La edad promedio para que una persona se inicie en el consumo de alcohol es de 13 años. Es importante conocer como está afectando a los adolescentes cristianos.
La psicóloga
Lidia Martín habla al respecto.
P. D. Lo ideal es que las personas no consuman alcohol, pero ya que lo hacen ¿Cuál sería la edad más apropiada para iniciar esta práctica?
L. M. El alcohol, efectivamente, es una sustancia que no le hace bien al cuerpo en general, aunque bien es cierto que
ciertas bebidas con alcohol, como el vino, la cerveza o el cava, tomados en cantidades moderadas (lo cual significa bajas), tienen efectos beneficiosos. La copa de vino en las comidas, por ejemplo, ha sido más que promovida por dietas como la mediterránea, sin ir más lejos y reconocidos ciertos efectos positivos por ello. Ahora bien, hablamos en todo caso de bebidas fermentadas, y no destiladas como puedan ser el whisky, vodka, ron o ginebra, por poner algunos ejemplos, que son claramente harina de otro costal.
Dicho esto,
desde luego para poder empezar a consumir alcohol y seguimos hablando en todo caso de cantidades moderadas-bajas, el desarrollo y crecimiento han de estar completos. De hecho, el alcohol influye decisivamente en el desarrollo de los órganos y los problemas que se derivan de su consumo excesivo son también de tipo multiorgánico. Me atrevería a decir que no hay órgano en el cuerpo que quede “sin tocar” cuando de los efectos del alcohol se trata. Por estas y otras razones,
el consumo adolescente del alcohol está absolutamente desaconsejado y mucho más en las cantidades ingentes en que se toma esta droga entre nuestros jóvenes. Ni siquiera en mayores es adecuado esto, cuánto menos cuando hablamos de chicos y chicas que están en plena edad de desarrollo.
P.D. ¿Qué medidas deben tomar los líderes evangélicos para evitar que sus adolescentes se involucren en el mundo del alcoholismo?
L. M. Yo no diría que son los líderes evangélicos los que tienen la responsabilidad principal en esto. En primer lugar,
es sobre los padres que recae la responsabilidad de educar y esto particularmente los padres creyentes hemos de tenerlo muy claro. Nuestros hijos son un préstamo, un bien que “administramos” de manera temporal y sobre esto tendremos que dar cuentas un día. Hay una tendencia general de hace un tiempo aquí por la que los padres delegan en otros las responsabilidades que sólo a ellos incumben, y esto es un claro error, también en lo que tiene que ver con estas cuestiones de las que hablamos hoy.
Desde casa y desde bien pequeños estamos llamados los padres a explicar a nuestros hijos que aunque muchas cosas están al alcance de nuestra mano e, incluso, llegado a un cierto momento, pueden ser lícitas (como beber porque ya se tienen 18 años), no todas convienen. Esa labor no han de hacerla los líderes evangélicos, sino los padres en primera y última instancia. Otra cosa diferente es que
los padres tengan en los líderes evangélicos de jóvenes, o en otros mayores de la iglesia, o en los profesores del colegio o entrenadores de fútbol colaboradores que dirijan a los chicos en esa misma dirección. Pero no nos equivoquemos. Ellos, los líderes, no harán ni podrán hacer nunca la labor que nosotros no estemos haciendo en casa, de la misma forma que si en casa no hay educación de tipo espiritual tampoco la habrá suficientemente por mucho que al niño le cuenten en la escuela dominical los domingos por la mañana.
Así las cosas, probablemente la mejor pauta para los líderes evangélicos a este respecto sea que insistan a los padres en lo referente a la labor de educar consistente y fielmente a sus hijos, en estos y en otros temas importantes.
Otra tiene que ver con las cuestiones más directamente espirituales en los propios hijos.
Las personas con convicciones religiosas, con una comprensión fina y profunda de la fe, con vivencia personal en ese sentido, tienen muchas más protecciones frente a este tipo de abusos. Dicho de otra forma, en la medida que eduquemos a nuestros hijos en una línea de madurez espiritual y ellos tengan una relación personal con Dios, es más fácil que no caigan en este tipo de cosas al ser sensibles a realidades que van más allá de lo puramente inmediato.
P.D. ¿Cuántos grados de alcohol recomiendas que puede consumir un cristiano? ¿En los adolescentes debe ser menor?
L.M. En los adolescentes todo uso es abuso por las razones que ya apuntábamos al principio. Asumo que los chicos experimentan con el alcohol y no sólo esto, sino que muchos tienen como objetivo directamente la borrachera. Pero que lo sigan haciendo no ha de cambiar nuestra recomendación. Yo no recomiendo ninguna cantidad de alcohol en los chicos porque está contraindicada desde el punto de vista de su desarrollo.
En los adultos, para no meternos en tecnicismos, hemos de hablar de cantidades bajas y moderadas. Un par de copitas de vino o un par de cervezas no suelen comprometer, a no ser que la persona tenga una reacción muy sensible al alcohol, el buen juicio y conducta de la persona. (Si hablamos de conducir, sí lo hace en lo relacionado con la capacidad de reacción ante imprevistos, así que ojo). En ese sentido, lo que ha de buscarse en todo caso es que la persona no pierda control sobre sí, que no esté siendo gobernado en ninguna medida por la sustancia que toma. A veces lo del abuso no es tanto una cuestión de cantidad tomada sino del significado que se le da a lo mucho o poco que se toma. Si se toma poco, pero la persona siente que lo necesita, hay una relación de dependencia igualmente. Es lo que se llama dependencia psicológica y tiene complicaciones tan graves como la física, porque termina derivando en esta segunda en muchas ocasiones.
P.D. ¿Cómo pueden los adolescentes cristianos enfrentar a las personas que les ofrecen alcohol?
L.M. Yo creo que todo cristiano se ve inducido a estar tomando decisiones comprometidas todo el tiempo. Todas ellas se reducen a una simple y compleja pregunta a la vez: ¿a quién prefiero agradar antes, a los que me ofrecen esto o aquello, o a Dios? Aquí es donde se decide todo. Evidentemente,
un joven cuya relación con Dios es inexistente o frágil, no se hace esta pregunta. Sin embargo, algunos jóvenes tienen esto muy claro y reaccionan en consecuencia. Así, mi respuesta es “afianzando su relación espiritual y personal con Dios” y afirmándonos cada día en nuestra fe.
Creo que es de mucha ayuda recordar
casos como el de Daniel, en la Biblia, que teniendo la escasísima edad de 14-15 años tuvo que enfrentarse a retos relacionados también con lo que se bebía o comía y plantarse firme a pesar de la oposición y los riesgos que eso podía traerle y de hecho les trajo.
P.D. ¿Qué les recomiendas a una familia que tenga un miembro que esté involucrado en este tipo de consumo, sobre todo si es adolescente?
L.M. Que retomen su papel como padres cuando todavía el chico tiene la minoría de edad. Después de eso hay bien poco que hacer.
De poco sirve ser amigos de los hijos en esta época, porque lo que ellos necesitan ahora son padres y los amigos los elegirán ellos. Hemos de volver a ser padres y poner límites. Y si para hacerlo factible en un sentido nos hemos de “fastidiar” nosotros, hacerlo. Ahora bien, si hemos sido padres y madres más bien ausentes que pocas veces han puesto normas, no hemos de extrañarnos de que ahora justamente resulte difícil y, en algunas ocasiones, incluso imposible. A nuestros hijos adolescentes se les educa, sin duda, desde la cuna.
El pastor de jóvenes,
Daniel Oval, nos habla de su experiencia con los adolescentes que están bajo su responsabilidad.
P.D ¿Cuántos adolescentes tiene a su cargo?
D.O. Tres chicas adolescentes.
P.D. ¿Qué tipo de actividades realizan para los adolescentes?
D.O. En el local de culto:
estudios enfocados a sus necesidades y circunstancias. El sexo, el racismo, los padres, amistades, etc. Fuera del local: solemos
ir al cine, teatro, salidas al campo, participamos en actividades conjuntas con otras iglesias, etc.
P.D. ¿Se ha dado el caso de algún adolescente que haya estado involucrado en el consumo de alcohol de manera desordenada?
D.O. Sí, hace unos años tuvimos este caso. Gracias a Dios salió de esa situación.
El tema de las amistades fuera de la iglesia influyó negativamente, pero con paciencia, cariño y charlando con ella conseguimos que se fuera separando de esas amistades. Creo que en estos casos lo que hay que hacer es dedicarle tiempo, hablar con el adolescente, ganarte su confianza y llegar, y si es posible, llegar a ser un referente para él, sino, por muy buenos consejos que le puedas dar no servirá de nada.
P.D. Opinión acerca de la edad inicio del consumo de alcohol en España
D.O. Cada vez más temprana,
está sobre los 12 0 13 años, y no creo que el subir la edad legal, de 18 a 21, para consumir alcohol sea la solución. Educación y tratar el tema en profundidad con ellos sería más eficaz.
Rodrigo, chico cristiano de 12 años que cursa segundo de bachillerato, cuenta su experiencia con este tipo de situaciones.
“No suelo salir mucho con mis amigos, pero cuando ellos lo hacen acostumbran a fumar o beber en una esquina”.Aunque el adolescente de origen mexicano no les comenta a sus padres de esto, sabe manejar muy bien la situación.
“Una vez me ofrecieron beber alcohol, pero no acepté”.
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