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Opinan Mariano Blázquez, P. Chevalley, Samuel Escobar, Jaume Llenas, Manuel Suárez, P. Tarquis y César Vidal.
 

7 líderes evangélicos opinan de mujer e Iglesia actual

La semana pasada resumíamos la opinión de 7 mujeres de diferentes ámbitos evangélicos, que comentaban su visión sobre el “Papel de la Mujer en la Iglesia, hoy”. Tras ver sus respuestas, es interesante compararlas con las de los hombres que han contestado a nuestra encuesta (que recordamos, fue enviada a una treintena de líderes de ministerios y representantes evangélicos de diferentes ámbitos, hombres y mujeres).
BARCELONA 29 DE MARZO DE 2009 22:00 h

En esta segunda parte, aportan sus puntos de vista 7 hombres: Mariano Blázquez, Philippe Chevalley, Samuel Escobar, Jaume Llenas, Manuel Suárez, Pedro Tarquis y César Vidal.

Agradecemos sus respuestas sobre este tema. Y también respetamos a quienes se hayan reservado su opinión, o no hayan contestado por cualquier otro motivo.

Puede consultar la primera parte de este artículo, titulado “Análisis: 7 voces femeninas hablan de la iglesia evangélica actual y la mujer”. Además, puede ver las respuestas íntegras de las mujeres

Antes de entrar en materia, una impresión inicial relacionada con las respuestas de los hombres que han querido dar su opinión sobre este tema es que sus conclusiones no distan mucho de las de sus compañeras, la semana pasada. Hay matices, algunas divergencias más claras, pero muchos de los encuestados apoyan la mayoría de las iniciativas que proponían las mujeres encuestadas la semana anterior.

LA ÚNICA DIFERENCIA, EL PASTORADO
La encuesta, como recordarán, empezaba planteando diferentes tipos de responsabilidad en la iglesia local, y hasta qué grado la mujer podía estar al frente de éstas, a la vista de lo que la Biblia dice. Samuel Escobar empieza haciendo referencia a 1a de Pedro 5:1-4, resumiéndolo en que “toda posición de autoridad en la iglesia es una posición de servicio humilde al Señor y al pueblo de Dios”, por tanto, el “sentido de responsabilidad” debe de estar dirigido hacia Dios, en primer lugar. Para Samuel Escobar, los dones son dados “por igual a mujeres y hombres”, así que si una mujer tiene dones importantes para el pastorado, “docencia, sensibilidad pastoral, discernimiento, don administrativo”, puede dirigir una iglesia, considera. “Conozco muchas mujeres en diversoss continentes que lo hacen con fidelidad y éxito”. Esto tiene, además, una base bíblica, considera Escobar, ya que “hay figuras femeninas” con responsabilidad en el Nuevo Testameno, como Priscila en el libro de los Hechos.

Pedro Tarquis tiene un punto de vista parecido. Cree que “sin ninguna duda” la mujer tiene que asumir responsabilidades dentro de su iglesia. “Creo que además es un hecho asumido por la casi totalidad de las iglesias evangélicas”, lo cual marcaría una “gran distancia respecto a otras confesiones religiosas”. Tarquis remarca que viendo la Biblia, “María Magdalena, una mujer” fue la encargada de ‘predicar’ por primera vez la resurrección de Jesús. “Todo creyente -hombre y mujer- es un sacerdote”, y por tanto, “Dios llama a mujeres al ministerio”. Pone como ejemplo el hecho que “el apóstol Pablo tuvo colaboradoras en esa línea”. Tarquis interpreta “las limitaciones al ministerio de la mujer de las cartas de Pablo como concesiones culturales”.
Para Philippe Chevalley, “si bien es verdad que hay algunos textos de la Biblia que dejan entender que la mujer tiene un papel diferente al del hombre y que ciertas áreas –enseñanza, predicación, liderazgo- les serían negadas, otros por lo contrario, nos enseñan que muchas mujeres tuvieron papeles importantes, incluso en estas áreas reservadas a los hombres”, considera. Su posición personal es parecida a la de William Booth (fundador del Ejército de Salvación), quien “ya a finales del siglo XIX dijo: ‘Mis mejores soldados son mujeres’”. “Como pastor de una iglesia puedo decir lo mismo”, dice Chevalley. Pese a todo, “dudo que nuestra teología nos permita aclarar esto con toda rotundidad y que podamos ponernos todos de acuerdo acerca de este tema”.
Mariano Blázquez también reconoce que la comprensión de unos textos u otros “es un tema controvertido”, y señala que “las interpretaciones hermenéuticas sobre lo que la Biblia enseña con respecto al papel de la mujer en la Iglesia varían, según se haga una interpretación literal o contextual del texto, y cada Iglesia debe decidir al respecto”. Ahora bien, “lo que no podemos decidir es aquello en lo que la Biblia es clara”, cree Blázquez, que remarca que el fuerte énfasis de la Biblia en la “dignidad, el respeto, y la consideración, a los que son acreedores tanto hombres, como mujeres”. La cuestión es tener clara la “autoridad de la Biblia”, debajo de la cual ha de estar cualquier persona que sirva en una iglesia. Su conclusión es que la mujer sí debe asumir responsabilidades, per lo más importante es que la predicación, la haga un hombre o una mujer, “debe ser ejercida con temor de Dios por personas de testimonio irreprensible, llenas del Espíritu Santo, altamente comprometidas con la obra del Señor y que tengan los dones espirituales y naturales específicos para dicho ministerio”. Quien cumpla los requisitos tiene legitimidad para predicar, “y quien no los cumple, no debe hacerlo, sea hombre o mujer”.

Para Manuel Suárez, la mujer también debería poder asumir responsabilidades en diferentes ámbitos. Remarca que en algunas iglesias “que no reconocen pastoras, hay mujeres que ejercen en la realidad práctica el cuidado pastoral igual o mejor que muchos hombres”. En este sentido, considera que la mujer sí debería poder compartir la Palabra de Dios en la iglesia, porque “¿cómo, sino, entendemos la presencia de mujeres que profetizaban a lo largo del Nuevo Testamento?”. Suárez también se refiere a Priscila (en Hechos), que fue “sin duda, una gran predicadora”. En referencia a su propia iglesia, Suárez dice: “En una denominación conservadora como la mía, las mujeres ejercen de facto el pastorado, porque las esposas de los ancianos acaban participando en la práctica en las decisiones del consejo de ancianos por vía interpuesta”. Su posición personal es que está de acuerdo con que una mujer sea pastora, “considerando como siempre que el pastorado está bajo la supervisión y apoyo de un consejo de ancianos”.

También hace referencia a la visión de su iglesia local Jaume Llenas, que explica que su congregación considera que “hay argumentos bíblicos que no nos permiten nombrar a una mujer pastora”. Sin embargo, “de todas formas reconocemos que no tenemos todas las respuestas en un tema de tanta importancia”, dice. “Respetamos y reconocemos a las iglesias y a las mujeres pastoras, pero nosotros no las nombramos”. En cuanto a otras responsabilidades, Llenas explica que en su iglesia local se reconoce “el ministerio de hombres y mujeres en plano de igualdad”. En todo caso, lo que más importancia tiene, cree, es que “la persona que comparta la Palabra tenga un llamamiento de Dios para hacerlo”, más allá de su género. “Queremos oír la voz de Dios y no vemos inconveniente bíblico en que sea una mujer quien la traiga. En la Biblia hay varias profetisas, aún cuando no sea un criterio general”, concluye.

César Vidal, por su parte, cree que la mujer debe tener responsabilidades en la iglesia, incluyendo la predicación de la Biblia, aunque siempre con el matiz de que “el Señor le haya dotado para ello”. En cuanto al pastorado de una mujer, considera que no sería bíblicamente correcto.

SE PRECISA MÁS ESFUERZO A FAVOR DEL PAPEL DE LA MUJER
Una segunda parte de la encuesta empezaba planteando si en las iglesias evangélicas españolas se está haciendo en la actualidad un esfuerzo real para dejar que las mujeres desarrollen su vocación, y si en las propias familias que forman parte de las iglesias, se apoya a que la mujer sea activa en la congregación.

Jaume Llenas empieza dejando claro que “durante siglos no se ha hecho justicia a lo que la Biblia indicaba sobre el ministerio de la mujer”. Por tanto, “ahora no basta con decir que las mujeres pueden desempeñar aquellos ministerios para los que tengan un llamamiento de Dios”, sino que hay que ser “proactivo si esperamos que nuestras hermanas asuman su llamado”. En cuanto a las dinámicas de las familias, cree que hay tanto las que son “un desafío” positivo, como “hay otras que deben hacer una profunda reflexión para llevar a la práctica la teoría en la que creen”, cosa que “no es fácil”, al haber “pautas culturales muy enraizadas”. Samuel Escobar destaca en este sentido la reciente ordenación de dos mujeres pastoras bautistas, y afirma que para él “ha sido una inspiración ver cómo sus familias apoyaron sus estudios y su ministerio”. En cuanto al apoyo de las iglesias, sin embargo, cree que “falta aún camino por recorrer”. La iglesia debería ser “ejemplo” y poner en marcha el mensaje cristiano que “afirma la dignidad de hombres y mujeres ante Dios”.

También Manuel Suárez considera que hay que hacer pasos para que las mujeres desarrollen su vocación en la iglesia. Cree que no se está haciendo todo lo posible en esta línea, ya que “estamos dejando de aprovechar las capacidades del 50 % de nuestra membresía”. En cuanto al apoyo de las familias, considera que “en muchos aspectos el principal impedimento” para una inclusión completa de la mujer “no son específicamente los maridos, sino las costumbres asumidas en cada iglesia, cuyas restricciones muchas veces son defendidas con más ardor por las propias mujeres”.

Pedro Tarquis también cree que “queda aún más por hacer”, aunque también destaca que “se ha avanzado mucho”. Cree que uno de los lastres sigue siendo que “aún somos parte del pecado de cargar a la mujer con demasiadas tareas en el hogar sin ayudarlas; y esto junto al hecho de que muchas tienen sus trabajos fuera de la casa impide el desarrollo de su vida y vocación cristianas”.

Mariano Blázquez, en cambio, amplía el problema a otros grupos de la iglesia. “No creo que en ningún área se pueda decir que la Iglesia está haciendo ‘todo lo posible’” para integrar a todos, considera. “Tenemos mucho que mejorar en muchas áreas y, seguramente, puede hacerse más para que las mujeres, los jóvenes, las personas mayores, y todos los miembros de la iglesia desarrollen su llamamiento y vocación”. Lo que “se debe cambiar”, pues, es el tipo de ministerio en el que “todo lo hace el pastor”. Si esta tendencia cambia, “las mujeres encuentran su espacio. Diría más: suelen ser las más activas, junto con los jóvenes”. Destapa también otro problema, en cuanto a las familias: cuando “el hombre no está comprometido de la misma manera, o ni siquiera es creyente, como sucede en muchos casos”.

César Vidal coincide con Blázquez en que la falta de apoyo al papel de la mujer en la iglesia es un problema ampliable a “jóvenes, laicos y un largo etcétera”. Añade, sin embargo, que en su opinión “casi nadie se para a pensar en ellos [otros grupos en la iglesia] y sí lo hace con la mujer, por influencia del entorno empapado de ideología de género en que nos encontramos”. En cuanto a las familias, cree que los maridos apoyan a sus esposas “más o menos como las esposas a sus maridos que, en términos bastante extendidos, es que no”, aunque opina que esta otra cara de la moneda “no suele contemplarse porque no es políticamente correcto”.

¿QUÉ SE DEBE MEJORAR DESDE EL LIDERAZGO?
Ante lo visto hasta ahora, se plantean las siguientes preguntas: ¿dan los líderes de las iglesias un trato similar a hombres y mujeres, y debería tomarse una iniciativa concreta desde las denominaciones, o interdenominacionalmente, para dar más espacio a las mujeres?

Mariano Blázquez considera que la tendencia en la mayoría de las iglesias españolas “apunta en la dirección de un trato cada vez más integrador”, y lo ilustra con un dato: “El porcentaje de mujeres acreditadas en FEREDE como ministros de culto por parte de sus Iglesias ha ascendido del 7 por ciento al 9,5 por ciento en la actualidad en las que de un total de 1962 acreditaciones, 186 corresponden a mujeres”. Este “lento pero constante aumento”, opina Blázquez, no hay que forzarlo, y por tanto “es importante respetar y no empujar a otras iglesias”. Considera que es más importante poner el “énfasis en el servicio y no en el mando” y recalca que “el problema que tenemos en las iglesias es que está disminuyendo muy deprisa aquellos que quieren servir, hombres o mujeres”.

Samuel Escobar está de acuerdo en que no hace falta crear nuevas organizaciones para apoyar el papel de la mujer en la iglesia, ya que “las organizaciones femeninas que conozco funcionan bien, tienen visión misionera y a veces hasta causan la envidia de los hombres”. Pese a todo, “hay todavía un camino largo por delante”. Manuel Suárez también considera que claramente queda mucho por hacer, pero tampoco apoya argumentos como “’vamos a nombrar a esta hermana porque tenemos pocos cargos ocupados por mujeres’”, porque “es una desconsideración al Espíritu y a las propias mujeres”. Coincide con los anteriores que si hubiera iniciativas, deberían salir de “cada iglesia”. Aunque considera que “basta sencillamente con que dejemos que cada persona ocupe su lugar y ejerza sus dones en libertad, según las capacidades que el Señor ha dado a cada uno”.

El punto de vista de César Vidal es parecido, en el sentido que no es necesario tomar medidas especiales: “Creo que deberían tomarse otras iniciativas mucho más urgentes que acabarían teniendo su repercusión también en ese terreno”. En cuanto a una posible ‘discriminación hacia la mujer, apunta que “depende de la iglesia, por supuesto, y me temo que la discriminación ni va en una sola dirección ni afecta sólo a cuestiones de sexo”.

Philippe Chevalley, en cambio, sí ve la necesidad de cambios a nivel más amplio: “Es indiscutible que las denominaciones que han dejado a la mujer ocupar puestos de liderazgo, enseñanza, etc., se han visto beneficiadas en gran manera, y que la mano visible de Dios en el ministerio de estas mujeres lo confirma sin dejar lugar a dudas”. En este sentido, destaca haber “conocido mujeres con ministerio de liderazgo, con autoridad en la enseñanza y la predicación en el seno del Ejército de Salvación y de otras denominaciones, que son testimonios indiscutibles de la aprobación de Dios sobre sus vidas”. También Pedro Tarquis aboga por seguir tomando iniciativas concretas, y considera que “además de las instituciones formadas sólo por mujeres (como Aglow o la UDME), deberían existir grupos de trabajo que funcionen (no sólo sobre el papel) formados por hombres y mujeres en estas instituciones, preocupados por apoyar el papel de la mujer en las iglesias”.
 
Jaume Llenas, por último, apuesta por ver “la parte que ya se ha hecho, lo mucho que se ha avanzado, aunque entiendo que nos queda mucho”. Destaca que “los líderes nos quejamos demasiado de que no tenemos a las personas adecuadas y, a veces, las tenemos sentadas delante de nosotros”, y alerta de que “si las mujeres son privadas de ministerios, nos privamos del 60 ó 70% de la membresía de nuestras congregaciones”. En todo caso, cree que “hay una reflexión muy seria y muy amplia en las iglesias evangélicas sobre este tema”, y pide a Dios por tener “la sabiduría para enfocarlo correctamente”. Llenas cree que “si antes nos dejamos arrastrar por una corriente del mundo que privaba a las mujeres de muchos ministerios lícitos, podría sucedernos ahora que también nos dejáramos arrastrar por otra corriente, también secular, y que nos llevaría a las conclusiones contrarias”. Cree que sería importante que los cristianos asumieran “una cosmovisión alternativa, la del evangelio que es eterno, y que cuestionáramos las corrientes con las que el entorno quiere conformarnos”.
 
POCAS MUJERES EN PUESTOS REPRESENTATIVOS
Ante la pregunta de si hay alguna razón especial (a parte de las ya tratadas) por las que el número de mujeres evangélicas con puestos de representación es tan bajo, los encuestados tienen respuestas dispares.

Mariano Blázquez piensa que “quizás habría que preguntarle a los historiadores, que son los que suelen destacar a los ‘grandes referentes’, y hacen las biografías, dejando a veces en el olvido a otros ‘grandes’ que la sociedad no aprecia suficientemente, entre ellos a las mujeres y a los protestantes en general”. Jaume Llenas también lo achaca al pasado, y apunta que “probablemente es cuestión de tiempo”. Y añade: “Al habernos dejado conformar por una sociedad que privaba a la mujer de voz (hemos de recordar que hace 30 años la mujer no podía vender una vivienda sin permiso de algún hombre, es decir, que no era algo privativo de la Iglesia), aún no hemos dado el tiempo suficiente para que surjan todos los dones que Dios dio a las mujeres”.

Samuel Escobar lo achaca directamente al “machismo de la sociedad que reflejamos”, y completa que “si las mujeres hicieran huelga un día, muchas iglesias no podrían hacer nada. Donde se falla es en el reconocimiento de ese papel referencial que cumplen”. Pedro Tarquis opta por dos razones concretas más: “Las mujeres en gran parte han asumido ser relegadas, unas por comodidad y otras por agotamiento”, mientras que por otro lado, “los hombres hemos sido muy poco sensibles v desde nuestra propia comodidad como si esta situación no fuese con nosotros”.

César Vidal, en cambio, compara la situación en el movimiento evangélico con la política, y supone que la razón por la que hay pocas mujeres con representividad en las iglesias sea “posiblemente la misma que hay para que las mujeres quieran militar en los partidos políticos diez veces menos que los hombres”. Cree que “en muchas ocasiones son personas prácticas que, consciente o inconscientemente, consideran una pérdida de tiempo ciertas actividades cuando tienen cosas más importantes que hacer”, y “no se equivocan”, concluye.

Manuel Suárez, por último, vuelve a la cuestión de las cuotas, e insiste en la poca utilidad de asignar puestos según criterios de género: “Hay que dejar libertad y, una vez asegurado esto, olvidarse de una vez de si hay muchas mujeres o pocas en altas responsabilidades: para decidir a qué personas colocamos en ellas hay que fijarse en si valen o no valen, no en si son hombre o mujer”.

ALGUNAS MUJERES QUE HAN MARCADO DIFERENCIA
De la misma forma que vimos la semana pasada con las respuestas de algunas mujeres, también a los hombres encuestados se les ha pedido que nombren a alguna mujer evangélica que consideren un modelo por su aportación.

Una parte de los encuestados consideran que más que destacar a unas personas u otras, se trata de hablar del conjunto del Pueblo de Dios, “con sus figuras más o menos emblemáticas”.

Hay quienes sí dan nombres concretos, y destaca en este sentido especialmente Alice Gordon Gulick, a quien varios nombran por su trabajo misionero en España a finales del siglo XIX y principios del XX. También se cita a Irma y Elfriede Fliedner, y su labor en tiempo de guerra civil y la paz vigilada posterior. Gertrudis Trenchard, Loyda Vangioni y Clara Rosique también son otros ejemplos del pasado.

De la actualidad, se menciona a Francisca Capa, Marga Muñiz, Ester Martínez, Ester Rodríguez, Elena Santos, Ana Mª Huck de Vangioni, Eva Sierra, Esperanza Suárez, Isabel Pavón, Beatriz Garrido y Asun Quintana. También se cita a María Dolors Taengua, recientemente ordenada pastora en una iglesia bautista en Barcelona, de la que se destaca el apoyo que ha recibido de su familia en su llamado.

En este sentido, Pedro Tarquis, director de Protestante Digital, añade que a partir de ahora, se van a publicar en el magazine perfiles y entrevistas regulares (una vez al mes, por lo menos) que tendrán el objetivo de dar más visibilidad al trabajo que mujeres concretas como ellas están haciendo o han hecho en las iglesias locales españolas o a nivel interdenominacional.

EN CONCLUSIÓN…
Analizados los argumentos de estos 7 hombres, no distan demasiado de las conclusiones que nos dieron las 7 mujeres encuestadas la semana pasada [http://www.protestantedigital.com/new/nowleernoticia.php?r=270&n=13001].

En algunos temas, puede haber matices diferentes, como por ejemplo en cuanto a la interpretación bíblica sobre el pastorado de la mujer. En su mayoría, sin embargo, coinciden en que pese a los avances de los últimos años, se puede hacer aún más para que las mujeres puedan aportar todo lo posible en sus iglesias. La principal coincidencia entre unas y otros es que “el Espíritu Santo no hace diferencia a la hora de repartir sus dones”, como resume Phillipe Chevalley. Es necesario, por tanto, un mútuo apoyo entre hombres y mujeres, que lleve a construir iglesias que aprovechan todo el potencial dado por Dios para llevar a cargo la tarea de ser luz y sal en la sociedad.

MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí la entrevista "2009: mujer, Iglesia y sociedad" a la pastora Asunción Quintana, de Esperanza Suárez.

 

 


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