El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Más del 40% de las especies de insectos existentes están amenazadas, según un estudio científico. Los pesticidas agroquímicos, el cambio climático y la aparición de especies invasivas, las principales causas.
El planeta necesita a los insectos y los insectos necesitan al planeta. Una alteración de este binomio puede provocar consecuencias catastróficas para el sostenimiento ecológico de la Tierra. Así lo revela el estudio Declive mundial de la entomofauna; una revisión de su impulsores, publicado por los investigadores Francisco Sánchez-Bayo y Kris Wyckhuys en Science Direct.
El documento revela que más del 40% de las especies de insectos en el mundo podrían extinguirse en las próximas décadas, si no se revierten determinadas actitudes respecto al medio ambiente. Las especies más afectadas son los lepidópteros (mariposas y polillas), los himenópteros (abejas y hormigas) y los coleópteros (escarabajos), además de los acuáticos odonata (libélulas), plecópteros (ninfas), tricópteros (alados, emparentados con las mariposas y las polillas) y las ephemeropteras (efímeras).
¿UN PROBLEMA DE OCCIDENTE Y EL ‘PRIMER MUNDO’?
Europa y América del Norte son las regiones planetarias en las que se ha registrado una mayor pérdida de insectos hasta ahora. Casos como el de Alemania, que ha perdido tres cuartas partes de las especies voladoras en las reservas naturales a lo largo de los últimos 25 años, o Puerto Rico, donde el 98% de los insectos terrestres han desaparecido en las últimas tres décadas, ponen de manifiesto esta realidad. “Su extinción cambia definitivamente la cadena trófica o alimentaria y puede comprometer la supervivencia de las demás especies que le rodean. El equilibrio ecológico es precisamente la interdependencia entre todos los organismos de un ecosistema”, asegura el doctor en Biología Antonio Cruz. “La desaparición de muchas especies de insectos, como la de las abejas por ejemplo, y de otras especies animales, sería mucho más importante de lo que se podría imaginar, ya que posiblemente constituiría el principio de la desaparición de nuestra propia especie”, añade.
En la misma línea, el doctor en biología molecular Emilio Carmona, recuerda que los insectos “son mayoritarios en el planeta y el 98% son beneficiosos”. “Son esenciales en la cadena alimentaria, polinizan plantas, descomponen materia orgánica, controlan plagas, y un largo etc. Sencillamente, la vida tal y como la conocemos hoy no puede existir sin ellos”, remarca.
POLUCIÓN, AGRICULTURA Y CAMBIO CLIMÁTICO, LAS CAUSAS
Los autores del estudio nombran cuatro causas concretas de la extinción progresiva de insectos en el planeta. En primer lugar, y como la más importante, hablan de la pérdida del hábitat natural como consecuencia de la expansión la agricultura intensiva y del urbanismo. Una actividad agrícola que va ligada en muchas ocasiones al uso de pesticidas y fertilizantes, lo que para los investigadores es el segundo motivo de la pérdida de insectos. También hacen referencia a “factores biológicos”, especialmente la introducción de especies invasoras, y al cambio climático.
“El ser humano, con la contaminación que producen muchas de sus principales actividades, es quien más suele desafiar este equilibrio ecológico y la biodiversidad de la biosfera”, recuerda Cruz, que añade que “la explotación exagerada de los campos con el fin de alimentar al ser humano está incidiendo negativamente en la diversidad de los insectos”. “Esto es paradójico, pues precisamente un 70% de tales cosechas depende casi por completo de la polinización llevada a cabo por los insectos. La realidad es que no podemos vivir sin insectos pero, a pesar de esto, los estamos eliminando”.
Carmona también suscribe las causas que se reflejan en el estudio, pero también apunta a la necesidad de intensificar los esfuerzos en la investigación de las diferentes especies. “El problema es que ni siquiera sabemos cuántas especies existen en global, y se necesitan muchos más estudios, pero nadie duda que estamos atravesando una crisis sin precedentes, aunque sea difícil cuantificar con exactitud”, dice.
LA SOLUCIÓN PASA POR “REPENSARNOS”
“Es urgentemente necesario un replanteamiento de las prácticas agrícolas, en particular la reducción del uso de pesticidas y sus substitución por prácticas ecológicas y sostenibles, para ralentizar o revertir esta tendencia”, dicen los autores del estudio, que también consideran que “se deberían aplicar tecnologías efectivas para limpiar la polución del agua en los entornos agrícolas y urbanos”.
No hay abstracción posible a la hora de observar los necesarios remedios para frenar la pérdida de insectos, estrechamente relacionada con el (no) cuidado que se está haciendo del planeta. “Cuidar los insectos va de la mano con la protección global del medioambiental. Algunas medidas son: reducir el uso de plaguicidas sintéticos y sustituirlos por manejo integrado de plagas, y protección del hábitat natural”, defiende Carmona.
Cruz también crítica el planteamiento actual de la actividad agraria e incide en la necesidad de “estudios ecológicos” para generar “mecanismo biológicos más sostenibles” que substituyan a los “pesticidas y otros productos químicos”.
UNA RESPONSABILIDAD TAMBIÉN TEOLÓGICA
“Los cristianos hemos de ser conscientes de esa comunión universal a la que estamos abocados y que debemos tener con las demás criaturas de este mundo”, apunta Cruz, que recuerda que el ser humano es, aunque en última instancia, objeto también de su propia huella impresa en el planeta. “Todo ensañamiento con cualquier criatura de la creación es contrario a la dignidad humana y a la voluntad de Dios”, señala.
La responsabilidad teológica del asunto la plasma muy bien la anécdota del encuentro entre el arzobispo de Canterbury y el biólogo John Burdon Sanderson Haldane. El religioso le preguntó al científico que qué había descubierto en las obras del creador, a lo que el biólogo respondió “una desaforada afición por los coleópteros”.
“La Biblia contiene directrices ecológicas desde su inicio, sin caer ni en el desprecio ni en la idolatrización de la Creación. Además, nos anima a vivir humildemente, y nos da esperanza para el futuro. Nuestros problemas ecológicos, como decía Schaeffer, suelen ser por tiempo y dinero, es decir, prisa y codicia. Como cristianos, debemos dar ejemplo en cuidar la obra del Creador”, manifiesta Carmona.
En definitiva, el regreso a esa “desaforada afición” perdida.
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