por ver las consecuencias políticas de las elecciones catalanas celebradas este domingo, algo ya visible son las marcas que quedan tras una batalla dialéctica en la que se ha abusado de la descalificación.
El secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, explicó hace unas semanas la necesidad de reconciliación que se detecta en la sociedad. Tras las elecciones, espera que la solución comience por admitir que hay “un problema”. “Mientras exista este mecanismo de negación de la realidad, no seremos capaces de enfrentar la situación”, expresa.
Para Llenas, “la sociedad catalana está dividida entre unionistas e independentistas en proporciones bastante parecidas. Tendrá que llegar un momento en el que esta situación de impase se supere”, y será en todo el proceso necesario recuperar “una aproximación relacional”.
Porque las relaciones, comenta Jaume Llenas, no se regulan por leyes, sino por la convivencia y el respeto al otro. En este contexto la iglesia puede tener un papel importante, pero para ello esta debe practicar lo que predica. “Si nosotros como iglesia no modelamos primero, no podemos pedir nada a nuestros políticos. Ellos tienen que encontrar una comunidad en el que esto es un estilo de vida, un patrón de conducta, no una forma de buenismo, sino la vida de Dios fluyendo a través del pueblo de Dios”.
Pregunta. ¿Qué te sugiere el hecho de que hubiera una participación tan alta?
Respuesta. Siempre una alta participación, en regímenes donde esta no es impuesta, implica que hay un plus de legitimación, no hacia un partido o sistema, si no hacia la misma soberanía popular, hacia el mismo Estado de Derecho. Todos recordamos cuando la corrupción que ha ido aumentando entre los partidos políticos, la sensación de impunidad, iba aumentando una elección tras otras el porcentaje de abstención, de voto en blanco, etc. Todos los partidos lamentaban la alta abstención, todos hablaban de que había que tomar medidas, sin embargo, una vez en el cargo se limitaban a engrosar las élites extractivas que esquilmaban el sistema. En nuestro país la endogamia, el bipartidismo sucesivo entre partido socialista y partido popular, que emulaba el de finales del siglo XIX y comienzos del XX, un constitucional deslegitimado por la politización, una eliminación progresiva de la separación de poderes, etc. produjo en debilitamiento de hecho del Estado de Derecho. Los españoles tomaron dos formas de luchar contra ello, por una parte la abstención, por otra ocupar las calles con movimientos como el del 15-M. Por ello, esta alta participación es recuperar parte de la salud del sistema democrático, volver a llevar la discusión política al terreno de las urnas. Y esto ha tenido que hacerse en unas condiciones extremadamente duras. En la historia de la democracia no recuerdo al gobernador del Banco de España, a las patronales bancarias, a las grandes empresas, a los políticos extranjeros, etc. entrando en campaña, o que se produjera una manipulación de una respuesta oficial de la Unión Europea. Es como si estuviéramos en el inicio del final de una forma de entender la política y aún no se viera la nueva forma. De alguna manera “la cuestión catalana” está sirviendo como catalizador para acelerar el proceso.
P. ¿Avanza el debate sobre la independencia de Cataluña tras las elecciones, o seguirá en términos similares?
R. El debate político, el de la clase de política que está en trance de desaparición, sigue tratando de negar la realidad, en lugar de reconocerla y de ofrecer soluciones, actúa como los comentaristas deportivos que informan para convencidos. El resultado electoral parece la discusión de un penalti en un Madrid – Barça, donde la realidad es una, pero cada uno le dice a los aficionados de sus colores lo que éstos quieren escuchar. De alguna manera, la vieja política sigue diciéndole a la gente lo que tienen que ver y creer, como si estos fueran niños incapaces de hacer su propio análisis, tratando de vender una realidad que sólo existe en su Matrix particular. Mientras exista este mecanismo de negación de la realidad, no seremos capaces de enfrentar la situación. Hasta que uno no asume que tiene un problema, uno no busca soluciones. Los partidos independentistas tienen mayoría absoluta en el nuevo parlamento catalán. El independentismo ha sacado el 47, 7 de los votos. El bloque unionista ha sacado un 39,1 de los votos. Hay una serie de partidos que no pertenecen claramente ni a un bloque ni a otro (Lluís Rabell de CsQP este lunes declaraba que sus votos no debían ser sumados ni al sí ni al no). Como estas elecciones no podían ser un referéndum puro, ya que el gobierno no lo permitió, se usó una fórmula que permite una aproximación, pero nunca un resultado puro entre el sí y el no.
Lo que es obvio es que la sociedad catalana está dividida entre unionistas e independentistas en proporciones bastante parecidas. Tendrá que llegar un momento en el que esta situación de impase se supere. En democracia, la mejor manera de superar las situaciones es el diálogo y el acuerdo. Si utilizamos la Constitución del 78 como arma arrojadiza, lo que debiera ser una ley de grandes consensos se convierte en el enemigo a derrotar. Cuando en una relación de pareja, familiar, de amigos, etc. uno en lugar de enfrentar los problemas se encastilla en sus privilegios, la relación se acaba rompiendo. Las comunidades humanas funcionan más relacionalmente que institucionalmente. Las comunidades no están unidas por leyes y reglamentos, sino por relaciones. La función de las leyes y los reglamentos no es someter y forzar a los pueblos, si no regular la convivencia de aquellos que voluntariamente quieren formar parte de una relación. Es por ello que la solución sólo puede venir de una aproximación relacional, del lenguaje del amor, de la construcción de puentes, de regresar al respeto del otro. Se ha perdido el respeto cuando la comparación más utilizada por la prensa, por políticos respetados, etc. para describir el proceso vivido en Cataluña ha sido el nazismo, el fascismo, etc. Las palabras acarician o hieren, construyen puentes o los derriban, y luego es muy difícil restaurar una relación cuando los puentes relacionales se han roto y los puentes relacionales están completamente rotos porque el lenguaje ha sido y sigue siendo abusivo. Debemos recuperar el lenguaje de las relaciones, debemos recuperar una convivencia en la que “dar caña a los catalanes” no traiga votos a nadie.
P. Nos comentabas que el diálogo y la reconciliación serían necesarios tras las elecciones. ¿Qué podemos pedir a los políticos en este sentido? ¿Y los evangélicos, podemos aún desde nuestras actitudes, en nuestras conversaciones, marcar alguna diferencia?
R. La idea que proponía en mi anterior entrevista es que la Iglesia sea un reflejo de la acción de Dios con el ser humano. Nosotros hemos sido reconciliados con Dios por gracia, por misericordia de Dios. Sabemos lo que es ser perdonados sin merecerlo. Esto hace de nosotros gente distinta. Si en la sociedad la frase de referencia es: “no me arrepiento de nada”, en la Iglesia es “entiendo que todas mis intenciones, incluso las mejores, están afectadas por el pecado”. Por ello, el papel de una iglesia perdonada es invitar a la sociedad a reconciliarse con Dios. Nosotros hemos recibido el encargo de predicar la reconciliación con Dios. Esta reconciliación y el principio de la gracia deben estar constantemente presentes en la vida de la Iglesia, en las relaciones personales que establecemos los unos con los otros. Nosotros perdonamos pecados de la misma manera que nosotros hemos sido perdonados. Lo que une a la Iglesia son las relaciones, de la misma manera que Cristo amó a la Iglesia, nosotros nos amamos los unos a los otros. Lo que une a la Iglesia, su cemento único es el amor. Somos la comunidad que modela el amor con el que el Padre nos amó y entregó a su hijo por nosotros. Es esta comunidad donde el amor está presente que tiene una humilde legitimación para extender ese amor al resto de la sociedad.
Si nosotros como iglesia no modelamos primero, no podemos pedir nada a nuestros políticos. Ellos tienen que encontrar una comunidad en el que esto es un estilo de vida, un patrón de conducta, no una forma de buenismo, sino la vida de Dios fluyendo a través del pueblo de Dios. Es un momento decisivo para la historia de nuestro país y es el momento de que la Iglesia sea Iglesia. Nuestro cometido misional es este, reflejar la gracia de Dios en nuestras relaciones. Es lo que Juan 17 dice que cuando vean la unidad de los discípulos de Cristo, los demás sabrán que el Padre envió al Hijo.
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