En una sociedad democrática la corrupción debería ser una excepción, no la norma. Esta idea sencilla domina el análisis que Protestante Digital está haciendo de la corrupción en España, a lo largo de una serie de entrevistas sobre el tema. Manuel Suárez aborda esta vez posibles soluciones y compara modelos de sociedad que se diferencian por la fe que las he influenciado.
¿Qué es lo que diferencia a España de países más avanzados democráticamente, a la hora de combatir la corrupción? En Alemania, por ejemplo, renunciaba al cargo el presidente del país tras haber sido acusado de tráfico de influencias. En Estados Unidos, otro ejemplo, las escuchas ilegales acabaron con el presidente Nixon.
La diferencia está en que aquí hay “una cultura social diferente”, cree Manuel Suárez, analista habitual en Protestante Digital y Vicepresidente del Grupo de Participación en la Vida Pública de la Alianza Evangélica Española (AEE).
En otros sitios, aunque no se utilice explícitamente la palabra, “hay un concepto claro de lo que significa el pecado”. Está claro que hay cosas que están bien y otras que están mal. Sin embargo, “en el momento en el que una sociedad empieza a perder este concepto de lo que está mal y lo que está bien, todo se relativiza y entonces hay más lugar para la corrupción”.
Suárez cree que algo que diferencia a España de países con una cultura con trasfondo protestante es que estos tienen “una tradición de no ocultar lo que no se hace bien”. Aquí, sin embargo, a menudo “la forma de racionalizar el tema es decir ‘bueno, esto vamos a dejarlo pasar, la gente se olvidará, lo vamos a tapar y va a ser mejor’”.
¿Es una solución que funciona? “No, a la larga las cosas acaban explotando, sobre todo en un sistema democrático. Acaban saliendo de una forma u otra”.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, CLAVES PARA DAR LUZ
@MULT#DER#50818@Muchas cosas se consienten hasta que saltan a la luz pública. Viendo el “Caso Urdangarín” o el “Caso Campeón”, ¿qué papel tienen los medios de comunicación a la hora de abrir la lata?
“Es un papel muy importante”, el de la prensa, la televisión e internet. “No es fácil controlar los circuitos” donde se da la corrupción, “las ramificaciones son grandes, es difícil entrar con el bisturí, porque todo está muy vinculado y no es fácil llegar a las raíces”.
Pero “lo más eficaz es sacara a luz lo más que puedas”. Y hacerlo de forma correcta. “Hay que ser cuidadoso, no hacer un juicio paralelo en la prensa, porque todo el mundo tiene el derecho a la presunción de inocencia”, pero también hay que insistir, cree Suárez, que “nadie tiene derecho a que lo que hace mal se quede oculto por ser hijo de no sé quién”.
Las informaciones sobre irregularidades son una vía muy útil para atacar la corrupción: “Cuando sale a la luz, los responsables no tienen más remedio que dar explicaciones”.
Es más, “probablemente mucha de la corrupción que se acaba atajando no se haría si no hubiera denuncias en los medios de comunicación”. De ahí la responsabilidad de la prensa en su función de vigilancia del poder.
DOS FORMAS DE PREVENIR LA CORRUPCIÓN
Durante la entrevista, realizada por Esperanza Suárez, se plantean formas para prevenir esta lacra social. Hay que reconocer la realidad de que “el problema de la corrupción afecta a todos los partidos, de un lado y de otro”. Por tanto, cree Manuel Suárez, un primer paso de prevención debería ser poner en marcha mecanismos que “atajen el problema antes de que progrese”. El Observatorio Cívico Independiente, que presentará pronto un informe sobre corrupción, apuesta en este sentido por el
“auto-control interno”.
Pero no basta con confiar en la buena fe de las instituciones. Es importante también, que la sociedad en su conjunto entienda que la corrupción “no es un problema inevitable”. Cuando movimientos de personas empiezan a “darse cuenta de que es posible y que es eficaz reclamar medidas de control, entonces sí que hay esperanza para este país”
En este sentido, Suárez “aplaude” la
Ley de Transparencia aprobada por el PP. Aunque opina que “no la habrían sacado si no hubiera habido antes un movimiento popular, en las plazas, que reclamase esto de los políticos”. En este sentido, “la presión” de los ciudadanos puede tener consecuencias muy visibles en la cúspide, en el sí de los propios partidos políticos mayoritarios.
ÉTICA PROTESTANTE O CATÓLICA EN LA VIDA PÚBLICA
Volviendo a comparar casos, ¿se puede hablar de una diferencia clara en la vida pública, entre el sur de Europa católico y el centro y norte protestante? Suárez no tiene dudas y cree que no se trata de un factor que afecte solamente a los creyentes, sino a todo un país, más allá de las creencias personales.
“Hay una cultura afectada por una ética protestante y una cultura afectada por un ética católica”. Para ilustrarlo, Suárez presenta como ejemplo un amigo, empresario holandés y de fe católica, que se ha encontrado con la corrupción en España al tratar con organismos públicos. Su sorpresa fue grande ante esta práctica, algo que en su país “no es aceptable y no se entiende”.
No se trata tanto de de fe, pues, sino de una “ética cultural” afectada en su conjunto por un enfoque religioso u otro. La distinción entre “pecados veniales” y “pecados mortales” en la Iglesia Católica, por ejemplo, se extrapola al conjunto de la sociedad, de forma que algunas cosas como “la pequeña mordida” se pueden ver como medianamente aceptables.
“Esto tiene implicaciones en el progreso de la sociedad y para la dignidad de nuestra sociedad”. Y no sólo se queda allí, tiene impacto también en el “terreno económico”.
La dificultad de salir de la crisis de países del sur de Europa (de cultura católica u ortodoxa) obedece, cree Suárez, vienen de una misma raíz. “Toda la mentira de la burbuja inmobiliaria en España tiene que ver con una ética general”. El mismo problema aparece con “la mentira inmensa a la hora de definir cuál era el déficit público en Grecia”, que “tiene que ver también con una tolerancia hacia la mentira que no existe en los países protestantes”.
No hay que simplificar diciendo que los países con trasfondo protestantes no tienen problemas, “pero desde luego la mentira es un pecado que está muy mal visto en una cultura protestante”. Y por ahí se puede empezar evitando muchos problemas.
SOLUCIONES EN UNA ÉTICA CON RAÍCES
En el diálogo, se propone que cada ciudadano esté dispuesto a asumir el coste de la integridad en cualquier situación de la vida. “Sobre todo cuando no te ven”, añade Manuel Suárez.
“¿Cuándo demuestra uno la profundidad de lo que cree? Pues justamente cuando no te ven, cuando no tienes que rendir cuentas en público”. Se refiere a la parábola del Buen Samaritano, explicando que los dos primeros personajes que rehúyen ayudar a la víctima herida conocen de sobra qué es lo que deberían hacer, pero aún así no lo hacen. “Se encuentran solos, miran a los lados, no hay nadie, se echan para adelante y pasan de largo del herido”.
En cambio, cuando el samaritano llega al lugar “mira a los lados no ve a nadie, pero su ética hace que sus entrañas se conmuevan, identifica aquella persona como su prójimo, y le ayuda”.
“Cuando los individuos en una sociedad comprenden esto, la sociedad cambia radicalmente”. Es más, Suárez opina que “no puede haber una sociedad nueva sin un hombre nuevo y ese hombre nace en el corazón de cada uno de nosotros”.
LOS JÓVENES PEDIRÁN MÁS TRANSPARENCIA
“Soy optimista”, dice Suárez.
“Creo que hay una generación que se está levantando que reclama más claridad en la vida pública. Creo que esa generación va a encontrar respuestas y por tanto merece la pena dar un voto de confianza, estar cerca de ellos, y ofrecerles, nosotros los evangélicos, el valor de una forma diferente de ver las cosas. Una forma diferente de entender la verdad, el pecado, la mentira y la confianza. No todo vale. Y en este sentido, insisto en que debemos empezar por cada uno de nosotros. Si cada uno de nosotros pone verdad e integridad en su vida, sin duda, nuestra sociedad va a cambiar”.
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