Fernando Guillén, fallecido este jueves a los 80 años, será recordado como “uno de los grandes” de la interpretación española, “un hombre con una cultura fuera de lo común”, como quiso destacar el presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho.
“Era una persona muy respetable y querida, un gran actor y un hombre de una cultura fuera de lo común, una maravilla”, ha añadido el director de la Academia de Cine. En esto mismo ha coincido el ministro Gallardón, que calificó el jueves de “un día triste pero también para estar agradecidos” por el legado de Fernando Guillén. “Somos una generación que ha crecido en el amor al teatro de personajes excepcionales, y Fernando se puede situar a la cabeza”, ha comentado.
Amante de la cultura y del conocimiento, Guillén también se acercó a la historia protestante por medio de un papel en la obra “Lutero o la libertad esclava”, en el que el actor interpretaba a Martín Lutero. Fue en los años 80 en Madrid donde pudo entrevistarle sobre este trabajo el periodista José de Segovia, para Radio Nacional y que fue publicada en la revista Panorama Evangélico, en noviembre de 1987.
En el reportaje, De Segovia recoge la opinión del actor sobre el personaje, la Reforma, y la lucha entre agnosticismo y fe que experimenta cada ser humano.
Para Guillén, el personaje de Lutero era entonces (y por desgracia actualmente sigue siendo) “un absoluto desconocido” en España. Los años de la dictadura habían impedido acercarse a esta figura desde otra perspectiva distinta a la del catolicismo. Por eso, el actor consideraba un reto ponerse en la piel del reformador alemán. “Siempre ha sido considerado por la Iglesia (Romana) como una especie de anticristo".
Pero como dice en la entrevista, "a partir de la lectura de este texto, y mi enfrentamiento con Lutero, indudablemente, le he conocido mucho mejor. He leído biografías, y le he conocido con mayor profundidad”, decía.
En su opinión, era “una desgracia” que Lutero y Carlos V hubieran sido contemporáneos, lo que impidió la llegada de la Reforma a España.
A Guillén le parecía que Lutero era un personaje “clave en la historia contemporánea”. En la obra se presentaba junto a Erasmo de Rotterdam, que entablaban una discusión entre humanismo y protestantismo. Un encuentro que nunca llegó a producirse pero que la obra imagina como un intenso duelo dialéctico.
“Lutero es un hombre, efectivamente, visceral, colérico, sanguíneo, sensual e impulsivo, pero la mismo tiempo lleno de fe y talento. Porque el motor en él fue la fe”, reconocía el actor, que sin embargo no compartía la fe de su personaje.
Dice Guillén: “No soy un hombre creyente, pero intento entender la fe de Lutero, para interpretar el personaje. Creo que es mucho más hermoso tener fe. La posición incómoda es la de Erasmo, la actitud agnóstica de la duda, que realmente lo que nos atormenta, y nos deja solos y vacíos en el universo. La fe resuelve muchísimos problemas.
Me gustaría ser un hombre de fe, como Lutero sobre todo, con una fe tan poderosa y tan auténtica”, confesaba.
La obra de hecho se ocupaba intensamente de las discusiones teológicas, un tema que Guillén no rehuía. “No hay tema más importante y apasionante para el hombre, no de hoy, sino de cualquier época, que el tema de Dios, la muerte, la existencia, la nada, el infinito. Son todas las claves. Entonces si realmente no nos interesa eso, es que no nos interesa nada”, afirmaba ante la grabadora de José de Segovia en el camerino del teatro.
El actor concluía con una opinión favorable sobre el Reformador. “Durante tantos años han estado diciendo que Lutero era un demonio”, mientras que para Guillén “era un hombre sincero, auténtico, honesto, con defectos, que no ocultaba, y que incluso se preocupaba de publicar. (…) El hecho de casarse en aquella época, incluso en ésta, con una monja, para un fraile tenía que ser un auténtico reto. Me parece un hombre lleno de valentía”.
Pueden leer aquí la entrevista completa de José de Segovia a Fernando Guillén, con el título de "Un Lutero llamado Guillén".
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