No nos podemos considerar en nada ajenos a un evento trágico como éste. Ha dejado una viuda y un hijo que iba a nacer, y que lo hará siendo ya –sin saberlo- huérfano desde el vientre de su madre. Esto sin duda conmueve a quien es mínimamente sensible a los sentimientos que le rodean.
Sin embargo,
queremos hacer tres apreciaciones, relacionadas con lo sucedido alrededor de esta tragedia.
Las dos primeras tienen que ver con las reacciones de los medios de comunicación y en la propia sociedad. La tercera es en la esfera más importante: la espiritual.
Los medios de comunicación, además de la logica difusión de la noticia, en poco tiempo han llevado el tema al mundo de la “salsa rosa”, el amarillismo más desencarnado que convierte lo mejor o lo más sentido del ser humano en carroña para los instintos más mezquinos. Una lección de lo que no debe hacerse, y del moderno “Síndrome de Midas” que convierte en negocio todo lo que pueda serlo y a cualquier precio.
Por su parte, la sociedad ha reaccionado con pesar (más que lógico), pero llegando casi al luto nacional y deportivo. Sin negar en nada la imperiosa necesidad de duelo y de expresión de dolor de quienes están más cerca,
no podemos dejar de preguntarnos dónde doblan las campanas por quienes fallecen –también jóvenes- en circunstancias mucho más trágicas, ya que al fin y al cabo lo hacen sin el apoyo afectivo o social de Puerta, y desde luego sin el respaldo económico que un deportista de élite tiene en sueldo y otras ayudas.
En los mismos días de la triste muerte de Puerta se produjo en España la de otros hombres jóvenes: inmigrantes desesperados a la deriva, trabajadores legales e ilegales que dejaban este mundo sin tener dónde caerse muertos… Todos ellos con familia, y que apenas ocuparon unas líneas de atención en los medios y en el corazón de la sociedad.
Lo de Puerta es excepcional, aunque puedan repetirse casos similares. Los otros casos, en cambio, lo harán casi a diario. Es cierto que lo inusual es novedoso, pero ¡qué triste que lo habitual sea pasar casi de largo por delante de lo que nunca debería ocurrir y es de una forma u otra responsabilidad nuestra, y por lo tanto evitable! Es el termómetro de una sociedad que llora ante el drama de una película, y al salir asiste insensible a situaciones equivalentes a la que provocó sus lágrimas sin pestañear.
Por último, queremos plantear la gran cuestión de lo ocurrido, reflejado en los conocidos versos del poeta español Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando”.
Sin palabras… Aunque no sin respuestas… no queremos ser reiterativos, pero todos nosotros debemos y podemos encontrarlas, antes de que un día -por sorpresa o avisados- finalicemos esta etapa que llamamos vida, y comience la eternidad.
Lo que es triste es asistir al rosario de declaraciones y frases hechas de siempre (muchas de ellas repetidas hasta la saciedad tras la muerte de Puerta), como: “Hay que aferrarse a la vida”, “para dos días que nos quedan, mejor es pensar en disfrutar”. Y otras semejantes e igual de huecas.
Como contraste, sólo
una frase de Jesús, tras la muerte de un amigo suyo, a una edad similar a la de Puerta (que se llamaba Lázaro), y que dejaba dos mujeres a su cargo.
“Yo soy la resurrección y la vida, y el que cree en mi, aunque esté muerto vivirá eternamente. ¿Crees esto?”. Una afirmación, una promesa y una pregunta llena de esperanza.
No se trata de vivir preocupados por la muerte. Al contrario. La meta es tener el alma en paz para, entonces, de verdad, vivir intensamente la vida.
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