A Jesús lo estrellamos en una cruz

Nosotros, la tripulación de este planeta Tierra, le torturamos y condenamos a morir de una forma lenta y cruel. Si se hubiese estrellado encerrado en la cabina de un avión habría sido menos inhumano.

Dirán ustedes que no estaban allí, pero sí nuestros perfectos representantes. Unos a los que no les interesaba perder su poder porque eran corruptos, otros religiosos que preferían a un “dios-marioneta” para sus fines en los que ellos eran el auténtico “dios” que controlaba las vidas de las personas.

Otros a los que les daba exactamente igual que la única persona íntegra, sabia, buena y generosa muriese porque a ellos no les afectaba en nada.

Y otros, discípulos que le amaban y seguían, pero que a la postre eran cobardes y egoístas si tenían que elegir entre estar a su lado o salvar su propia vida.

Nada que Jesús no conociese, pero su muerte nos puso todos en evidencia. “Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas”.

Ante su luz, sólo podemos llorar como Pedro. Aunque otros preferirán ahorcarse como Judas, o lavarse las manos como Pilatos.

Pero sepamos que de esos restos del avión de madera en forma de cruz ocurrirá (ocurrió) lo que no pasará con ninguno de los fallecidos en la tragedia aérea, Jesús volverá (volvió) a la vida.

¿Una tontería absurda? Eso pensaban los discípulos cuando María vino a contárselo, pero poco después pregonaban que era cierto, y que Él vive y reina por los siglos de los siglos, y volverá para juzgar a vivos y muertos.

No existamos para llenar nuestra vida de años, que siempre se terminan, sino más bien soñemos y trabajemos para llenar nuestros años de Vida, presente, futura y eterna. Una Vida que sólo posee quien ha amado hasta la muerte, y ha hollado la serpiente del mortífero veneno, y la ha vencido: Jesús de Nazaret.

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