El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Tras celebrarse las elecciones en Cataluña, la situación política “abre oportunidades” a los evangélicos para presentar “una propuesta basada en la restauración de relaciones”.
La ciudadanía catalana ha respondido de forma masiva ante la convocatoria de unas elecciones excepcionales. Así lo considera Xesús Manuel Suárez, médico, analista político y vicepresidente del grupo de participación en la Vida Pública de la Alianza Evangélica Española.
Suárez cree que las elecciones muestran un deseo mayoritario de cambio con respecto a la relación de Cataluña con el estado español. Y ante el escenario político que parece dibujarse en el futuro, espera un choque de sensibilidades donde la reconciliación jugará un papel clave.
Es por ello que para Suárez los evangélicos pueden no sólo participar, sino “liderar el proceso de reconciliación personal e institucional. (…) No nos conformemos con tertulias de opinión: demos un paso al frente”, expresa Suárez, que invita a realizar un nuevo encuentro entre evangélicos sobre este asunto.
Pregunta. ¿Te parece destacable la alta participación?
R. Me parece muy destacable. Es bueno que la población asuma su responsabilidad decidiendo con el voto; enriquece la democracia de Cataluña.
Muestra además que los catalanes comprendieron que se trataba de unas elecciones excepcionales, en las que decidían algo más que el parlamento autonómico: ahora vemos que los votantes les concedieron un carácter plebiscitario.
La alta participación electoral muestra un más elevado grado de convicción, y esto supone una mayor definición de posiciones. Así, es interesante anotar que los partidos que quieren dejar su vínculo con España tal y como está (C’s y PP) recogen el 27% de los votos; los que piden una reforma constitucional federalista (PSOE), el 13%; los que quieren modificarlo radicalmente (CSQP y Unió), el 11%, y los que van directamente por la independencia, el 48%.
Al mismo tiempo, es razonable pensar que un plebiscito específico por la independencia daría resultados diferentes: seguro que no se moverían los de JxSí, CUP, C’s y PP, pero no hay duda de que muchos votos de CSQP y Unió (y quizás una parte del PSOE) se repartirían a ambos lados, lo que da una clara mayoría independentista.
Quien vea en estas elecciones un parón a la riada independentista, es libre de hacerlo, pero es poco sabio negar que tres de cada cuatro catalanes clama por un profundo cambio de sus relaciones con España. Hay un problema, y es fácil –pero muy irresponsable– responder que es que los catalanes se han vuelto locos.
P. ¿Crees que el debate sobre la independencia de Cataluña avanza tras las elecciones, o seguirá en términos similares?
R. Se ha perdido mucho tiempo esperando que los independentistas se diesen el batacazo, pero el problema, lejos de apaciguarse, se ha ido agrandando. Hablando con amigos catalanes ciertamente moderados, les proponía soluciones de pacto tipo confederación, pero su respuesta era la misma: “Ya es demasiado tarde”. El gobierno y buena parte del pueblo español no entendió la agresión que supuso para los catalanes la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatut (por favor, ¿para cuándo dejará de ser el Constitucional una correa de transmisión de los partidos?); confiaron en que la solución pasaba por dejar correr el tiempo o amenazarles, sacar a la luz informaciones comprometedoras de sus dirigentes, meterles en cintura… ¡nada de esto ha servido! Porque no se trata ya de beneficios fiscales, componendas políticas, etc.: se trata de la voluntad de ser nación, y eso había que abordarlo con otra estrategia, otra actitud, otro discurso, otra real voluntad de comprensión y diálogo.
El debate ya no va a ser sobre la independencia catalana; estamos en otro momento político: ahora sólo se debatirá sobre cómo y cuándo. Muchos desconocen que el proceso de desvinculación no es una ocurrencia: todo está preparado minuciosamente, con elevado rigor metodológico y profesional, y desde hace tiempo.
Por otra parte, como dije, se ha producido en estas elecciones una mayor definición de posiciones encontradas; quienes asuman la responsabilidad de gobierno en Cataluña tendrán que gestionar la resolución de esas divergencias, e intuyo que esta cuestión no la han preparado adecuadamente ni en profundidad.
P. En la entrevista anterior hiciste referencia al diálogo y al necesario proceso de reconciliación. ¿Qué podemos pedir a los políticos en este sentido? ¿Y los evangélicos, podemos aún desde nuestras actitudes, en nuestras conversaciones, marcar alguna diferencia?
R. Los gestores de la independencia tendrán que gobernar para todos, no para los que piensan como ellos; pido, por tanto, a los políticos que ejerzan de políticos, esto es, que trabajen para encontrar puntos de acuerdo sobre los que reconstruir las relaciones institucionales y personales que se han ido destruyendo; y ahora ya no es el momento político de decir “la culpa la ha tenido el otro”.
Los evangélicos tenemos que mirar con cierta perspectiva el problema; podemos tener claras convicciones, pero no posiciones inamovibles en este tema; tenemos que estar abiertos a comprender posturas diferentes (¡ay, los comentarios a las noticias en P+D!) y establecer diálogo con el otro sin prejuicios, conscientes de la contaminación manipuladora que a todos nos amenaza (es impresentable el partidismo manipulador de todos los MMCC españoles en este tema). No podemos predicar reconciliación si no tenemos apertura de mente ante posturas políticas diferentes.
Para esa labor es bueno comprender al ser humano desde la Biblia: en primer lugar, nada humano es indiscutible e inmutable, ni la unidad de España, ni la identidad nacional catalana, ni mucho menos la constitución del 78; no le debemos adhesión a ciegas a ninguna de ellas; todo está bajo la soberanía de Dios. Desde esa cierta toma de distancia, debemos construir nuestra propuesta política, una propuesta basada en la restauración de relaciones, la misma que un día el Señor inició con nosotros mismos, cuando no estábamos muy abiertos al diálogo (“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”1). Por tanto, nuestra primera propuesta política en este caso es que ninguna postura es infalible, que se impone la necesidad de diálogo y que merece la pena dar el primer paso sin aguardar una contraprestación del otro lado.
Muy específicamente, el gobierno catalán debe dar el primer paso ofreciendo comprensión e integración a quienes no le apoyan: no se puede gobernar contra una parte relevante de la población. Lo primero que hay que restaurar es la sensación de derrota que ese sector va a sufrir; no se trata de vencer, sino de convencer. Así, si los independentistas se quejan –con razón– de que el gobierno español les ha respondido con la amenaza y con meterles en cintura, de ningún modo deben intentar resolver la integración de los diferentes a ellos metiéndoles en cintura. Mi propuesta al Govern sería crear un Ministerio de Integración y ofrecerle la cartera a un no-independentista.
La prosperidad de Cataluña no dependerá primeramente de cómo se reincorpora a la UE (que lo hará), sino de la talla que demuestre como pueblo, restaurando e integrando a quienes se sienten fuera del camino trazado por el Govern. Los evangélicos tenemos una ventana de oportunidad en este momento: levantarnos como un grupo con diversidad en sus posiciones políticas –esta diversidad nos da autoridad moral–, pero con voluntad de comprensión del otro, diálogo y reconstrucción de relaciones. Propongo, por tanto, un nuevo Encuentro entre evangélicos sobre este tema. Pocos colectivos como nosotros tienen las experiencias vitales, herramientas y habilidades para liderar –digo bien, liderar– este proceso de reconciliación personal e institucional; también aquí llega nuestro “ministerio de reconciliación”2. No nos conformemos con tertulias de opinión: demos un paso al frente. La ventana de oportunidad se nos abre otra vez; ¿nos echaremos, abrumados, otra vez atrás?
1 Rom 5:8
2 2Co 5.19-20
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