El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La sociedad española es cada vez más consciente del problema de la corrupción en nuestro país. Pero, ¿qué podemos responder? Preguntamos a Jorge Saguar y X. Manuel Suárez.
Corren malos tiempos para la credibilidad política e institucional en España. El conocimiento público de los casos de corrupción en Caja Madrid en torno a las tarjetas de crédito “oscuras” para directivos de la entidad, que está siendo investigado por el juez Fernando Andreu, ha despertado la indignación de la sociedad española.
Al propio hecho de la cuestionable existencia de las tarjetas, se une que esta entidad ha estado involucrada en el polémico caso de venta de preferentes y además ha recibido fondos públicos para su rescate.
El conocimiento detallado del uso de las "black" – desde cestas de la compra a lujos de todo tipo – refleja el nulo control que las entidades tenían sobre el uso de las mismas.
LA DESEADA TRANSPARENCIA
Jorge Saguar ha desarrollado su carrera profesional ocupando puestos directivos en varias compañías transnacionales de tecnología médica. Actualmente es consultor en dirección estratégica e inversión y ofrece conferencias sobre liderazgo. Saguar explica a Protestante Digital la importancia de que las entidades, tanto públicas como privadas, hagan un mejor trabajo de transparencia para evitar estas situaciones.
“La transparencia debe ser absoluta. Pero hay que huir de las generalizaciones”, advierte. En el caso de Caja Madrid, es importante conocer el contexto en el que se produjo el caso de las “tarjetas black”. “Fue en su día la caja de ahorros más grande de España y una de las primeras de Europa. Estuvo gestionada por personas inexpertas y como consecuencia lógica, acabó en quiebra técnica. Hoy es un banco público en vías de privatización, con un equipo gestor liderado por un profesional con más de 35 años de experiencia en el negocio de la banca y es precisamente la transparencia que ha impuesto el nuevo equipo gestor lo que ha destapado el caso”.
Las entidades financieras están en un punto de observación pública en el que la transparencia es cada vez más valorada. “Son empresas que se dedican al negocio del dinero. Es evidente que negociar con algo que para toda la sociedad representa el bienestar material presente y futuro eleva a la categoría de 'materia ultrasensible' todo lo que se relacione con las prácticas profesionales o código deontológico. Las entidades privadas, en manos de accionistas que buscan el máximo rendimiento de sus inversiones, compiten por informar mejor y más frecuentemente de su gestión, por lo que la transparencia de estas entidades va en aumento cada año”, explica Saguar.
Es por ello que los escándalos recientes en las cajas han tenido un eco tan sonoro. “Cualquier entidad financiera es un modelo para la sociedad a la que sirve”, recuerda Jorge Saguar. “Si no confiamos en los bancos, en quién vamos a confiar, decía mi abuela... Pero claro, cuando la entidad pierde su propósito fundacional, se convierte en un peligro social”.
En este aspecto, es necesario recordar el viraje de las cajas de ahorros de fondos de obra social hacia un modelo en el que son actores financieros de primer orden en cada comunidad autónoma. “Si una Caja de Ahorros deja de serlo para convertirse en un instrumento de financiación de una comunidad autónoma, provoca que todo el capital que los ahorradores han depositado, se convierta en fondos para favorecer intereses políticos locales sin que nadie, excepto los propios partidos políticos, controle la rentabilidad de cada inversión. Ahí se pierde la transparencia y comienza a incubarse la corrupción”.
UNA CUESTIÓN ÉTICA
“Este país necesita una regeneración profunda, no ya política, sino de la mentalidad, del alma colectiva de la sociedad”, dice Xesús Manuel Suárez, político y vicepresidente del grupo de Participación Pública de la Alianza Evangélica Española.
“No son ya los políticos los que se aprovechan del poder en beneficio propio, es toda la población de arriba abajo la que está infiltrada del criterio de que todo vale mientras no seas descubierto. Lo vemos en los políticos y ahora en los órganos de decisión de bancos, pero lo vemos en ellos sólo porque son los que tienen más oportunidad”, añade Suárez.
El caso de las tarjetas “black” demuestra la implicación de “políticos como no políticos, empresarios y sindicalistas, gente de derecha como de izquierda. Esto nos da la razón a quienes venimos defendiendo que no se trata ya de una cuestión política, sino es una cuestión de ética vinculada a principios profundamente arraigados en la mentalidad española, una mentalidad que considera que el pecado es permisible mientras no sale a la luz, y que cuando se descubre lo resuelves con una penitencia”.
Cambiar esta tendencia es algo que exige una transformación profunda. “La sociedad española necesita contagiarse de la ética protestante, la que insiste en la responsabilidad del individuo, la que te lleva a actuar igual cuando te ven que cuando no te ven, la que está conscientemente pendiente de que 'tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público' (Mateo 6:18)”.
“La corrupción – añade Jorge Saguar - está en la esencia misma de la persona y la ambición por tener cada vez más y mejor con el menor esfuerzo posible es parte de la condición humana. Por supuesto, sin que ello sirva para librar a nadie de la acción de la justicia. Pero es claro que cuando más odiamos nuestros pecados es al verlos en las vidas de otros”.
La corrupción, por otra parte, se reduce cuando hay “mecanismos de control” y “el mejor es la transparencia”, dice Suárez. “Cuando en un sistema hay varias instancias que se controlan mutuamente, se hace más difícil la corrupción. En Caja Madrid el problema fue que las diversas instancias no se controlaron mutuamente, más bien participaron todas de la misma desnaturalización de las remuneraciones, con un sistema opaco en el que los movimientos de dinero no trascendían a la Caja y de ahí no pasaban a Hacienda. Por el camino, lo que deberían ser gastos de representación se convirtieron en pagos en viajes, tiendas, clubes de alterne o dinero en metálico”.
PASOS POSITIVOS
Las consecuencias del descubrimiento del uso indebido de estas tarjetas no sólo han sido mediáticas, sino que ha llevado a que muchos implicados dimitieran de sus cargos. “Es positivo comprobar que muchos han asumido” el error y “han presentado su dimisión”, dice X. Manuel Suárez, considerándolo “un paso positivo ejemplarizante que colabora a la regeneración de la ética colectiva”.
La reacción social ante estos escándalos ha cambiado en los últimos años. Para Jorge Saguar, la sociedad “ha despertado del sueño que produjo la bonanza económica del cambio de siglo”. “Se ha pasado de acoger de buen grado la cultura del pelotazo típica de finales de los 90 e idealizar a los geniales nuevos ricos como paradigmas de la inteligencia mediterránea, a señalar, escrachar y aplaudir el linchamiento mediático de los ahora llamados corruptos. La diferencia – considera Saguar- está en la situación económica de muchísimas familias, el paro de larga duración, la falta de empleo para los menores de 30 y los mayores de 50 años y una percepción clara de que esto va para largo”.
REACCIONES POLÍTICAS: ENTRE LA JUSTICIA Y EL OPORTUNISMO
En el análisis de las reacciones, se puede ver que algunos partidos políticos han tomado medidas; otros están todavía a la espera de las determinaciones de la justicia. “Harían bien – opina Saguar - en tomar acciones fulminantes contra quienes se demuestre que han abusado de sus cargos en beneficio propio y en perjuicio de la sociedad, pero me preocupa que lo hagan sólo por una cuestión de imagen u oportunismo y no para limpiar a fondo sus entrañas”.
Opinión que comparte X. Manuel Suárez. “Me pregunto si los partidos políticos no tenían conocimiento de lo que estaba sucediendo; me cuesta creer que una situación como esta, en la que había tantos militantes involucrados y de tantos partidos y organizaciones, pasase desapercibida a todos”.
Parece “saludable” que se pidan responsabilidades, aunque Suárez advierte que algunos “han actuado con precipitación, lo que me sorprende” dado que no se ha dado tiempo tiempo suficiente a los afectados “a explicarse, porque todo militante tiene derecho a ser escuchado imparcialmente; parece que algunos dirigentes tenían más prisa por desembarazarse de militantes que afectaban a la imagen del partido o por dar un golpe de autoridad, que por llegar al fondo de la verdad”.
PÉRDIDA DE CONFIANZA
Una de las características de la sociedad española en los últimos años es la pérdida de confianza en instituciones, organismos y responsables políticos.
Jorge Saguar reconoce que casos como el de Caja Madrid afecta a la imagen de los empresarios. “Desde luego, la falta de confianza que generan estas situaciones, por un lado deteriora la imagen que la sociedad tiene de los empresarios y de quienes se dedican a la política como servicio a sus conciudadanos”, explica.
Sin embargo hay otra consecuencia “aún más grave”, dice Saguar: “el desánimo y el abandono de vocaciones de aquellos que asumen la imposibilidad de cambiar las cosas a mejor. Los hombres y mujeres emprendedores pondrán en marcha más proyectos empresariales en un entorno de transparencia pública, alejado de la corrupción “asumida” y del temor a perder ventajas competitivas sólo porque no tienen conexiones con el/los cargos públicos adecuados”.
SOLUCIONES A LA CORRUPCIÓN
Desde hace muchos años, la sociedad percibe de forma cada vez más tangible los males de la corrupción. Pero, ¿somos capaces de darle una respuesta correcta?
“La corrupción se liquida con la regeneración personal y colectiva y, cuando esto no es posible, se controla con transparencia y exigencia de responsabilidades”, explica X. Manuel Suárez. “La sociedad española cada vez niega más la relevancia de los valores éticos y por eso es más difícilmente regenerable. Es más escéptica que exigente y por eso los mecanismos de control democrático son poco eficientes”, advierte.
Se hace necesario “recuperar la relevancia de los valores éticos y la asunción responsable por parte de la ciudadanía de su papel inalienable. En una sociedad de cultura protestante es más difícil que se dé un caso como el que comentamos”.
DESAFÍO PARA LOS CRISTIANOS
La avaricia y la corrupción son pecados denunciados en la Biblia con contundencia. En las Escrituras se dan consejos que, miles años después de su redacción, siguen siendo válidos para el uso del dinero y la gestión, pero además provee una cosmovisión que señala a la esencia del ser humano y nos ayuda a entender la realidad que enfrentamos.
¿Qué podemos aportar los cristianos, además de la denuncia de los hechos? “Excelencia profesional”, dice Jorge Saguar. “Transparencia en nuestras entidades y empresas. Esperanza para un mundo caído y cayendo. El evangelio transforma a las personas y la influencia de discípulos fieles abre la puerta a cambios sociales. Firmeza, pero equilibrio en la denuncia y la aplicación de la justicia”.
Para Suárez es importante que los cristianos hagamos un análisis “desde una perspectiva cristiana, desde un concepto cristiano del ser humano, un concepto profundamente realista y que resulta totalmente pertinente y práctico para analizar el tema, interpretar sus causas y promover mejoras”. “Los cristianos debemos aprender a leer estas noticias desde nuestra cosmovisión y compartir nuestro análisis en la plaza pública sin inhibición, pero también sin espíritu de tremendismo apocalíptico ni de superioridad”, añade Suárez.
Jorge Saguar se apoya también en “la recomendación del apóstol Pablo en 1ª Tes 4.10-12, para que los cristianos tengamos por ambición el llevar una vida tranquila, nos ocupemos de nuestros propios asuntos y trabajemos a fin de conducirnos honradamente para con los de afuera”.
En esta línea, Suárez apunta finalmente a nuestra responsabilidad. “Espero que la gente comprenda que se trata de un problema del corazón del ser humano, que trasciende ideologías y partidos; es bueno que vea que la corrupción afecta a todos; y oro para que esto no lleve a la gente al escepticismo, que no piense “son todos iguales”, sino “podemos ser todos iguales”. Espero que los ciudadanos aprendan a observar, evaluar y exigir responsabilidades, que la población general deje de considerarse un convidado de piedra en la vida pública”.
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